El último adiós de Dolores O’Riordan
RAQUEL ELICES / @remediavilla
Dolores O’Riordan (Ballybricken, 1971 – Londres 2018) tenía 18 años cuando se presentó en Limerick ante Noel, Mike Hogan y Fergal Lawlor, conocidos entonces como The Cranberry Saw Us. Apenas a una hora de distancia de su Ballybricken natal, llegó a la audición en bicicleta, vestida con un chándal brillante y un teclado Casio medio roto debajo del brazo. No necesitaba nada más para cantarle a aquella banda la historia de su primer beso y convencerles de que ella era la voz que buscaban. Aquel tema era Linger, un alegato al desamor destinado a convertirse en uno de los mayores éxitos del cuarteto irlandés que, a partir de ese momento y junto a esa voz femenina, se rebautizó como The Cranberries.
The girl who writes songs (la chica que escribe canciones), como la apodaron en el instituto, cantaba y componía temas desde pequeña. Su madre, una católica convencida, la apuntó al coro de la iglesia, donde también empezó a tocar el órgano. En su casa, sin embargo, la música religiosa que se oía tras la puerta de su habitación la predicaba el señor Morrissey. The Smith y Duran Duran fueron el alimento de su devoción más temprana, aunque tampoco le hacía ascos al heavy metal que escuchaban sus siete hermanos mayores. Quizá por eso no le costó calzarse sus Doc Martens y cambiar los vestidos florales que le ponía su madre por cuero negro. Así apareció O’ Riordan junto a su banda en su primer concierto. Era 1991 y el grupo irlandés presentaba al mundo su primer EP, Uncertain. Un disco de cuatro temas, todos ellos compuestos por O’Riorndan, del que curiosamente Linger se quedó fuera.
El error se enmendó pronto. Dispuesto a rescatar la historia de aquel beso fugaz que Dolores vivió a los 17 años, Stephen Street, productor de sus adorados The Smith, entró en escena. Bajo la discográfica Island Records -que contaba en sus filas con grandes como U2 o PJ Harvey– en 1992 los de Limerck lanzan al mundo aquella gran pregunta en forma de álbum: Everybody Else Is Doing It, So Why Can’t We? (Todo el mundo lo hace. ¿Por qué nosotros no podemos?). El rock y la música folclórica gaélica se enraizaban en aquel disco gracias a la luminosa y férrea voz de la joven de Ballybricken. Surgidos fuera de la sintonía musical de aquella época, dominada por el Britpop, el éxito de su debut se fraguó gracias a la oportunidad que tuvieron de cruzar el charco para telonear a Suede en su gira de 1993.
Con la potencia de aquellos sueños que se colaron en su primer disco, los Cranberries triunfaron en EEUU, vendieron más de un millón y medio de copias y regresaron a casa convertidos en estrellas. Un éxito abrumador para una tímida y frágil joven que pasó muchas de sus primeras actuaciones mirándose los zapatos por miedo a ver la cantidad de público que iba a verlos. La propia O’Riordan fue la primera en admitir que no estaba preparada para la fama. Cuando en 1994 lanzaron No Need To Argue (Island Record), álbum coronado por el inmortal Zombie, himno generacional de los años noventa, el foco mediático empezó a ser demasiado abrasador para la artista irlandesa.
Tampoco era de extrañar. Por aquel entonces, la prensa británica había vapuleado a The Cranberries retratándoles como provincianos irlandeses y la rabia que estalló en su tercer largo To The Faithful Departed (1996). Con letras más oscuras, la cantante hablaba sobre las drogas, el miedo a la muerte y especialmente el odio a la fama. Sobre sus otras sombras tardó más en hablar. “Tengo muchos secretos sobre mi infancia [pero] son solo para mí”, declaró en 1995 a The Guardian. Tuvieron que pasar casi 20 años para que acabase revelando que había sido víctima de abusos de los ocho a los doce años por alguien cercano a su familia. Una realidad que quemaba más que la fama y que la obligó a mantener el equilibrio entre la depresión y la anorexia, y las recompensas de un gran éxito profesional.
Años más tarde, las idas y venidas de la banda le abrieron la puerta a Dolores a un camino en solitario. En 2003, O’Riordan se lanzó a una carrera irregular que produjo dos álbumes: Are You Listening? (Sanctuary Records, 2007) y No baggage (Cooking Vynil, 2009). Todavía apreciada por otros músicos, apareció en los discos de Zucchero y Jam & Spoon , y en el momento de su muerte, el pasado 15 de enero, se encontraba en Londres para grabar una nueva versión de Zombie con una banda de rock, Bad Wolves. Su objetivo, dijo en 2017 , era hacer al menos un álbum más e ir de gira de nuevo: “No he estado haciendo demasiado en los últimos cinco años. A veces pasas por períodos en los que no estás escribiendo música, solo estás lidiando con tu vida personal“.
Una vida personal que empezó del mismo modo que su música. Con un beso que ha dejado marca gracias a una voz capaz de pasar del susurro etéreo al grito más sobrecogedor y hablarnos de esas emociones crudas y adolescentes que no tienen edad.