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Dani Llamas: la sangre que mantiene viva la memoria

El último trabajo del músico jerezano ahonda en su raíz andaluza y en la memoria histórica

 

MARÍA CANET

La Historia la escriben los vencedores con la sangre de los vencidos. Tinta roja derramada para acallar sus recuerdos, su verdad.  Un color rojo que emana a borbotones de la pluma de Dani Llamas en Sangre (Wild Punk, 2023), su último disco, con el que ahonda en el flamenco desde el rock o la psicodelia para reavivar la memoria de aquellos que fueron silenciados durante la guerra civil y la dictadura franquista.

Por sus venas corren flamenco y copla desde la infancia, “por parte materna, especialmente por mi abuelo. Me crié en el barrio de Santiago en Jerez de la Frontera, lo que me hizo empaparme del género como algo natural”, pero también el compromiso político de cantautores como Carlos Cano, Serrat o Víctor Jara, que heredó por vía paterna. El rock y el punk en inglés bombearon su corazón en plena rebeldía adolescente, —“si lo hegemónico es el flamenco, vas contra eso” — lo que le llevó a militar en bandas la escena underground andaluza  como The Ships o G.A.S Drummers. El camino de vuelta que inició tras su estancia en Los Ángeles, le llevó a reconciliarse con la música de su infancia y a componer en castellano: “tuve que encontrar una voz, que es lo que más cuesta. No puedo sonar a cantaor, porque vengo de otro lado, pero, a la vez, me ha sido muy fácil recuperar la parte tradicional, porque la tenía incorporada de cuando era pequeño”, reconoce.  Tras llevar a cabo “un ejercicio freudiano, muy pa’dentro”, que reflejan sus anteriores trabajos (La Verdad, 2020 y A Fuego, 2022) el jerezano logrado dar con “un camino bastante propio” donde guitarras eléctricas, teclados o baterías emanan quejío, y que en Sangre alcanza su zénit: “no todas las canciones se corresponden con un palo del flamenco, pero sí que todas suenan a andaluz”, subraya.

«Lo que generas con una banda tocando por primera vez, es una energía primigenia muy guay. Si eso los gastas en muchos ensayos previos, hay muy poco margen para aportar»

Ese mismo ADN marcado por la fusión de estilos es el que comparte con Paco Loco, productor del elepé: “Paco me dijo que era uno de los discos más difíciles que había grabado, pero que estaba muy contento con el resultado”, dice con una sonrisa. Los toques de jazz en los pianos destartalados de ‘Sangre’ o el ambiente psicodélico de ‘Trilla del Tiempo’ —»un cante que se hacía para arar el campo. El folclore y la psicodelia se llevan muy bien”— son algunos ejemplos de esos “pacoloquismos”, imperfecciones que otorgan personalidad a los temas: “él tiene una cabeza privilegiada; tú estás viendo la silla y él está viendo la fábrica, el bosque de dónde viene la madera”, sentencia. A diferencia de sus anteriores trabajos, Llamas llegó al estudio sin una dirección concreta: “eso es algo muy chulo que aprendí de los americanos; lo tú generas con una banda tocando por primera vez, es una energía primigenia muy guay. Si eso los gastas en muchos ensayos previos, hay muy poco margen para aportar. En este caso, sólo llevé la estructura y la letra”. Para el músico, “democratizar los procesos creativos, abrir a que participe la gente”, ha sido esencial en un álbum donde el guitarrista Raúl Cantizano, The New Raemon y Rocío Márquez han sido parte de esa construcción activa. La cantaora acompaña a Dani en los siete temas que se corresponden con palos flamencos: “Paco le dijo: Rocío, estás a una canción de pagar tú la grabación”, recuerda entre risas.

Llamas lleva a cabo una revisión del género desde una perspectiva actual.  ‘Que Un Rey Me Juzgue’ es un mirabrá, “un palo muy luminoso que se canta en Cádiz y que tiene que ver con el periodo Liberal. La parte del pregón, en la que normalmente se vende fruta está modificado”; ‘Sangre’ un cabal; ‘Ruido Que Nunca Calla’, una alboreá (canto tradicional de las bodas gitanas) convertida en krautrock que “no habla del pañuelo”. Otras sonoridades como la vertiente orquestal de ‘El Color de los Días’, convierte una oscura y fronteriza bulería por soleá en “un dueto a lo Raphael y La Jurado”, dice entre risas, con guiños al sonido Torrelaguna que en los setenta imperó en el sello Hispavox. El folclore latinoamericano late en ‘Vidalita’, a través de “una especie de ventilador que emite el sonido de una mandolina”.

La revisión de estilos en lo musical, viene acompañada por un compromiso con la memoria y “con la defensa de los derechos humanos” en las letras para dar voz a los vencidos: “sentía que tenía cierto deber de, si otros compañeros no lo están haciendo, traer algunas cosas para saber un poco dónde estamos. Aún sigue habiendo latifundios en Andalucía; jornaleros a los que no pertenece la tierra que trabajan… Es una cuestión de humanidad, no tanto política”, destaca. Cortes como ‘Luz de Trento’, una malagueña que “habla de la quema de iglesias por parte del pueblo; hay una historia iconoclasta en España que se ha silenciado”, ‘Campanas del Olvido’, ‘Una Moneda al Aire’ o ‘La Guerra Ha Terminado’ reavivan historias que el franquismo silenció: “para mí es muy importante estar en el lado correcto de la Historia”, sentencia. Una prosa que tiene su raíz en el campo, las calles, en cantos populares que trascienden generaciones, —“me suelen preguntar si las letras son mías, porque parecen populares, y eso es muy bonito” — y que distingue del folclore: “eso es algo que se desentierra una vez al año. La cultura popular es otra cosa, está de forma permanente y muy ligada a la música: en Jerez, el flamenco; en Cádiz, el carnaval. El flamenco no es folclore, es un género musical”.

«Aún sigue habiendo latifundios en Andalucía; jornaleros a los que no pertenece la tierra que trabajan. Es una cuestión de humanidad, no tanto política”

En cuestionamiento constante, el músico recala últimamente en la revisión de la copla: “es un género muy interesante al que hay que quitar la caspa. Yo entro más en esa primera copla de principios de siglo, más que la de los 50 con su asociación con el franquismo. Es un género que ha sido muy progre: El Café de Levante, que también nombro, era un café frecuentado por homosexuales. No lo digo por decir”, señala. Sea cual sea el género, Dani Llamas conserva en su música la memoria que no puede ser borrada. Como una melodía popular, esa sangre mantiene vivo el pulso de los vencidos, asesinados, silenciados. La sangre mantiene viva la memoria.