Terror Milk, psicodelia freudiana
La banda presenta su debut discográfico este sábado 14 de diciembre en el madrileño Café Berlín
MARÍA CANET
Cualquier respuesta a la pregunta ¿Qué cuentan las ovejas cuando no pueden dormir? resulta surrealista, sorprendente. Luigi Gómez, Santi Zed, Álex Pizarro y Nico Marquerie divagan sobre la cuestión mientras cae la primera litrona de cerveza. Un dilema que da título al debut discográfico de Terror Milk (Altafonte, 2024), la banda que los cuatro forman como nuevo adalid de la melodía y la psicodelia que perpetran conjuntos como Los Estanques, Rufus T. Firefly o Anni B Sweet.
«Para nosotros la música es eso: jugar haciendo lo que más nos gusta”
Concebido desde el insomnio, “terminábamos de grabar a las cuatro de la mañana y al día siguiente sonaba el despertador a las seis para ir a currar. Dormíamos tres o cuatro horas a la semana, hemos perdido años de vida” bromean, el primer elepé de esta genuina banda se adentra en el subconsciente humano a través de un juego freudiano entre lírica y armonía. Pop, rock setentero, armonías vocales o folk confluyen para perseguir la estela de la melodía pop que encumbraron los Beatles o, más recientemente, formaciones como Wilco o The Lemon Twigs: “siempre nos ha gustado el doble sentido que tiene to play en inglés, que es a la vez tocar música y jugar. Para nosotros la música es eso: jugar haciendo lo que más nos gusta”. Un juego que Luigi, compositor y voz del grupo, inició en solitario: “venía de tocar en bandas donde mis compañeros priorizaban otras cosas. Comencé a tener proyectos propios en solitario con la idea de hacerlo a mi manera, pero me di cuenta de que lo que realmente quería era estar en una banda”. En 2019, coincidió con Santi en un micro abierto, “vimos el set del otro y nos enamoramos”, explica el guitarrista. En tan sólo un día, Terror Milk ya era un sueño compartido: “tenía un guitarrista muy bueno por aquel entonces y le pedí a Santi que se vinera a hacer una prueba y desde ahí no nos hemos separado. Fueron cuernos en toda regla, vamos”, reconoce entre risas.
Un flechazo musical que los dos atribuyen a su “misma forma de entender la melodía. Es complejo encontrar a gente que viera el mundo como lo veía yo”, dice sin reparos Luigi. Esa complejidad les llevó a grabar con el objetivo de “tener algo concreto que enseñar, que la gente no tuviera que imaginarlo. Preguntarles directamente ¿queréis subiros a este barco?”. A esa nave se subieron Nico (batería) y Álex (teclados), no sin antes dudarlo: “estuve a punto de decir que no de primeras porque es un desafío”, confiesa Nico. Por su parte, Álex reconoce: “hay muchas cosas pasando a la vez, mucha elasticidad en las composiciones. Hasta que lo entiendes, tardas en entrar”.
A los timones de la producción, Íñigo Bregel (Los Estanques), para aterrizar en tierra firme tan ambicioso proyecto: “somos unos enfermos de Los Estanques y habíamos coincidido con él un par de veces. Le preguntamos si se animaba a grabarnos los teclados y a bajarse con nosotros al Puerto de Santa María, porque, en un principio íbamos a grabar con Paco Loco. Le pasamos la maqueta y nos llamó para proponernos que lo grabáramos con él”. Aunque la impronta de “bregelismo” se palpa en el álbum, Santi y Luigi afirman haber “intentado defender un sonido propio. Incluso ha habido veces en las que hemos luchado juntos por salir de la zona de confort”. Bregel, del que han “aprendido muchísimo. Vive por y para la música”, fue también quién les animó a emprender un giro al castellano, en vez de grabar el elepé en inglés, lengua en la que habían compuesto los temas: “Íñigo y Ángel Carmona, que nos dijo una frase determinante, “se canta en el idioma que se folla”, nos insistieron. Hemos tenido que reestructurar todas las canciones, incluso modificar la temática de algunas. Ha sido un proceso muy bonito porque, después de seis o siete años escuchándolas, nos hemos vuelto a enamorar de ellas”, explica Luigi.
