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Agosto es un festival

Agosto es un festival, más barato, más vintage, más variopinto y con 0 postureo porque, al final, todo queda en familia. Poned una verbena en vuestra vida

 

CRISTINA G. HERNÁNDEZ

La próxima semana comienza el mes de agosto, ese mes de vacaciones (si no se está ya de antes) en el que todo el mundo abandona la cárcel que es Madrid -o cualquier capital- y se dirige a la playa, de turismo a otros países o al pueblo más remoto de España en busca de paz tras un año frenético que ha acabado por parecer eterno, haciendo que la vida de cualquier mortal parezca sacada de El Día de la Marmota.

En este periodo vacacional, los días llegan a hacerse tediosos entre semana, fruto del estrés que produce no saber qué bikini ponerse para tumbarse al sol toda la mañana y media tarde; y sentarse la otra media en una terraza con una cerveza bien fría puede requerir esfuerzos sobrehumanos. Es por eso por lo que cuando llega el fin de semana en el pueblo nos alegramos casi tanto como cuando estamos trabajando y salimos el viernes.

Estos fines de semana en los pueblos de la España profunda, sobretodo en los de la meseta, nos hacen replantearnos nuestra relación con la religión, y no precisamente la de la música en directo. Seguimos detestándola, al menos los menores de 60 años, pero le agradecemos la existencia del santoral que nos organiza el mes de agosto según las fiestas de los pueblos. Dichos pueblos están tan separados entre sí como el escenario Heineken del Pitchfork en el Primavera Sound y recogen una variedad musical bastante similar a éstos últimos.

Agosto y parte de septiembre es un festival: festival San Roque, Festival Rural Cueva del Beato, Cristo de la Misericordia Fest… y como actividades culturales paralelas tenemos petanca, concurso de disfraces y carreras populares en beneficio de la asociación de vecinos de la villa para próximas actividades. En cuanto a la oferta gastronómica, además de la caldereta, el concurso de tortillas y el cocido de tu abuela, tenemos los fantásticos lomo-queso de la barra de la plaza, perfectamente organizado por el equipo de fútbol sin esperar colas y 0% vegano, pero muy natural porque es del pueblo todo.

Parece una escena costumbrista a medias entre Acacias 38 y cualquier parte de Primos de Daniel Sánchez Arévalo, pero es así porque es verdad y porque Daniel es de mi pueblo. Dice mi abuela que “saludos al chico la Maricarmen”. Aunque a estas alturas ya parece que solo estoy haciendo publicidad de mi pueblo (venid a Cifuentes, hombre), yo he venido a esta web a hablar de música y en esta entrada quería escribir sobre las verbenas, pero antes había que hacer la introducción que hasta aquí llega.

Las verbenas, para los que no tenéis pueblo y no lo sabéis, normalmente están amenizadas por grupos con nombres como “Voltaje”, “Luna negra”, “Mundo” o “Zeppelin”, y suelen tocar en dos pases: el primero, de 22h a 1h con pasodobles y coplas para que los abuelos, ya piripis por el pacharán de después de la cena, puedan bailar abuelo-abuela, abuela-abuela, abuela sola o abuela-mozo aleatorio. El segundo pase, de 2 a 6, se enfoca más para que el público de entre 13 y 65 años se vaya (mal)educando musicalmente y alcohólicamente.

Todo empieza con el cha-cha-cha del tren y Operación Triunfo (Ave María, Cuando tú vas, Europe’s living a celebration) y acaba degenerando a las canciones del verano, seguidas por Raffaella Carrà y Raphael. Tras un lapso que se aprovecha para hacer pis, llega Fito y los Fitipaldis, Clavado en un Bar de Maná y éxitos de la Movida (sobre todo de Alaska y Hombres G). Es entonces cuando empieza la verdadera educación musical: hasta hace muy pocos años aquí no llegaba la radio FM y, a parte de tu amigo de la capital con un disco nuevo en el coche cada verano, ésta era la única forma de encontrarse cosas nuevas.

A pesar de que encima del escenario encontremos lo mismo que en un cabaret o en un casino de Las Vegas, lo que interpretan son los temas más representativos del rock internacional primero (Europe, Queen y alguna vez Blur o los Rolling también) y del español después (Loquillo, Rosendo y Extremoduro y deriva a Marea, Mago de Oz, Ska-P y Boikot). Gracias a esta mezcla de estilos, ya has calado a cada habitante del pueblo según sus gustos y, lejos de juzgar, has bajado de tu burbuja de superioridad moral de la ciudad y festivales para acabar por socializar con más de uno o cantando El Canto del Loco y Pereza. O saltando a la comba con una manguera, a ciertas horas ya no se sabe.

Estas verbenas consiguen hermanar al público independientemente de sus gustos y eso, además del alcohol, necesita de la música. ¿Quién no ha visto a gente de derechas cantando Ska-P o de izquierdas gozándose a los Hombres G, estandarte del pop pijo? Quique González dice que hay música por encima de la música y estoy convencida de que las verbenas de pueblo tienen algo que ver.

Agosto es un festival mucho mejor que cualquier otro, más barato, más vintage, más variopinto y con 0 postureo porque, al final, todo queda en familia. Poned una verbena en vuestra vida.