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Cometa: atravesados por la melodía pop

El cuarteto madrileño debuta con un disco bajo la influencia del rock argentino o el pop progresivo para ensalzar la melodía pop. Un elepé que presentan este jueves 31 en El Sol

 

MARÍA CANET

En el boliche de tango El Beso, en Buenos Aires, la noche del 23 al 24 de julio y a puerta cerrada, se celebra una batalla anual de bandas de músicos callejeros. Cuatro conjuntos compiten con canciones que abordan el amor en todas sus formas por un trofeo: la Fugazzeta Dorada. Una historia de ficción, la de la Fanfarria Clandestina, que cobra vida en el primer disco de Cometa (Mont Ventoux, 2024). La banda formada por Jimmy (voz, teclados, piano), Gonzalo (guitarras), Pablo (bajo y saxofón) y Daniel (batería) es una nueva esperanza para el pop progresivo de tintes barrocos dentro de una joven escena que a nivel nacional nutren bandas como Los Estanques o Naked Family.

Cometa es la evolución de un proyecto musical que arrancó bajo el nombre de Starcade, en 2019: “tocábamos en La Leyenda o en La Wurli antes de tener algo grabado”. Unos inicios en los que Gonzalo reconoce, “íbamos como pollos sin cabeza. Mezclábamos rock progresivo, cumbia, una canción que parecía intro de sitcom, rock duro…”. El confinamiento de 2020 les sirvió para redefinir “asentar lo que queríamos hacer. Empezamos a buscar bajista, porque con el que teníamos no había entendimiento”, coinciden Jimmy, Daniel y Gonzalo. La incorporación Pablo —“yo era batería y saxofonista, pero al entrar en la banda me convertí en bajista”, menciona entre risas— y la composición de ‘No creo en el amor’, marcaron un nuevo inicio para el conjunto: “sentimos un flechazo con la canción. Decidimos desechar todos los temas menos ese con el objetivo de empezar a componer en esa dirección”, incide Jimmy.

«Trabajando con Guille Mostaza hemos aprendido a construir canciones sólidas”

El tema, que ya incluyeron en su EP Sírvase usted mismo (Mont Ventoux, 2023) ha adquirido un nuevo matiz durante la grabación del disco: “es una canción que teníamos muy trillada de tanto tocarla, a mí me daba tirria, pero ahora le hemos dado una vuelta, los arreglos son mejores”, explica Gonzalo. La visión de Guille Mostaza, productor del álbum, ha sido determinante a la hora de pulir y hacer crecer el sonido de un conjunto con mucha personalidad: “nos ha dejado bastante espacio, pero también ha metido mano y, sobre todo, ha puesto límites:  hacer que no diéramos tantas vueltas, bajar revoluciones a las baterías… Hemos aprendido a construir canciones sólidas”, cuentan los cuatro miembros del grupo.

La grabación de Fanfarria Clandestina en los estudios Álamo Shock se dilató en el tiempo: “en mayo de 2023 grabamos ‘Invítame a bailar’, que fue la primera. Luego volvimos en noviembre de ese mismo año para grabar el resto del disco, excepto ‘No creo en el amor’, que se metió en el último momento, este verano. Ha sido un poco locura”, confiesa Daniel. Un proceso que rememoran intenso: “había momentos en los que pensábamos que no lo íbamos a conseguir. Teníamos poco tiempo, tuvimos que pedir vacaciones en nuestros respectivos curros, y, al final, el disco es complejo”, apunta Pablo.

La compleja instrumentación que convierte a la melodía en protagonista absoluta, se traslada también a la narrativa del disco, desarrollada en el libreto del formato físico con un texto introductorio donde se explica el concepto de la Fanfarria Clandestina, un epílogo, y la especificación de qué banda (Los Hooligans, Los Desenamorados, Los Chasqueadores o Los Barroquianos) interpreta cada uno de los temas. Una “paranoia” ficticia que les ha permitido “darle un sentido al disco, porque cada canción es un mundo”. La guinda la conforma la portada, una composición a medio camino entre el Sgt. Pepper’s de los Beatles y la Última cena de Da Vinci: “hicimos la foto en La Perla Boliviana, un local de Usera. Fue un show; imagínate coordinar a unas veinticuatro personas más los señores que estaban ahí tomando el café”, recuerda Daniel. El relato planteado como trama del elepé, tiene su origen en Buenos Aires, país que marcó a Jimmy: “fui en el verano de 2022, un amigo mío estaba allí y me encantó. El boliche (discoteca) sí que existe, el resto es ficción. Es una forma de rendir un homenaje”, aclara. Argentina es sin duda una de las grandes influencias del disco, tanto a nivel musical (huellas de Serú Girán, Fito Páez, Spinetta o Cerati asoman en las composiciones) como lo lírico.