«Con Íñigo hemos aprendido sobre todo a confiar en el accidente, a abrir los ojos y aprovechar las cosas que no te esperas y van surgiendo”
Grabado entre La Nestosa y los estudios de Íñigo en Madrid, el proceso que duró más de un año ha sido “una montaña rusa”, una pugna entre dos vidas, realidad e ilusión, deseos y miedos que late en el grueso del álbum, tanto en la dimensión onírica de las letras como en los vaivenes melódicos. En ¿Qué cuentan las ovejas cuando no pueden dormir?, el ruido y los silencios son dos protagonistas más de las armonías, como demuestra la fugaz y crujiente introducción ‘Para habernos matado’ —“fue lo último que grabamos, la noche antes de irnos a masterizar. Con Íñigo hemos aprendido sobre todo a confiar en el accidente, a abrir los ojos y aprovechar las cosas que no te esperas y van surgiendo” —, o la moneda que cae y rueda a lo largo de ‘Bang! Bang! Pum!’. Un juego de contrastes entre la dulzura acústica y la oscura distorsión: “la letra original en inglés hablaba sobre una mujer que mataba a sus hijos y decía que los enterraba de por vida. No sabía cómo defenderla en castellano, así que hablé de matar a alguien a quien quieres en sueños, que es algo que llevaba tiempo queriendo abordar”, cuenta Luigi
El pop barroco heredero de Cánovas, Adolfo, Rodrigo y Guzmán aflora en ‘Cosquillas’, mientras dota de alma humana a la curiosidad: “hay una mención a la grieta en el pulgar, es decir, estar estalkeando cosas en redes sociales. Me gustaba el rollo de debatir con la curiosidad, que es la que te lleva a buscar cosas que no quieres saber”, apunta Luigi. ‘La grieta’, otra etérea pieza donde la melodía se cuela traviesa por lugares insospechados, es un divertido pero melancólico recuerdo a los años que Luigi pasó en la facultad de Bellas Artes y, especialmente, a los vínculos allí forjados: “fueron años muy intensos, pensábamos que ojalá pasara rápido el finde para que llegara el lunes”, rememora. Las afiladas guitarras estilo Wings que alimentan los crescendos de ‘Las cuestas cuestan’, dirigen una punzante ironía con versos como “¿me corto las venas o me las dejo largas?”: “al poco de grabar la canción, Íñigo descubrió que No Me Pises Que Llevo Chanclas ya habían usado esa frase. Nosotros ni conocíamos su canción”, confiesan entre risas.
Esa dualidad entre prosa y melodía, se atisba en cortes como ‘eresqueserá’, que se “asoma a la locura para mirarla desde dentro”. Un pulso mental reflejado en los coros beatle a lo ‘Beacause, como bellas voces que resuenan en la cabeza. Un psicoanálisis que prosigue en ‘El papel para el que nací’, cuya combinación entre el decimonónico melotrón y la distorsión da lugar a un tema “family friendly para poder ganarnos a todos con la melodía, pero que, si eres músico, sonríes, porque hay cosas ultra raras»,que plasma el encontronazo entre el pasado y el presente, entre los sueños de juventud y la demoledora realidad: «habla de hacer un esfuerzo extra para intentar suplir el brillo en los ojos por ganas y esfuerzo”. El pus de la rabia es la tinta de ‘Dios aprieta pero no existe’ que, a través de punzantes riffs y tonalidad urgente, recorre los rincones más oscuros del alma humana: “es un grito de liberación en momentos complicados. A veces hay que tratar con gente que no te trata bien y, con el tiempo, te das cuenta de que no hay que quedarse en determinados sitios. Me encanta imaginarme que la gente que venga a nuestros conciertos la cante en plan desahogo, como cuando vas a tu iglesia a gritar contra tu demonio”, comenta Santi.
De la liberación a la desesperación, ‘Ma! Los niños no quieren jugar’, es una infantil reacción a la frustración adulta que, musicalmente, discurre entre los Beatles del ‘Sgt. Pepper’s’ y los Wilco del ‘Hummingbird’, un auténtico festival de estímulos: “un colega que nos dijo que nos cabía un arreglo más en el segundo tres”, puntualiza Santi con ironía. Una pérdida de la ilusión que emerge en ‘Si no lo siento me lo invento’, que se sumerge en la oscuridad de la depresión con una estructura pop sesentera: “con el tiempo te hace más de piedra”. ‘¿Qué cuentan las ovejas cuando no pueden dormir’, con grandilocuencia orquestal y cierta mística etérea a lo ‘Impossible Germany’, gracias a un elástico interludio, aporta luminosidad folk a esa comedia de la vida, para encarar, “con el cuchillo entre los dientes” el final. ‘Cuchillos, cucharas y cachivaches’, puro ruidismo progresivo donde se atisba la influencia de Big Thief o The Smile — “no tiene una sola parte que se repita, es un pequeño viaje hacia el final”— y emplean cubiertos reales que “sacaremos en los directos. A ver cómo lo hacemos cuando tengamos que coger un tren o un avión”, comentan entre risas. El álbum se clausura con ‘Tus bandas favoritas’, un guiño a Dawes y su ‘All your favourite bands’, una carta de amor a la música.
Con la idea de trasladar el disco de la forma “más fiel posible, estamos siendo muy nazis con eso”, al directo, Terror Milk se afrontarán próximamente al reto de trasladar su peculiar universo al escenario. La última litrona se termina sin acuerdo en sus respectivas teorías sobre el sueño de los rumiantes. En el mundo de los sueños, entre los deseos y las pesadillas, sólo hay espacio para canciones de fantasía y barro. Canciones como las de Terror Milk.