TOP

Alonso Díaz Carmona, remar a contracorriente pero en la buena dirección

Tras años al frente de Napoleón Solo, el músico granaíno debuta con su primer disco en solitario

 

MARÍA CANET

Como el salmón, Alonso Díaz Carmona nada “a contracorriente, aunque para mí, realmente, es ir a favor de la corriente” en la industria musical. Tras años al frente de Napoleón Solo y de producir a artistas como Soleá Morente o Lorena Álvarez, el compositor granaíno inicia ahora su carrera en solitario con un trabajo de fuerte poso melódico, compleja instrumentación y poso existencialista, algo atípico en tiempos de inmediatez y minimalismo. Diez canciones que pretender dar respuesta al dilema por excelencia: ¿Qué es querer? (Casa Maracas, 2024).

La complejidad es una marea que le arrastra desde niño, al empezar “escribiendo, antes que tocando un instrumento. Siempre me ha gustado más componer, soy un poco vago para machacar el instrumento, la parte más técnica la llevo regular porque me la invento. Luego ya empecé a tocar lo que escribía”, confiesa. Curtido musicalmente en la calle, —“el maestro de la orquesta del pueblo era nuestro vecino y los cuatro hermanos nos metimos en la banda. Yo empecé tocando los platillos y luego el clarinete” —, pasó a las aulas al ingresar en el conservatorio donde, “me adelantaron unos años porque ya sabía musicar”. Actualmente, es profesor de armonía, aunque, confiesa, la rigidez de la institución no casa con su forma de entender la música: “la enseñanza en el conservatorio está completamente mecanizada, no tienen ningún futuro. Si te lo tomas en serio, acabas tocando música sin haber tocado nunca el corazón. La expresión musical verdadera es la que sale del corazón, no de un proceso robótico de tocar un instrumento”, sentencia.

Precisamente, ¿Qué es querer?, late al ritmo del corazón y sus impulsos desde la fase de composición: “fue como escuchar una voz que me decía “ponte a grabar tus canciones”, afirma el artista desde una terraza del centro de Madrid. Grabado en su estudio casero, “con una tarjeta de sonido y los diferentes instrumentos que tengo en casa”, el proceso se alargó seis meses — “creí que iba a tardar dos semanas” — al empezar “a meter a gente. Pensaba grabarlo solo, sin banda, no pensaba que fuera a tener batería, percusiones, orquesta… Me fui viniendo arriba, acabé loco”, explica entre risas. Aunque los temas se han transformado completamente desde su versión primigenia, todas las composiciones poseen un “punzamiento” fruto del uso de instrumentos barrocos que ha buscado a consciencia: la espineta —“la conseguí fuera de España, usando el traductor de google para hablar con una mujer alemana, porque aquí son carísimas”—, el salterio — “un arpa de mesa que se toca con unas baquetas”—, bandurrias, mandolinas, laúd o un piano que no puede afinarse “al estilo moderno del patrón 4:40. Tuve que afinar el resto de instrumentos a 4:32 hercios, que es una afinación antigua, para igualarlos”.

“La expresión musical verdadera es la que sale del corazón, no de un proceso robótico de tocar un instrumento”

Una labor casi arqueológica que da un particular color al disco, donde destacan la ausencia de guitarras, “ni eléctrica ni clásica, me parecía que eso endulzaba todo”, y las baterías secas, al estilo Caño Roto (Las Grecas, Los Chichos, Los Chorbos): “conseguían ese sonido poniendo bayetas encima de las baterías; llevé cincuenta bayetas al estudio, el técnico se quejaba, decía que sonaba a una caja de zapatos”, rememora entre carcajadas. Aunque bajo la fuerte impronta melódica de compositores como Juan Carlos Calderón o Manuel Alejandro, los ritmos latinos o africanos, así como folclore o electrorumba se mezclan en un trabajo ecléctico, pero, ante todo, personal, “escucho música de todas partes, pero luego lo hago a mi manera”.

El álbum plantea un dilema existencialista al que Alonso Díaz Carmona pretende dar respuesta canción a canción, como diferentes argumentos de una disertación filosófica. Para ello, las canciones respetan un orden que corresponde al momento en el “que fueron escritas, por eso van enlazadas, se van contestando”, explica. La carta de presentación es ‘Soy un humano’, donde analiza sus miedos, inseguridades o defectos entre sintetizadores ochenteros, como individuo, pero también como miembro de una colectividad: “no podemos dejar las cosas como están, tenemos que estropearlo un poquito más para la siguiente generación”, añade irónico. El poso latino de la bachata, “aunque también tiene un poco de tango flamenco”, aporta ligereza a cortes introspectivos como a ‘Ay Dios, qué va a ser de mí’, ‘Basta ya de drama’, que estrecha el lazo entre bachata y el pasodoble, o, en una vertiente brasileña, ‘Libérala’, que incorpora coros femeninos: “me iba alternando en un diálogo con Macarena, Alba y Lorena, es algo muy salsero de pretenderse”.

Díaz Carmona se pone el traje de Franco Battiato en ‘Creí que mañana sería’, con el protagonismo de la espineta, “que hace que suene más mediterránea”, o en ‘Guerrero’, un himno antibélico al compás del italodisco, con varias lecturas: “habla de la guerra, pero también de la guerra interna con uno mismo, de la guerra con las pantallas… Tiene varias lecturas”. La solemnidad que aporta la Orquesta Ciudad de Granada tiñe de nostalgia ‘Sueño borracho’, una bulería lenta que es “el bajón gordo que hay en el disco. A veces trabajo de arreglista, y tenía esta grabación que había compuesto para otro artista y no se llegó a utilizar, así que me lo quedé. La dimensión popular tan arraigada al compositor brilla en ‘Sepárate’, una pieza folclórica “rollo secta”, que concibió para que Lorena Álvarez cantara en los estribillos, o en ‘Juan Salvador Gaviota’, una ambiciosa composición de más de siete minutos de duración basada en variaciones armónicas sobre ‘La Tarara’, que narra las andanzas de un antihéroe quijotesco en la onda del Joselito de Kiko Veneno: “me había propuesto hacer un romance, un cantar de gesta que contara las hazañas de la gaviota, incluso quería seguir la métrica del romance, pero al final dije a tomar por saco”.

El final del disco se encara con la respuesta al dilema.Una respuesta que no hace otra cosa que reafirmar la duda. ‘¿Qué es querer?’ recoge las respuestas que el propio Alonso recibió al plantear la pregunta ¿qué es el amor? a diferentes personas: “cuando voy de viaje pienso en el tema sobre el que quiero escribir y voy preguntando a la gente que me encuentro sobre eso. Fui un fin de semana a la Alpujarra y se me ocurrió que me explicara la gente qué era el amor. En el viaje de vuelta en el autobús intenté ver qué se me había quedado de todo y fue saliendo esa letra que casó con esa música que llevaba más de diez años hecha”, explica. Un tema que cuenta con la colaboración de su amiga Soleá Morente: “casa muy bien con esa voz dulce que tiene. Para el principio samplée un audio suyo de whatsapp diciendo “Alonsi, que te quiero”, que es como se despide siempre en los mensajes”.

En persecución del giro y la sorpresa constante, presentará el disco en directo junto a su banda, Las Adelfas, esta vez sí, con guitarra eléctrica, para ofrecer una nueva vertiente de ¿Qué es querer?: “necesitaría una orquesta de cien personas para interpretarlo como está. Además, eso ya está hecho, que haya improvisación también me gusta mucho, nunca tengo un plan definido de lo que voy a tocar”. Remar a contracorriente, pero en la buena dirección.