«Nos hemos inventado una paranoia para dar sentido a un disco donde cada canción es un mundo»

Desde la abertura con ‘Dale Cometa’, que bebe de los cánticos futboleros, se respira bullicio porteño: “entran a un estadio cantando ese tipo de canciones. Es súper bonito porque te sientes parte de la movida. Se nos ocurrió hacerlo en plan coña para entrar al escenario, pero me costó venderles la idea, porque los tres son anti fútbol. Les puse el ‘We will rock you’ de Queen, que también se canta en los partidos sin tener que ver con el fútbol, como ejemplo”, recuerda Jimmy. Los sintetizadores futuristas (“idea de Guille”) enlazan con ‘Todo por ti’, un exquisito ejercicio de pop sesentero que remite a   Los Ángeles o Los Bravos: “la escalera de coros fue muy difícil de grabar. Nos pasamos toda la canción haciendo chasquidos con los dedos, de ahí que en el libreto ponga que la interpretan Los Chasqueadores”, cuenta Pablo.

Uno de los momentos álgidos de esta peculiar ópera rock es la vertiginosa ‘Supersónico’, un tema de ritmo frenético, donde los teclados, el vaivén en la melodía y las voces operísticas al más puro estilo Queen brillan evidencian la genialidad del conjunto. Un tema (con guiño a Nino Bravo), que para los cuatro recoge “la esencia del grupo: piano, batería machacona, bajo muy presente, armonías vocales… Si hubiera que conseguir que alguien se enganchara a Cometa de nuevas, le pondríamos esta canción”. La transición que emula el momento de sintonizar la radio, “parece que pasas de Radio 3 a Verbena F.M. Es un ruido de teléfono que metió Guille para que no hubiera silencio en el álbum”, confiesa Daniel, introduce una de las grandes sorpresas del álbum: ‘Otra vez (la cumbia de los desenamorados’. Un homenaje a este género musical para purgar las penas gracias al baile donde no falta mención al Dios Maradona para ahondar en la morriña porteña: “fue delicado porque no quería que pareciera una parodia. Tiene cierto riesgo, pero está bien explorar otras esquinas” sentencia Jimmy.

La mezcla de estilos (rock, pop, ritmos latinos, psicodelia) con criterio es otro de los fuertes del cuarteto. El falsete a lo Charly García que entona Jimmy en ‘Abrázame más fuerte, abrázame para siempre’, un medio tiempo con estructura de doo-wop de los cincuenta, contrasta con el solo de saxo ochentero que perpetra Pablo: “tiene el rollo baile de graduación de instituto norteamericano con vestidos color pastel. La idea original es que fuera una canción góspel, algo quedó en los coros, pero era muy complicado”. Un interludio musical ahonda el momento romántico con “flow Morricone o Cinema Paradiso”, ‘Entreacto’, actúa como bisagra entre las dos caras del elepé: “había dos o tres   entreactos planeados y ahí hubo que pararle los pies a Jimmy. Trajimos a Sebas, un amigo nuestro, a grabar un discurso sobre el amor, pero al final metimos la tijera” confiesa Gonzalo.

La osada oda a una pizza, ‘Fugazzeta’ (que también es el premio que reciben los ganadores de la fanfarria), conforma una pieza casi decimonónica repleta de crescendos gracias a los coros o las guitarras setenteras, donde destacan los platos de orquesta que emplea Daniel en la percusión o los trinos (alternancia de notas adyacentes que están a un tono o semitono de distancia) de piano: “sufrí mucho para grabarlos. Se metían conmigo diciendo que Mozart se estaba revolviendo en su tumba al escucharme”, ríe Jimmy. De la carga barroca, a la ligereza ochentera de ‘Invítame a bailar’, inspirada en una noche que Jimmy pasó en un boliche de tangos: “no nos atrevimos a bailar porque es una movida. Hay unos códigos, incluso de miradas”. El naif pop sesentero de ‘No creo en el amor’, indaga en la dicotomía que rodea al sentimiento universal por excelencia: “de tanto negarlo, demuestras que realmente crees o deseas creer” y se liga a la plástica ‘Corazón mareado’, que entre sintetizadores, distorsión y falsete vuelve a remitir al rock argentino. El nombre de “un parque temático de Jesucristo que hay en Buenos Aires” cuentan entre risas, ‘Tierra Santa’, sirve para trazar un símil con un “sitio seguro, un lugar lleno de recuerdos”, a la vez que crea una atmósfera de brindis para cerrar el elepé. En la Fanfarria Clandestina de Cometa los rockeros bailan cumbia y los hooligans se sientan al piano. Al fin y al cabo, todos están atravesados por un único amor: la melodía pop.