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Un póquer irresistible de tesoros escondidos

CANTANTES Y COMPOSITORES QUE NO ESCUCHARÁS EN LA RADIO

 

CON LAS BOTAS PUESTAS / MANOLO FERNÁNDEZ

Son contadores de historias que no será nada fácil que escuches en las emisoras de radio. Nuestro cuatro invitados son distintas pinceladas de cómo la Americana sigue regalándonos tesoros demasiado escondidos y a veces olvidados entre ese maremágnum de novedades que parece querer borrar de un plumazo el aislamiento de muchos meses, y la sensación de que nunca íbamos a superar aquella situación angustiosa. Busca sus grabaciones y dales la escucha que se merecen. Seguro que será reconfortante.

MYRON ELKINS

Aunque tenga tan solo 21 años, Myron Elkins ha asimilado con rapidez las mejores influencias de Jason Isbell, Sturgill Simpson y sobre todo Chris Stapleton. El productor Dave Cobb se lo llevó con el cuarteto que le respalda en sus conciertos al RCA Studio A de Nashville y ha sacado adelante su álbum de debut, Factories, Farms & Amphetamines, que da continuidad a aquel Ep de cuatro canciones de hace un par de años.

Es de Otsego, un pueblo de 4000 habitantes en el estado de Michigan, pero su sonido tiene muchos más puntos de encuentro con los del Sur, que hace inevitable nombrar a los Allman Brothers y ZZ Top, rememorando algunas de las guitarras más incendiarias de los años 70. Y nos dice que fábricas, granjas y anfetaminas componen el paisaje de la América rural de estos tiempos, saltando por encima de los que participan de las fantasías del día a día. Myron Elkins no pretende ser agradable, sino honesto contando lo que sucede a su alrededor.

DRAYTON FARLEY

Si hablamos de honestidad, hay que fijarse en Drayton Farley, un nativo de Alabama al que hay que marcar de cerca en la escena de la Americana que se balancea entre el country y el rock. Propone historias que tienen que ver con las experiencias de la vida real y el arraigo, enmarcadas en una voz casi humeante de tonos agridulces.

Su próximo álbum, Twenty On High, que vio la luz a primeros de marzo, es el primero en el que está acompañado por una banda completa, tras las ediciones de A Hard up Life en 2021 y el EP Walk Home del pasado año. Sadler Vade, de la 400 Unit de Jason Isbell, ha ejercido como productor, contando con algunos de sus compañeros de grupo, además de invitados especiales como es el caso de Katie Crutchfield de Waxahatchee y miembro también de Plains. Como resultado, el registro, grabado en tan solo cinco días en los Sound Emporium Studios en Nashville, destila sonidos sureños y textos que recuerdan el humor sutil de John Prine y la franqueza de la que siempre ha hecho gala Bob Dylan.

CHARLIE TREAT

La música de Charlie Treat refleja su origen rural al crecer en una granja en Nueva Inglaterra, la región que compone los seis estados situados más al noreste de estados Unidos. Lo hizo escuchando las versiones originales de muchas melodías tradicionales. La música de clasicos como Woody Guthrie, Bill Monroe o Flatt and Scruggs se convirtieron en fieles acompañantes, además de su buena amiga Sierra Hull, con quien ha creado un álbum que refleja sus inclinaciones por esos ropajes sonoros tradicionales que se tejen con guitarras acústicas, violín, mandolina, banjo y contrabajo. Es todo aquello que puedes encontrar en el porche trasero de una cabaña, en una fogata nocturna o en lo alto de las colinas junto a tu pareja, la familia y los amigos.

Parece que Charlie Treat intentó hacer un nuevo disco de la forma más parecida a como lo hicieron sus héroes de siempre y el resultado es de lo más esperanzador de cara al futuro. No puede extrañar que las canciones que conforman Into the Wild Mystic Mountain expresen con naturalidad el haber sido grabadas en una sola toma, manteniendo una provocada sensación de rusticidad que, sin embargo, no tiene nada de tosca ni de ordinaria. Bien al contrario, las canciones destacan la química que unió a ambas, enfrentando una mezcla alegre de instrumentos acústicos contra la calidez vivida de la voz de Charlie Treat. Revelan el magnetismo, la nostalgia y una cierta sensación general de exuberancia en el proceso.

ADEEM THE ARTIST

Adeem the Artist nació como Adem Bingham en 1988. Nacido en Locust, Carolina del Norte, se trasladó con su familia a Syracuse, en Nueva York, y unos años más tarde se mudaron a Knoxville, Tennessee. Quería ser pastor, pero terminó inclinándose por la música. Desde hace una década ha grabado distintos álbumes independientes a través de Bandcamp hasta que el pasado año editó Cast-Iron Pansexual, financiado por Patreon. En aquel trabajo, Adeem the Artist, que es no-binario y pan-sexual, trataba sobre sus problemas de género e identidad sexual al haber crecido en un hogar cristiano del Sur de Estados Unidos.

Su música está muy cerca de las influencias sonoras de los Apalaches y la escena de Nashville con ciertas cercanías a las formas de Jason Isbell, BJ Barham y Sarah Shook. De esta forma, podemos incluirle en la nueva generación de músicos de Americana que profundiza en las letras más descriptivas del presente.

Su nuevo álbum es White Trash Revelry, que persiste en recorrer los caminos de su predecesor y darle continuidad, Adeem the Artist canta sobre el racismo, la identidad de género, la metanfetamina y los analgésicos, el trauma generacional o la fe. Todo ello está envuelto por una mezcla sonora que se adapta a todos los estados de ánimo, desde la melancolía al humor ácido, pasando por la diversión y el amor. Sus composiciones son tan cercanas al presente que resultan demoledoras.