‘Earth to Dora’, el nuevo refugio de Eels
Un salto más en la impoluta discografía de la banda de Mr. E
PABLO VÁZQUEZ
Es bien sabido que las desgracias, ya sean en forma de muerte o de desengaño amoroso, han inspirado a los artistas a lo largo de la historia. Quizá por ello la producción musical de Mark Oliver Everett es tan alta. Como nos relata en profundidad en sus memorias Cosas que los nietos deberían saber (2007, Blackie Books), su vida dista mucho de haber sido apacible y sencilla.
Everett se refugia en la música y no permite que sus lágrimas pasadas inunden Earth to Dora, el decimotercer elepé de su banda Eels. Un trabajo que si bien no aporta nada novedoso a su discografía, es posiblemente su mejor disco de los últimos diez años. Formado por 12 canciones, predomina el sonido bautizado por el propio Mr. E (su alias artístico) como soft rock, algo sorprendente ya que su última gira era de un carácter más eléctrico y cañero.
Si bien a lo largo de sus discos nos han ido ofreciendo nuevos matices, los Eels nunca han sido un grupo excesivamente rompedor. Exceptuando sus directos, que varían radicalmente según la gira que estén realizando, su rango musical actual no dista demasiado del que iniciaron allá a mediados de los años 90. Earth to Dora se muestra como un disco amable, inspirador e increíblemente melódico, aunque también puede pecar de conformista y falto de ambición.
Salvo ‘Are We Alright Again’, todas las canciones fueron compuestas en la ya lejana época pre-pandemia, por lo que priman las letras intimistas, con el amor y el desamor como eje central. A pesar de plantearse retrasar el lanzamiento del disco, Everett decidió mantener la fecha original ya que, en sus propias palabras, “la gente está necesitada de música, quizá más que nunca”.
A pesar del carácter introspectivo del disco y del reciente divorcio de su autor, no se trata de un trabajo oscuro, sino que ofrece mucha más luz de la que puede parecer en un principio. Es evidente que aún sobrevuela la sombra de esa relación fallida sobre algunas de las letras, pero estas trazan un arco narrativo que acaba de nuevo en lo alto. Por ejemplo, ‘Dark and Dramatic’ habla de cómo detectar de manera precoz cuando un noviazgo se empieza a convertir en algo tóxico y aprender a dejarlo atrás. Esta suele ser una tónica habitual en su música, la de ofrecer esperanza en tiempos desesperanzados.
Esto lo encontramos en canciones realmente ilusionantes como ‘Gentle Souls’, ‘Baby Let’s Make It Real’ o ‘Earth to Dora’, esta última inspirada en una conversación que tuvo con su amiga Dora, ex-miembro del staff de la banda: “Solo estaba tratando de animarla, y pensé que si escribía una canción sobre ello quizá conseguiría animar a más personas”, comentó en una entrevista reciente.
La continuidad estilística que comentábamos al principio se hace evidente en canciones como la que cierra el disco, ‘Waking Up’, que recuerda a otras composiciones suyas como ‘Blinking Lights (For Me)’ o ‘Whatever Happened to Soy Bomb’. Al igual que estas, se trata de un tema precioso que nos demuestra, nuevamente, que menos es más, y que la belleza está en lo simple.
Estamos ante otro gran álbum de los Eels, cuya discografía continúa impoluta. Un conjunto de canciones en las que destacan la sencillez y el buen hacer de E como compositor, que siempre se ha caracterizado por ser un artesano de hermosas melodías. Guitarras delicadas, baterías dinámicas y arreglos elegantes conforman el que puede ser uno de los discos de este 2020 tan fatídico, demostrando la utilidad de la música como refugio.