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Amaral, el secreto de su ‘Dolce Vita’

Hablamos con Amaral sobre Dolce Vita, su nuevo trabajo discográfico donde construyen un paraíso de libertad y dulzura entre sonidos orgánicos y la experimentación electrónica

 

MARÍA CANET 

En su emblemática película Dolce Vita (1960), Federico Fellini retrató la amargura que se escondía en la aparente festividad y ligereza de la burguesía italiana de los sesenta. Una oda al desencanto, a la noche y sus tentadores vicios como evasión tramposa; el día llega siempre como un espejo cuyo reflejo no se puede evitar. Un concepto que se aleja radicalmente de lo que Eva Amaral y Juan Aguirre entienden y reflejan en Dolce Vita (Sony Music, 2025), el nuevo disco de Amaral.

Tras posponer su lanzamiento unos meses debido al estado de salud del padre del guitarrista y seis años después de la publicación de su último trabajo, Salto al color (Gatorama Music S.L / Sony Music, 2019), su noveno álbum de estudio ofrece quince nuevas composiciones que combinan su amor por las guitarras del pop rock y la experimentación electrónica, para reivindicar la dulzura y la belleza. A través de una sucesión de paisajes emocionales que van desde la anhelada libertad, la aceptación de la fragilidad a la gratitud, Eva y Juan han dado forma a su particular paraíso donde la música se encarga de invitar a disfrutar de los pequeños detalles. Una colección de canciones que dan cuenta de que aquellos Pájaros en la cabeza (Parlophone Music Spain, 2005) que alentaban las ilusiones de juventud del dúo zaragozano hace ya veinticinco años, se han transformado hoy en una sólida carrera que pronto alcanzará la treintena.  Entre pájaros y guitarras, en esa capacidad de detenerse, mirar atrás y alrededor para disfrutar del presente reside el secreto de la dolce vita de Amaral.

 

F.R. ¿Cuáles son vuestros primeros recuerdos musicales?

Juan: Me viene una imagen de ir con mis padres de la mano siendo un niño y pasar delante de un coche donde estaban unos chicos que eran jóvenes, pero yo les veía mayorcísimos y sonaban los Beatles. Los reconocí y busqué la canción en casa de mi primo, que era bastante mayor: A Hard Day’s Night (Parlophone, 1964). Me pareció increíble.

Eva: El primer recuerdo que tengo es con mi hermana, con la que hay mucha diferencia de edad, unos catorce años. Recuerdo que ella me sostenía de las manos porque yo aún no andaba; debería tener dos años. Me hacía bailar con la banda sonora de Jesucristo Superstar en cinta de cassette. Recuerdo que en mi casa había muchas cintas; no había tocadiscos, pero sí muchas cintas de cassette. Sobre todo, recuerdo de Simon and Gardfunkel, los Beatles… También tenía un primo más mayor con el que escuchábamos música constantemente; tenía una emisora de radio aficionada y nos entusiasmaba a los pequeños ir a escuchar y ver lo que pasaba.

El concepto de Dolce Vita que planteáis en el disco, como un lugar soñado o un paraíso en el que ser libres, tiene mucho que ver con la naturaleza, pero también asociaréis ese lugar a algunas canciones o artistas determinados, ¿no?

Juan: Sobre todo, a canciones que no son nuestras. Los dos somos muy fans de la música, antes que música somos melómanos.

Eva: Empezamos a hacer música por emular a nuestros ídolos así que… Pero no sabría decirte qué música asocio concretamente a esa Dolce Vita.

Hablemos de este nuevo trabajo. Han pasado seis años desde Salto al color, vuestro anterior elepé,  ¿Cuándo nacen estas canciones?

