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Empezar por el postre o cómo arrancar con presencia un festival

Esperar para acceder a un festival hasta bien entrada la noche no suele ser la mejor opción. Nunca hay que menospreciar los entrantes en los buenos menús

 

JORGE OCAÑA

Los primeros bolos del día tienen el matiz dulce de concierto propio. Normalmente, a esas horas tempraneras solo acuden los fieles seguidores de los grupos y aquellos con ganas de descubrir y escuchar. En el Sonorama Ribera, el viernes y sábado de esta edición, primera hora de la tarde aún no había fans acérrimos de Izal esperando su turno, ni gente aburrida cogiendo sitio para C. Tangana. Gracias a esto, los conciertos de Ángel Stanich el viernes y Rufus T. Firefly el sábado dejaron un regusto distinto al del resto. Sin aglomeraciones, agobios ni murmullos de fondo, el día ya había servido al menos un buen plato que ponía difícil el irse a casa con mal sabor de boca.

“Vamos, hostia puta”. El sol todavía quemaba cuando salió Stanich al escenario principal. Las pistolas de agua que patrullaban Aranda se echaban de menos y más de uno seguía soñando con el aire acondicionado mientras esperaba que llegaran las siete de la tarde para que apareciera el primer artista de la tarde. La agresividad de Stanich no solo buscaba empezar su concierto con garra. Necesitaba despertar de la siesta a todo rezagado, activar a los que ya habían acudido a su llamada y puede que hasta a él mismo. No costó mucho. El concierto del cantautor proponía un matiz rompedor, picante, de esos que sorprenden pero acaban gustando, y hasta la canción que sonó en su entrada lo llevaba integrado. Lo mismo pretendieron al día siguiente los de Aranjuez: una muestra de intenciones desde el segundo uno.

Si Ángel Stanich y su banda salieron al escenario con la entradilla de Twin Peaks, Rufus T. Firefly eligieron una introducción más cañí pero a su vez afín a su estilo. Cocina de fusión. ‘En el lago’, de Triana, sirvió como el último aviso de los que había ido dejando la banda durante las horas anteriores por sus redes sociales. Iban a salir a dar su mejor concierto del año, y vaya si lo consiguieron.

Platos fuertes que, conociendo sus actuaciones en directo son un seguro para empezar la jornada de festival de manera contundente y atraer a un mayor número de gente a unas horas a las que, de otra manera, no acudiría prácticamente nadie. Estos dos grupos lo consiguieron, cada uno a su manera.

ÁNGEL STANICH

A base de guitarrazos, bailes nerviosos y meneos de cadera, Ángel Stanich, que no cabía en sí, abrió la tarde del viernes del Sonorama Ribera con ‘Rey Idiota’. Hacínense, que no hay playback.

Las rarezas del músico de Santander lo han traído hasta aquí. La gente normal se podría morir, reza en ‘La Historia Es Fácil’. Es innegable el atractivo de bailar semejantes letras a un ritmo acelerado, con el tono burlón que las caracteriza y al son de una gran banda. Como acaba ‘Una Temporada en el Infierno’: Esto con Franco no pasaba.

«La respuesta de los presentes nada más oír los primeros acordes habrían dejado la sensación de haber asistido a una verdadera erupción volcánica»

Lo único que le faltó fue continuidad. Los pausas entre canciones se alargaron en exceso, algunas por la simple necesidad de afinar los instrumentos, que son los que más sufren con el calor, y otras en un intento, en gran parte fallido, de crear atmósfera y preparar el ambiente. En el concierto de apertura de la jornada, con las altas temperaturas y las ganas de marcha que tenía el público, la mayoría no habrían sido necesarios. Con la finalidad de aprovechar el tiempo, siempre apretado en festivales, Stanich evitó discursos entre tema y tema: «no os voy a dar la chapa para tocar una canción más».

La respuesta de los presentes nada más oír los primeros acordes de temas como ‘La Historia Es Fácil’ habrían dejado la sensación de haber asistido a una verdadera erupción volcánica de no ser por los descansos que, por otro lado, permitieron que el público cogiera aliento para continuar saltando sin desmayos. El cantante bromeó con el calor: “Tranquilos, que ya estamos en negociaciones para que la próxima vez nos pongan a buena hora. Eso sí, en el escenario de comedia”.

