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Canela Party 2024: el gran pitote que se toma muy en serio la música

El festival se desarrolló entre los días 21 y 24 de agosto en la localidad malagueña de Torremolinos

 

MARÍA CANET

Lo que pasa en Torremolinos la penúltima semana de agosto, se queda dentro de ti los once meses siguientes. Quién haya asistido alguna vez al Canela Party lo sabe bien. Una semana después, la resaca emocional aún golpea en el pecho al rememorar lo ocurrido en la localidad malagueña entre los días 21 y 24 de agosto.

El festival se define como “una movida gordísima” que incluye conciertos, diversión, baile, disfraces y mucha gente celebrando al unísono su gran pasión: la música. Porque el Canela tiene mucho de fiesta, pero, sobre todo, destila amor por la música en directo. Un amor y un respeto que profesan tanto organizadores, como trabajadores o público, y que es el motor de la magia que se crea de miércoles a sábado en el recinto anexo a la plaza de toros de Torremolinos. Una atmósfera que ya se antojaba extinta en la mayoría de festivales del panorama nacional. Cuatro días de reencuentros con grupos o artistas ya conocidos,  emoción al ver por vez primera a tantos otros, de entusiasmo al hacer nuevos descubrimientos…  La ausencia de solapes (basta con girarse y dar unos pasos para pasar del escenario Fistro al Jarl) y la comodidad de un aforo controlado (es tan fácil disfrutar de los conciertos en las primeras filas sin acampar en las horas previas como encontrar a tus colegas o pedir rápidamente en las barras) permiten a los asistentes centrarse en lo único que debería importar en un festival: disfrutar de la música en directo.

“Hay algo que es difícil de explicar con palabras, pero es perfectamente evidente cuando se vive un Canela: el ambiente de celebración que empapa al grueso del público”

Pero hay algo más. Algo que es difícil de explicar con palabras, pero es perfectamente evidente cuando se vive un Canela: el ambiente de celebración que empapa, como la humedad de Torremolinos, al grueso del público. Las caras de felicidad y de estar a gustito (como rezaban las pantallas en esta edición) durante los conciertos; los pogos que hermanan a desconocidos; la ausencia de barreras generacionales (desde niños a gente de 60 años) y geográficas (gente llegada de todas partes de la península, islas, o más allá de nuestras fronteras); el contacto humano (desvirtualizaciones, reencuentros o nuevas amistades que se fraguan en vivo y en directo, al calor de alguna buena melodía).

Una celebración que alcanza su momento álgido en la jornada del sábado, cuando tiene lugar el gran pitote: la fiesta de disfraces. Ese momento donde te puedes encontrar una Romería a la puerta del recinto; un paso de Semana Santa en volandas en alguno de los conciertos; un inmenso dragón chino que llega a las primeras filas, casi al escenario; la boda de Almeida o múltiples versiones de Trumps de orejas heridas o tiradores olímpicos. Pero no sólo los asistentes, muchas de las bandas tampoco quieren dejar de sumarse al pitote. El sábado 24 se pudieron contemplar estampas como Yawners convertidas en Spiderman, Cala Vento ataviados como corredores de Fórmula 1 o Isa Cea y Rodrigo Caamaño de Triángulo de Amor Bizarro, personificando ‘Lady Madrid’, disfrazados de Ayuso y Leiva. Parte de la magia del Canela reside, también, en la ausencia de cabezas de cartel y en un equilibrio estilístico (aunque bajo el predominio del rock y del punk, también hay espacio para el pop o la electrónica) así como entre artistas nacionales e internacionales.

Fotografía: Javier Rosa

Más allá de las emociones vividas en estos cuatro días, desde Free Rockin’ hemos elaborado una selección con nuestros conciertos favoritos del Canela Party 2024 por jornadas:

MIÉRCOLES 21: Adiós Amores animaron la primera jornada con su pop fresco e inocente (‘Charlotte’ fue uno de los temas más celebrados’) mezclado con destellos de electrorumba gracias a un repertorio armado en base a su primer elepé El Camino. Un buen aperitivo que preparó para el cinismo pop siempre eficiente de Los Punsetes, que no escatimaron en himnos (‘Opinión de mierda’ o ‘España corazones’), uno de los conciertos más esperados de la jornada de inauguración. Con guiños a The Cure pero en una vertiente más luminosa, Deeper protagonizaron uno de los directos más potentes mientras The Tubs y su acelerado pop de mística  garajera y cierto sabor a The Smiths fueron otra de las sorpresas de la noche.