Eva: Hemos estado componiendo todo el tiempo, durante una gira súper larga, pero lo que se ha complicado ha sido la grabación. Conseguir abarcar todas las canciones que habíamos compuesto hasta que decidimos encaminarlas en el estudio nos llevó bastante tiempo. Queríamos abarcar demasiadas, acotamos a estas quince, porque sí que no había manera de dejar alguna de ellas fuera. A partir de ahí empezamos a trabajar en el sentido del disco.

Dentro de esa criba ¿hay canciones descartadas de anteriores trabajos?

Juan: Por lo general, no.

Eva: Es verdad que ‘Dolce Vita’ era una canción de muchos años atrás. Tenía la melodía y el estribillo con letra, pero no conseguía centrar el tema del que estaba hablando. Supongo que, a nivel personal, he encontrado ahora lo que quería contar.

Es curioso cómo a veces las canciones encuentran el momento en el que nacer…

Eva: Hay muchas que se quedan ahí durmientes durante mucho tiempo porque no acabas de encontrar el camino y, de repente, un día ella sola se destapa y lo encuentras.

«Con las guitarras se puede conseguir algo más físico y menos cerebral; apagar la razón y utilizar la intuición»

¿Ha habido alguna diferencia a la hora de trabajar para este disco respecto a los anteriores?

Juan: Sí, bueno, todos los discos son diferentes y la aproximación a este creo que también. Partíamos del hecho de que, en las letras, no nos queríamos esconder detrás de figuras, tenían que ser más personales. Por mi parte, tenía claro que quería volver a utilizar las guitarras de una forma más preminente, más presente.

Eva: Aunque en realidad, nunca nos fuimos de ellas.

Juan: Sí, pero cada vez tengo más la sensación de que con las guitarras se puede conseguir algo más físico y menos cerebral; apagar la razón y utilizar la intuición. Quizás la música electrónica o programada es más cerebral, aunque parezca más cañera, en realidad es menos agresiva, y algo tienen las guitarras que es especial para mí.

Vuestras guitarras son, desde luego, muy reconocibles. Escuchando el disco da la sensación de que habéis recogido muchos elementos presentes en anteriores trabajos (las doce cuerdas, el folclore, la electrónica, la presencia de la naturaleza…). ¿Creéis que habéis logrado una mejor fusión de todos ellos?

Juan: Desde luego, hay muchas cosas que en los discos anteriores son ensayos para llegar hasta aquí. No las podríamos haber hecho sin haber hecho lo anterior.

La electrónica, por ejemplo, estuvo más presente que nunca en vuestro anterior disco, Salto al color (Gatorama Music S.L / Sony Music, 2019), pero ya en Estrella de mar (Parlophone Music, 2003) estaba…

Eva: Totalmente, estaba desde el principio, y aquí sigue estando, lo que pasa que ahora la mezclamos con más cosas, como la parte sinfónica.

La dimensión orquestal es algo con lo que también lleváis trabajando tiempo.

Eva: Habíamos hecho canciones con orquesta de cuerda, pero, en esta ocasión, los dos temas que tienen esos arreglos, ‘Dolce Vita’ y ‘Los demonios del fuego’, nacieron con esos arreglos, es una parte importante de los dos temas.

La percusión, especialmente, parece cuidada al detalle. Habladme de cómo habéis enfocado esta parte del trabajo.

Juan: La clave de eso, creo que tiene que ver con haber hecho un grupo de producción muy cerrado entre Eva, Álex Moreno, nuestro batería, Pablo Fergus como ingeniero, y yo. Igual que manejamos capas de guitarra, aquí había capas de instrumentos de percusión, no sólo estrictamente batería o percusión; conviven las dos cosas juntas y creo que le da un punto tribal que le saca un poco del rock anglosajón.

Eva: El hecho de que uno de los coproductores sea batería y percusionista, influye bastante (risas).

Aunque la instrumentación clásica tiene protagonismo evidente, la producción resulta muy moderna.

