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El canto astronómico de María Rodés

El cuarto trabajo de la artista catalana, Eclíptica, traza un mapa sonoro de imaginario celeste para hablar de las historias de nuestra tierra

RAQUEL ELICES

María Rodés se ha ganado a pulso un hueco en el firmamento. Cuando era niña, descubrió que una parte de la Luna llevaba su apellido. Un cráter en mitad del satélite al que su tío bisabuelo, Lluís Rodés, había dado nombre en los años treinta, cuando dirigía el Observatorio del Ebro. En plena Guerra Civil, aquel hombre cambió los surcos que partían su país para buscar los que escondía la Luna. María conoció el trabajo de su antepasado a través de los relatos de su padre y de los diarios que el astrónomo dejó a su familia. Fascinada por su historia, hace seis años la artista catalana se trasladó hasta Balada, un pueblo tarraconense cercano al Observatorio en el que vivió su tío bisabuelo.

Ese es el punto de partida de Eclíptica (Satelite K, 2018), el cuarto trabajo de María Rodés. Una suerte de imaginario que órbita entre astros para hablar de una historia que cuesta eclipsar. Explorando los escombros de una guerra, la cantautora traza un mapa sonoro a través de la nostalgia agitada de Lluís Rodés y las memorias que dejó escritas. Aquel pasado celeste se cuela en canciones que parecen tener su propio sistema gravitatorio. El motor es la exuberante voz de María Rodés, que flota en ellas con una fuerza etérea y desgarradora.

María mira a la Luna, pero no olvida el suelo que pisa. La experimentación sonora en la que se adentra en esta nueva etapa no abandona las raíces de aquel folclore que tan bien supo cuidar en «María canta Copla» (Chesapik, 2014). Composiciones como ‘Luciérnaga en el cielo’ mezclan sonidos populares, lumbres y fuegos melódicos a través de un eco mágico. La Guerra Civil entra de lleno en ‘Sirena’, ‘Noche Serena’ o ‘Luna no hay’, uno de los temas más evocadores del disco que cuenta además con la guitarra de Nick Kello, también sobrino bis nieto de Lluís Rodés. Las «astillas de cristal» que canta Rodés aparecen como símbolo de esa memoria transparente que aún se clava en nuestra historia y en todos esos «cuerpos que no despertarán». Un ejercicio que demuestra, como ya hizo Bambikina con su ‘Serranita de la Vera’, que la memoria histórica también cala en las generaciones más jóvenes.

Del otro lado de esa Luna, están canciones como ‘Nana Negra’, una delicada pieza cantada en catalán en el que Rodés funde su voz entre sintes y ecos que parecen venir del espacio. Destaca también ‘Chocará conmigo’, en el que la barcelonesa se atreve con la cumbia. Acompañada por la cantante mexicana Ximena Sariñana, sus voces profetizan, como los mayas, sobre el fin del mundo en una maravilla de vaivenes circulares y atrevidos juegos de guitarra que nos invita a bailar hasta que caiga la Luna.

Como el Sol que orbita en este disco, Rodés «se dejó alcanzar por la oscuridad» de los sonidos noctámbulos. Las colaboraciones de The New Raemon y Nico Roig, prestan al disco parte de esa esencia. ‘Fui a buscar al Sol’ el tema en el han trabajado ambos artistas, es toda una declaración de intenciones. Inspirado en un eclipse solar, la canción nos cuenta el juego eterno de dos satélites condenados a no cruzarse jamás en el camino.

María Rodés configura con su nuevo disco un manto de canciones que agitan por dentro y retuercen una mágica conexión con el pasado. Eclíptica es un choque de contrastes permanente, como nuestra historia, pero al mismo tiempo baila en círculos concéntricos. Su canto onírico camina hacía esa luminosidad del eclipse, justo antes de que el Sol se cruce, por fin, con la Luna.