JUEVES 22: Ghostwoman tenían la labor de suplir a Bar Italia (baja de última hora por motivos de salud) y solventaron la faena con creces. El tándem guitarra-batería (a lo Black Keys o White Stripes) desprendió un oscuro magnetismo que atrapó al público en las primeras horas de la tarde. La contundencia de Viva Belgrado, con una puesta en escena diferente, en semicírculo, con sus miembros mirándose, hizo retumbar su Cancionero de los cielos (que sonó aún más desgarrador que en el disco). Del quejío hardcore se pasó al flamenco con el debut en directo del singular proyecto que une a Israel Fernández, Lela Soto y Frente Abierto bajo la estela del Omega de Enrique Morente junto a Lagartija Nick, al explorar las raíces hondas del rock. Un desenvuelto Curtis Harding (más entregado que de costumbre) transformó el escenario Jarl en una pista de baile con su tórrida combinación de soul, funk & rhythm and blues y un potente repertorio (‘I Can’t Hide It’, ‘Need Your Love’ o una versión del ‘With A Little Help For My Friends’). El recital de Big Thief fue uno de los momentos más esperados, no ya de la jornada, sino del festival. Dos baterías y la frágil pero incisiva voz de su vocalista, Adrianne Lenker (especialmente desgarradora en ‘Shark’, ‘Not’ o ‘Materpiece’, colofón final que hizo acariciar el cielo a la audiencia), hicieron del escenario Fistro un lugar para la intimidad y la emoción compartidas; las lágrimas asomaron en más de un rostro. La contundencia de las guitarras salvajes de Slift y el épico regreso a los escenarios de Standstill pusieron la guinda a la segunda jornada.

VIERNES 23: la tercera jornada se presentaba como una apuesta por la vertiente más dura en cuanto al sonido. El sol cegaba cuando los valencianos Finale subieron al escenario Jarl, donde literalmente se dejaron cuerpo (su vocalista se postula como un Iggy Pop en una faceta casi más salvaje y punkarra) y alma, firmando uno de los conciertos más intensos de la jornada con composiciones donde predominan las guitarras sucias y letras que son órdagos sin filtros. El sonido atronador y contundente se mantuvo como protagonista gracias a los vascos Lisabö, directos en su sonido (se subieron al escenario con dos baterías) y en su mensaje, (una bandera de Palestina presidía el escenario) y los simplemente arrolladores Metz que, presentaban su último trabajo, Up on gravity hill, y se han convertido en el conjunto que más veces ha tocado en el festival. Cloud Nothings combinaron la nostalgia noventera con músculo punk rock dando lugar a otro de las cúspides del pogo, mientras que la sorpresa llegó de la mano de Model/Actriz (una sugerente mezcla entre electrónica y rock duro) donde destacaba su hipnótico vocalista, Cole Haden, toda una vedette. La original propuesta del dúo Dame Area (que mezcla electrónica con synth pop o postpunk) fue la encargada de cerrar la tercera jornada.

Fotografía: Javier Rosa

SÁBADO 24: El gran pitote se inauguró con el pop desenfadado de Yawners (vestidas de Spiderman) mientras el público comenzaba a desfilar sus originales disfraces por el recinto. Con Cala Vento un público ya encendido por el ambiente acabó por prender; el power dúo catalán (disfrazados de pilotos de Ferrari, divertido guiño a su propio tema) metió primera:  velocidad,  potencia y diversión al cambiar sus instrumentos para acabar de crear esa atmósfera de hermandad con canciones coreadas por todos los allí presentes (‘Teletecho’, ‘Equilibrio’, ‘Tu Lugar’). Sin disfraz, pero protagonizando una fuerte regresión a los 60’s y 70’s, los Lemon Twigs ofrecieron un recital que fue una oda a la melodía pop: Beatles, Beach Boys, Byrds, Carole King, T-Rex o Kinks se concentran en las composiciones de los hermanos D’Addario. Un concierto vertebrado sobre su último trabajo, A Dream Is All I Know (aunque con continuos regresos al pasado o versiones de los Kinks) que supuso una píldora extra de felicidad en una noche que ya prometía quedar para el recuerdo; la gran fiesta de fin de curso. Con Isa Cea convertida en Isabel Díaz Ayuso y Rodrigo Caamaño en Leiva, Triángulo de Amor Bizarro arrojaron oscuridad y distorsión a la noche, y se arrancaron la espina de la edición 2023, donde no pudieron tocar a causa del vendaval. Entrada la madrugada, el concierto de Sheer Mag fue otro de los momentos álgidos en este último asalto. La banda de Philadelfia destiló un directo realmente adictivo con guitarras sucias que remiten al Nueva York de los setenta (si se cerraban los ojos no era difícil imaginar que se estaba en un antro de suelo pegajoso) y gracias a su hipnótica vocalista, Tina Halladay, que en ocasiones gime, otras, se retuerce, pero siempre acaba removiendo las tripas. El disco funk con tintes africanos de Ibibio Sound Machine transformó el escenario Fistro en una pista de baile para encarar la traca final con el denso tecno (café para muy cafeteros) de VVV Trippin’ You.

Con las primeras confirmaciones de cara a la edición 2025 ya desveladas (Derby Motoreta’s Burrito Kachimba,The Get Up Kids, Depresión Sonora, Bum Motion Club, Mourn, Tropical Fuck Storm, Grande Amore, Joyce Manor, Les Savy Fav y Maple), sólo queda ir desojando días para volver a disfrutar de la magia del Canela Party. Lo que pasa en Torremolinos a finales de agosto, no se queda allí; nunca te abandona. Hasta el próximo pitote.