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Bonus Track: Calizo

El rock, la raíz andaluza y la psicodelia marcan la sonoridad de Calizo, proyecto que ha unido a cuatro veteranos músicos de la escena nacional

 

MARÍA CANET

La chispa surgida de la percusión entre dos piedras puede originar una llama. La dureza de dos cantos vencida a base de golpes que no aniquilan, sino que hacen brotar algo vivo; ese fuego que hechiza y da calor. El choque que ha provocado el encuentro de cuatro veteranos músicos de la escena nacional —Víctor Frutos “Pitu” (MamaFunko, Aurora & The Betrayers) a la voz; Jose “Funko”  (MamaFunko , Speak Low, Aurora & The Betrayers , Gipsy Power) a la guitarra; Javi Vacas (Vacazul, 3000 Hombres, Los Reyes del KO, Sex Museum, Los Coronas, Corizonas) al bajo; Roberto Lozano “Loza” (Sobrinus, Sex Museum, Los Coronas, Corizonas) a la batería— ha encendido la llama de Calizo, una nueva banda que bebe del rock, la psicodelia y las raíces andaluzas.

Unidos por diferentes proyectos musicales a lo largo de décadas, fue en 2020 cuando estos cuatro amigos decidieron avivar esa chispa primigenia para conformar una sonoridad propia, algo que hoy se ve materializado en Pájaro de agua (Calaverita Records, 2023) su primer EP y anticipo de un disco que verá la luz pasado el verano.

 

Calizo demuestran que la contundencia de la base rítmica y las guitarras atronadoramente setenteras no están reñidas con la complejidad melódica. La psicodelia y la huella cañí (ecos a Los Brincos, Los Ángeles o al sonido Caño Roto) dan lugar a atmósferas ricas en detalles gracias a teclados, sintetizadores o riffs fronterizos. El cante aflamencado de Pitu, estrechamente vinculado a la música de raíz andaluza (su padre fue guitarrista aficionado de peñas y su hermana, bailaora) acaba de aterriza la fusión que se percibe en los cuatro temas.

Un colorido viaje musical que arranca al ‘Amanecer’, corte de escuela trianera que no cuesta imaginar en la voz de Jesús De la Rosa, entre sintetizadores, distorsionadas guitarras herederas del hard rock setentero y el quejío de Pitu mientras se lamenta: “ojalá pudiera volver a empezar“. Una percusión casi primitiva cierra el tema para convertirse en el pulso de ‘Obsesión’, donde Pitu parece arrancarse por bulerías sobre guitarras que evocan a Hellacopters, cierto poso ska y un crescendo final, tan oscuro como atronador, que termina por diluirse con el destello de un sutil sintetizador. En ‘Pájaro de agua’, reaparece la percusión tribal y las barreras estilísticas acaban por ceder: el insistente riff de guitarra y la distorsión acentúan el componente bruto del rock, mientras las palmas ayudan a generar un trance flamenco que sumado a las notas que se alargan provocan y lo poético de la lírica dan lugar a una experiencia lisérgica. ‘D.O.P’, con un potente diálogo guitarras-batería que remite a los tiempos de Vacazul y a paisajes fronterizos, es la coda final. La llama de Calizo no ha hecho más que encenderse; el incendio está al llegar.