Juan: Es curioso, algunos periodistas han opinado que el sonido es muy Amaral, pero es cierto que hay muchos elementos que son muy nuevos que no habíamos trabajado nunca. Creo que eso es positivo, porque significa que puedes emplear elementos contemporáneos sin perder tu esencia o al servicio de canciones que se podrían desnudar y ser tocadas solamente con un piano o una guitarra.

Otro de los elementos que parecen haber sido muy meditados es el orden de las canciones. El disco empieza con ‘Libre’, que es una aspiración a lo que se desea ser; termináis con ‘Pájaros’, muy anclada en el presente, y, entre medias, hay todo un despliegue de paisajes emocionales que van desde la tristeza a la euforia, nostalgia… ¿Le habéis dado muchas vueltas?

Eva: La verdad que sí. Desde el principio, teníamos claro que queríamos empezar con ‘Libre’ y terminar con ‘Pájaros’, porque de repente se hace de noche, suenan ranas, grillos que grabé con el móvil, pero nos parecía bonito acabar con esa idea de que en el paraíso de repente oscurece. Pero luego, a lo que pasaba en medio, sí que le dimos muchas vueltas para que tuviera coherencia y para que ese relato fluyera. ‘Dolce Vita’, por ejemplo, está después de muchas cosas que pasan emocionalmente hablando, llega el estallido.

Vuestro concepto de ‘Dolce Vita’ se aleja mucho del de Fellini. Si su película representa la nocturnidad, los vicios, el desencanto, la amargura que esconde la aparente euforia de la burguesía italiana, este disco ofrece todo lo contrario. ¿Ha sido premeditado?

Eva: Totalmente, queríamos darle la vuelta al término dolce vita, agarrarnos al sentido más literal y utilizar la dulzura.

¿Ha habido alguna canción que haya cambiado notablemente desde su concepción original a la versión final?

Juan: Sí, ‘Hasta que la música se acabe’, por ejemplo, pasó de ser una canción muy folk a ser más rock and roll primigenio. También ‘Libre’, adoptó un carácter más experimental, la base rítmica y en la intro sobre todo. ‘Ahí Estás’, cambió bastante desde cuando la estrenamos en directo en el Sonorama; pasó de tener elementos de clasicismo a elementos de EDM, de una especie de melancolía eufórica. Me obsesioné mucho con el sonido de la canción porque en el Sonorama me sonaba un poco fría y creía que tenía que tener algo cálido, transmitir esa euforia, que en principio parece algo contradictorio, pero es verdad que hay canciones que provocan esa mezcla de sentimientos.

Ocurre con músicos como Tom Petty, que por ejemplo utiliza afinaciones abiertas, melodías muy luminosas para hablar muchas veces de cosas tristes…

Juan: Tom Petty Death Cab For Cutie, R.E.M, muchos clásicos, pero de ahora también, Wolf Alice… Una canción que contiene sentimientos contrarios.

En ‘Libre’, Juan, tocas la guitarra española, pero has reconocido que al principio no querías, y fuiste tú, Eva, la que lograste convencerle, ¿cierto?

Eva: Sí, yo y todos los que estábamos en el estudio,

Juan: Yo tengo una guitarra española Vélez-Málaga, con tapa de ciprés, que tiene toda la flamenquidad que yo no tengo.

Eva: Inversamente proporcional (risas).

Juan: Sí, yo quería que tuviera ese sabor del nylon bien tocado. Tenía el arreglo básico y me empujaron a grabarlo. Me costó porque no sonaba como yo quería. Esa cosa de ataque que tienen los flamencos en la guitarra, a mí me suena más melancólico porque vengo de ahí.

En esta canción se ve muy bien la coexistencia de sonidos orgánicos y una parte más electrónica.

Juan: Es una mezcla, exacto.

Eva: Queríamos que hubiera un contraste entre el preciosismo de las estrofas y que el estribillo fuese una masa sonora que sorprendiera. Un poco como la bandera del videoclip.