Sólo dio tiempo a sacar la maquinaria pesada. En lugar aprovechar para meter todas las canciones posibles de su último trabajo, Polvo de Battiato (Sony Music, 2021), la banda repasó algunos de sus mayores éxitos junto con ‘Rey Idiota’, ‘La Historia es Fácil’ y ‘Nazario’. Mikel Erentxun, que pasaba por allí, subió al escenario para cantar ‘Carbura’, que sirvió como inicio de una traca final perfecta seguida por ‘Escupe Fuego’ y ‘Mátame Camión’, en la que Ángel Stanich acabó tirándose al público culminando en una euforia generalizada.

¿Beato, templario, leísta? Ángel Stanich estuvo insólito, agudo y muy sólido. Y el público lo entendió y lo despidió con una más que merecida ovación.

 

RUFUS T. FIREFLY

Por otro lado, la demora de horarios del sábado en el Sonorama Ribera, para evitar riesgos por el viento, acercaron la puesta de sol al concierto de los de Aranjuez. En el segundo el turno del día en los escenarios principales, el atardecer se sumó al groove impecable y cambiante de Julia Martín-Maestro a la batería, a la guitarra encendida y los sintes de ensueño de Víctor Cabezuelo, a una banda inmersa en la construcción de la nebulosa en la que se basa su música. Sobre estos cimientos cargados de psicodelia, tan sólidos como absorbentes, da la sensación de que estén construyendo una torre desde la que saltar en cada estribillo, en cada cambio de ritmo. Miro el abismo / Él mira dentro de mí / Voy a esperarte / Sentado en mi torre de marfil. Se puede flotar en un concierto de Rufus T. Firefly. Se puede saltar desde esa torre y disfrutar de la caída.

De entre la niebla apareció sin querer llamar la atención Anni B Sweet, para interpretar ‘Lafayette’ y ‘Selene’. Calma, serena, precisa, elegante, hermosa. Su intervención fue arrebatadora y dejó uno de los momentos más mágicos del concierto y de todo el festival.

«La música de Rufus T. Firefly se fundió con el atardecer en el Sonorama Ribera»

Sin embargo, la tranquilidad solo se dejó ver en algunos momentos. La oportunidad que brindó el Sonorama Ribera al programar a Rufus T. Firefly permitió escuchar una nueva versión de las canciones de su nuevo disco. En su gira actual han arreglado sus temas anteriores a una versión más calmada, menos grunge, con un volumen reducido, adecuados al universo de El Largo Mañana (Lago Naranja Records, 2021). Para esta ocasión, han hecho el ejercicio inverso. Para adaptarse al formato festival, con todo el trabajo que conlleva, los nuevos temas se han apoderado la energía y el punch de discos como Magnolia (Lago Naranja Records, 2017) o incluso Nueve (Lago Naranja Records, 2014), y el resultado es pura excitación, furor a la merced de la batería de Julia. Sin apenas parar entre canciones, uniéndose unas con otras en un fluir de temas brillantes, de letras de amor, entrega y reflexión, los de Aranjuez deslumbraron. Flores lisérgicas que me llevan al más allá.

‘Sé dónde van los patos cuando se congela el lago’, ‘Lafayette’, ‘Un Breve e Insignificante Momento…’ o ‘Nebulosa Jade’ fueron algunas de las protagonistas que construyeron el crescendo que culminó con ‘Río Wolf’. Con Cabezuelo cantando por los suelos, aprovechando la pasarela que colocaron para C. Tangana, con el éxtasis de un concierto impecable que terminó rememorando otras épocas en las que se siguen reconociendo y regocijando. Y la música de Rufus T. Firefly se fundió con el atardecer en el Sonorama Ribera.

Lejos de las grandes puestas en escena de cabezas de cartel como C. Tangana o Leiva (la sorpresa por el 25 aniversario del Sonorama Ribera), en cuanto a decorado, luces y demás añadidos, Ángel Stanich y su banda y Rufus T. Firefly tiraron del saber hacer, la profesionalidad y el desparpajo sobre el escenario. De la calidad musical pura. Dos conciertos en los que bastó con buenas canciones y mejores músicos para abrir más de una boca y hacer botar más de un cuerpo. Dos bandas haciendo lo que mejor saben hacer. Dos entrantes que supieron a postre.