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Daniel Romano: el genio camaleónico que necesitaba el S.XXI

El artista canadiense vuelve a sorprender con la publicación del directo Okay Wow y Visions Of A Higher Dream

 

 

MARÍA F. CANET

Metan en una coctelera a Hank Williams, Gram Parsons, Iggy Pop, Marc Bolan, Bowie, Bob Dylan y a los Beatles. Agítenla con energía. La sustancia obtenida tiene nombre propio: Daniel Romano. No es pretencioso afirmar que el canadiense es el músico más sorprendente —y prolífico, suele mantener el vertiginoso ritmo de un disco por año, puede que incluso hasta dos— de lo que llevamos de siglo; ha pasado del sonido añejo de barra de Honky-Tonk de sus inicios al rock and roll lisérgico, pasando por el pop, el glam e incluso el punk. Escuchar a Romano es hacer un intenso recorrido por toda la música popular estadounidense del S.XX. Posee el gen dylanita de la reinvención continua, ese que le lleva a sorprender constantemente, como ha ocurrido durante el confinamiento. Hace unos días veían la luz el potente directo Okay Wow —que guarda la esencia del Dylan recién electrificado— y las diez nuevas canciones que componen Visions Of A Higher Dream, un álbum en el que sigue el sendero del pop rock lisérgico de los 60’s/70’s.

Este sueño álgido arranca con el estruendo de unos potentes riffs de guitarra —que parece manejada por Pete Townshend de The Who— en el principio de ‘Where May I Take My Rest’, una montaña rusa de sonoridades que pasa del power pop al folclore, para culminar con unos oscuros sintetizadores. Cumple su misión: atrapar al oyente. Cuando uno se quiere dar cuenta, ya está sumergido en la melodía jazzística y orquestal de ‘I Cannot Be More Lonely’, en la que destacan los vientos, con un saxo hipnótico sobre fondo acústico mientras Romano admite “no puedo estar más solo”. La preciosa balada folk ‘Lilac About Thy Crown’ conserva esta atmósfera de cuento y fantasía gracias a los violines, el pedal steel y algunos despuntes eléctricos.

A pesar de las dispares referencias, Romano parece haber seguido firmemente la estela de George Harrison y su mítico All Things Must Pass. Prueba de ello son el slide de la decimonónica y luminosa ‘Girl In A Bat Full Of Tears’, o el muro de sonido —insignia de la casa Spector— forjado a base de potentes vientos, coros y percusión en ‘Nobody Sees A Lowered Face’, que discurre entre in crescendos, con guiños a hits harrisonianos como ‘Awaiting On You All’o el final del ‘Love You Too’ del Revolver, entre sitar y timbales. La trilogía Beatle se cierra con la psicodélica ‘Boy in a Crow-Skin Cape’, de melodía cambiante y rebelde, al más puro estilo Lennon, donde se dan cita órganos, vientos y el graznido de unos cuervos.

En ocasiones Romano vuelve a calzarse sus viejas botas de vaquero. La melancolía se palpa en las guitarras y el pedal steel de ‘Paper Rose’, que traslada a  un bar de carretera, o en el dulce piano de ‘Nothing Is Still (In a Shaken Heat)’, ambas ejemplos perfectos del country cósmico que impulsó Gram Parsons. El folk añejo aparece en ‘At Times The Fools Sing Freely’, balada aderezada por violines, en un guiño al Dylan de los tiempos de Desire. Rabioso al cantar, el de Ontario se sacude la melancolía a golpe de guitarrazos pegajosos, en ‘Visions Of The HIgher Dream’, tema entre las guitarras adictivas de Big Star y el sonido pegajoso de T-Rex.

Inconformista y ecléctico, Daniel Romano ha pasado de lamentarse entre botellas de wishky a envolver su nostalgia en purpurina. Sus trajes bordados de caballero sureño y su sombrero de cowboy reposan en el armario, mientras se enfunda camisetas ajustadas que dejan entrever su torso y pantalones acampanados. Es el genio camaleónico que necesitaba el S.XXI.