En ‘Tal y como soy’ mostráis vulnerabilidad sin reparos. Hay un guiño al momento en el que os dieron la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes en 2021. ¿Cuesta verse en esas situaciones, creérselas?

Eva: Habla de en qué momento estábamos metidos debajo de la mesa del salón viendo una película que no nos dejaban ver y hemos aparecido aquí con una medalla a las Bellas Artes que nosotros entendíamos que era para gente del lírico, nos sentíamos un poco intrusos.

¿Se acaban por disfrutar esos momentos?

Juan: Sí, porque te influye la curiosidad por vivir esos momentos. Nosotros somos capaces de convertirnos en observadores de las cosas que nos pasan. Cuanto más vives, más te das cuenta de las cosas que te faltan por aprender, más dudas de las cosas que creías más firmes. Es de los temas más directos del disco, creo que nos sentiremos muy orgullosos de ella en el futuro cuando se asiente.

«Queríamos darle la vuelta al término dolce vita, agarrarnos al sentido más literal y utilizar la dulzura»

‘Ahí Estás’ es un tema que reivindica lo comunal e invita al contacto. ¿Cuesta tanto acercarse al otro?

Eva: Sí, vivimos un momento donde se dicen muchas cosas por pantalla y pocas en persona, pero nosotros seguimos apostando por el cara a cara.

Dentro de la variedad de estilos que tiene el elepé, ‘No lo entiendo’ se acerca a la música negra a través de esa sección rítmica ¿no?

Eva: Puede ser, hay una parte de cambio de ritmo donde nos gustaba combinar la cabalgada de la percusión con las guitarras, acercarnos a Fleetwood Mac, a los que adoramos.

Es el momento del disco donde aparecen las dudas…

Eva: Es el psicoanálisis, una canción de autopsicoanálisis (risas).

¿Pensabais en algo concreto que a día de hoy seguís sin entender?

Juan: Sí, queríamos jugar con el no entender la sociedad en la que vivimos, y contraponerlo a cosas que pasan. No comprender por qué nos enganchamos a personas, experiencias, relaciones. A veces también el miedo que tienes a salir de algunas situaciones, a evolucionar. El verso de “si crecer fuera extraer la piedra de la locura”, hace referencia a un cuadro, La extracción de la piedra de la locura de El Bosco, y para mí la esencia podría ser “ya sé que no es vivir reprimir los pensamientos”. Hay una parte de lo que uno siente o piensa que no se puede reprimir porque no somos seres racionales todo el rato. La mayor parte del tiempo somos seres irracionales.

‘Rompehielos’ representa el momento de tratar hacerse fuerte, protegerse.

Eva: El caminar con una coraza, hacerse valiente e invocar a la fortaleza, aunque no sé si funciona, la verdad (risas). Esa coraza tiene su parte buena y su parte mala…

Tiene un poso soul con esos vientos que irrumpen…

Eva: Tiene una rítmica que tiene pinceladas reggae.

Juan: Es la canción más Jamaica que hemos hecho, tiene un punto dub.

Cuando, Eva, cantas “soy cantante y cantera” juegas con un doble sentido…

Eva: Sí, cantera de piedra (risas). Estudié artes y oficios y una de las asignaturas era escultura. Elegí tallar piedra; Juan me ha visto haciendo escultura, me gustaba mucho, ahora ya no tengo tiempo, pero hacía la broma de “soy cantante y cantera” (risas).

Habéis mencionado que ‘Eso que te vuela la cabeza’ nace de una pulsión sexual pero que luego se fue transformando, ¿cierto?

Juan: La idea de la que partió la canción era la de una pulsión que te arrastra, pero la canción estaba tan abierta, que el reto era reflejar una pulsión muy intensa, más que definirla. La canción fue creciendo, porque realmente, lo interesante, es que cada cual ponga lo que quiera que sea que te genere eso. Los seres humanos, con toda la complejidad que tenemos, somos al mismo tiempo muy básicos. Estoy orgulloso porque ha quedado muy intensa y la batería está muy contenida. Puede ser que en directo le demos una vuelta y la hagamos más bestia.

Eva: Yo la canto pensando en mi pasión por la música. Lo bueno es que cada cual puede pensar en algo distinto, ondear la bandera que quiera ondear.

En cierto modo, ‘Podría haber sido yo’, donde homenajeáis a Víctor Jara, también bebe de esa idea ¿no?

Juan: Creo que lo bueno es que realmente utilicemos iconos importantes en nuestro imaginario. Si te fijas, también aparece mucha iconografía anglosajona (Marx, Leia, Sylvia Plath…), pero usamos esas referencias para hablar de cosas muy sencillas, para que alguien que no conozca esas referencias pueda conectar. Zaragoza, nuestra ciudad, aparece muchísimo, en contraposición a otras que hemos visitado.

Con Chile también tenéis una conexión especial ¿verdad?

Eva: Sí, porque fue uno de los primeros países que visitamos cuando salimos a tocar.

En la letra decís “no quedan más respuestas en el viento”, ¿guiño a Dylan?

Eva: Sí, hay pequeños guiños ahí. Uno a Dylan y otro a Enrique Morente con “el sistema no se cambia desde dentro”. Tuvimos mucha fortuna de compartir cantar con él ‘No soy como tú’.

Juan: En realidad ahí combatimos el idealismo sesentayochista de generaciones pasadas en un mundo donde no tenemos quizás ese idealismo de cambiar el mundo. Ya hemos aprendido que la realidad se cambia de otra forma, no a través de los discos. Pero, es un juego, estamos jugando todo el rato. Todas las canciones tienen una apariencia de sencillez y fluidez, pero tienen muchas lecturas. Hacer una letra criptica que nadie entienda, es muy fácil; empiezas a juntar palabras que suenen bien y ya está. Lo difícil es que te representen en muchos momentos diferentes del día porque todos somos muy cambiantes. Y que al mismo tiempo tenga valor encima de unos acordes, con un fraseo y con una voz determinada. A ese nivel, no sé lo que dirá la gente, pero sinceramente, creo que es lo mejor que hemos hecho. Hemos encontrado una manera de entender las canciones mucho más abierta que cuando empezamos y más fascinante. Sólo tenemos nueve discos, y aunque no tenemos veinte años, creo que es ahora cuando estamos dando saltos de una canción a otra que son excitantes, y es lo que merece la pena.

«Hacer una letra criptica que nadie entienda, es muy fácil. Lo difícil es que te representen en muchos momentos diferentes del día porque todos somos muy cambiantes»

¿Cómo nace esta canción? Porque también bebe del folclore latinoamericano…

Eva: Total, sin duda.

Juan: Fue un poco casualidad. Todo el tema surgió a raíz de una melodía de guitarra que es la que abre. Se me ocurrió la música de la estrofa, pero no le sabía poner letra, le pedí a Eva que le pusiera una letra que se le ocurriera encima de esa música. Eva puso el principio y ahí vino todo. Fue una búsqueda a partir de un riff de guitarra.

Es un tema que también es una reivindicación política, pero de una forma muy natural, muy vuestra…

Juan: Nos involucramos sobre todo con la belleza y la energía que sentimos por el rock primitivo, el punk.

¿Eso sigue ahí?

Eva: Supongo que sí.

Juan: Yo creo que sí, los dos lo llevamos en ese ADN. Lo que nos interesa o emociona del punk, esa energía bruta que no tiene que ver con los clichés. Tiene que ver con cierta forma de tocar que no pasa por distorsionar el ampli, con mucha música increíble que hemos recibido de los clásicos.

Eva: Y con la belleza de esas melodías, no sólo la energía.

Joe Strummer, por ejemplo, representa muy bien eso que comentáis. Los Clash hacían punk rock pero había mucha melodía en sus canciones, se acercaron a otros géneros como el reggae…

Juan: Si tú escuchas los discos de los Clash, no cantan distorsionados, todo el rato hay melodías. Fueron avanzados como Joni Mitchell, que en los sesenta fue la primera estrella que empezó a mezclarse con los músicos de jazz de la black music, y que con el Blue (Reprise, 1971) da un salto de gigante. Poco se habla de eso. Igual que los Clash se mezclaron con toda la música de Jamaica. Tiene que ver con romper con los clichés del rock que a veces son muy cerrados.

Hablando de romper, creo que ‘Viernes Santo’, es uno de los temas más sorprendentes de vuestra discografía.

Eva: Es una ficción.

Juan: Es como hablar de otra pulsión intensa que es tan mágica que casi tiene algo místico, sagrado. Es un poco lo que pasa en nuestra tierra con la Semana Santa. Lo bueno de tener una banda es que te llaman para cosas bastante alucinantes. Una vez nos llamaron para participar en los tambores del bajo Aragón, para la Rompida de la hora, y descubrimos que allí se mezclaba una pulsión sagrada con otra súper humana porque la gente compartía, bebía, había masas de gente en la calle en torno a una euforia colectiva. Eso lo descubrimos también en Andalucía y queríamos utilizarlo para escribir una canción.

De hecho, Eva, tú cantas muy bajito, como para acompañar ese aura de religiosidad…

Eva: Hay un registro que no había explotado antes que era un tono muy susurrado, con agudos, y estuvimos explorando para que quedara confesional.

Hay un contraste muy fuerte entre este tema y el que le sigue, ‘Dolce Vita’, que empieza a modo casi de réquiem, recitando, y donde hay vientos, una parte que parece cantada con megáfono…

Eva: No lo grabamos con megáfono pero es cierto que recoge esa sensación. El arreglo orquestal es muy bonito, habla mucho de la naturaleza.

La letra incide en no querer ser “la voz de una generación” ¿habéis sentido que os han puesto ese peso”?

Eva: No, para nada. Es una metáfora para hablar de la ligereza que quieres sentir en tu existencia, sentir que somos muy poca cosa, estamos muy poco tiempo y hay que aprovecharlo al máximo.

Al final de la canción hay un arreglo que recuerda al ‘Tomorrow Never Knows’ de los Beatles…

Eva: Sí, la guitarra al revés.

Juan: Eso fue premeditado. Al principio lo hice como un juego, creía que lo íbamos a quitar, pero Eva y el resto del equipo quisieron dejarlo. Toda esa parte del Rubber Soul (Parlophone, 1965) y del Revolver (Parlophone, 1966) lo llevo por dentro, es increíble.

Después de la euforia, llegan los miedos con ‘Los demonios del fuego’. Habladme de esta canción.

Eva: Es una canción importante. Es muy personal, habla de una sensación de inicio, de empezar a vivir tu vida de otra manera, decidir qué cosas se quedan y qué cosas se van en un momento vital en el que encuentras lo que es realmente importante, que son las cosas pequeñas. Es agarrarse a ello como si tus manos fueran las raíces de un árbol y hubieras encontrado la estabilidad y la paz. Pero, claro, aunque hayas encontrado la paz van a venir a rodearte los demonios del fuego que representa ese final caótico de orquestación muy envolvente, que va creciendo, tiene un punto misterioso.

Resulta imposible escapar a ciertas emociones o momentos de debilidad. Esa idea también está presente en ‘En el centro de un tornado’, cuya estructura, mezclando diferentes historias de vida, recuerda a ‘Marta, Sebas, Guille y los demás’…

Eva: Exacto, es una historia coral. El estribillo, que no es estribillo, es una parte instrumental entre estrofas, pretendía recrear esa sensación de estar en el centro de un tornado mientras todo gira alrededor de ese gorrioncillo, que se supone que está en calma. Es una canción que habla de una sensación de impotencia, de fragilidad ante hechos que se escapan de tu control, de cómo no saber ni por dónde empezar a intentar tomar el control de cosas que es imposible.

En la canción hablas de tu padre, Eva, y de la época que le tocó vivir. Aunque cada tiempo tiene su dureza, es cierto que esos sí que fueron años realmente duros…

Eva: Mi padre nació en el 29, llegó a la adolescencia en plena posguerra con una hambruna bestial, eran una familia muy pobre, pasaron mucha hambre.

Juan: Mi padre nació en el 36, así que parecido.

A pesar de esos momentos de fragilidad, también hay un momento para el agradecimiento. En ‘La suerte’ miráis atrás, pero también al presente y al futuro de una forma positiva…

Eva: Es una canción para dar las gracias por estar todavía aquí, por todas las cosas que nos han pasado, pero también es una canción de fragilidad, porque hay gente que no tiene tanta suerte. Hemos perdido gente por el camino, y es una manera de decirle a esa gente que se ríe de la debilidad de los demás que, ojalá no sintieran esa debilidad nunca, pero que no se preocupen, que llegará (risas).

Otro de los temas con los que hacéis una especie de retrospectiva es ‘Hasta que la música se acabe’, en esta ocasión, a través de la propia música.

Juan: Es una canción que habla de un regreso al sitio que perteneces porque forma parte de tu ADN. Es un poco nostálgica, pero no lo es su energía, sobre todo el final cuando la letra dice “vamos a seguir bailando hasta que la música se apague”, porque todo continúa.

Los contrastes musicales están muy presentes en ‘La Unidad del dolor’, que arranca a piano y voz para romper con sintes muy electrónicos cuando se recuerdan cosas que hacen más amena la vida. ¿Qué buscabais transmitir con esta canción?

Eva: Tiene una producción bastante especial, queríamos jugar con esa parte más melancólica, el piano súper desnudo con la voz. Muchas veces nos duele la vida y no sabemos cómo enfrentarnos a esto. Cuesta encontrar la forma de intentar no asustarse ante ese dolor. Está relacionado con los ataques de pánico, habla de la ansiedad y de intentar encontrar formas que no sean medicamentos de intentar calmar esa ansiedad, agarrarse a cosas. Aunque, probablemente, llegará un momento que necesite algo más, a pesar de todo lo que os he contado (risas).

«Muchas veces nos duele la vida y no sabemos cómo enfrentarnos a esto. Cuesta encontrar la forma de intentar no asustarse ante ese dolor»

El final llega con ‘Pájaros’, que es una invitación a vivir el presente. Decías que teníais claro que cerraría el disco, ¿por qué?

Eva: Es la exaltación absoluta de la vida, la nuestra y de todos los seres vivos que nos rodean y que muchas veces ni nos fijamos y comparten el viaje con nosotros. A mí me calma mucho sentir que estamos acompañados, que no sólo estamos nosotros.

Es curioso que cerréis un disco de aceptación, serenidad con este tema cuando, justamente, este 2025 se cumplirán veinticinco años de Pájaros en la cabeza. Parece que esos pájaros de juventud, ahora se han transformado en madurez, ¿no?

Eva: Qué bonito, no lo había pensado así. Supongo que los pájaros estuvieron siempre y ahí siguen.

Para terminar, ¿qué música andáis escuchando ahora?

Juan: Repion me gustan mucho, las he escuchado bastante conduciendo, Shego también. No le voy a descubrir nada a nadie, pero soy muy fan de Fointanes D.C, y me he vuelto más con este último disco (Romance, XL, 2024). Me parece que es un gran disco de rock abierto.

Eva: A mí hay una chica francesa que se llama Zaho de Sagazan, que me fascina. Tiene melodías donde mezcla  pop y electrónica o sonidos más experimentales; ella moviéndose en el escenario me fascina porque es una niña pequeña, son movimientos muy libres.