TOP

El Sótano de emociones de Manola

La artista debuta con un álbum de soul, R&B y funk en castellano para enfrentarse a sus propias emociones

 

MARÍA CANET

Buscar entre las cajas de un sótano puede resultar una experiencia casi arqueológica. Reencontrarse con un pasado fosilizado en objetos que ahora acumulan capas de polvo. Ocurre también con ciertas emociones o recuerdos; se guardan en un espacio subterráneo del alma, donde no se vean. Pero el momento de hacer inventario siempre llega. Lo sabe bien Manola, que narra ese proceso en El Sótano (Calaverita Records, 2024), su primer larga duración.

La artista gaditana, que desde 2021 milita como teclista en Rufus T. Firefly, ha firmado un delicado elepé que ahonda en la música negra (soul, funk, disco o el R&B de finales de los noventa o principios de los dosmil). Una influencia que heredó por vía materna: “a mi madre lo que le flipaba era el jazz y los boleros. Cuando se casaron, mi padre iba a comprarle un coche y ella prefirió un piano que aún está en el salón de mi casa. La música era como el comer: siempre estaba ahí”. Manola empezó a cantar “antes que a hablar”, y, tras su participación en Veo Veo  —“gané el premio revelación de Andalucía”— ingresó en el conservatorio: “elegí el piano para poder acompañarme con la voz. Mi madre tenía mil vinilos de Sarah Vaughan, Billie Holiday… Escuché a tantas mujeres cantar con piano que pensé que era lo que tenía que hacer; así tengo dos por uno”. Un profesor “punki” que tuvo en una asignatura de sexto año le animó a tocar por primera vez con banda: “transformó una asignatura de música barroca donde sólo estábamos una compañera con el oboe y yo en una banda que versionaba a los Beatles. El conservatorio no estaba a favor y el tío montó un concierto benéfico para perros para que pudiéramos tocar. Ahí me di cuenta de que era lo que me gustaba”.

«Estaba viviendo de la música al fin, acababa de empezar a tocar con una banda a la que admiraba y, sin embargo, era incapaz de disfrutarlo”

Junto a su voz, el piano es el protagonista de un disco donde un género habitualmente cantado en inglés, se aborda desde el castellano, un reto “súper bonito. Yo compongo en guanchinglés. Luego cuádrale tú una palabra en castellano a esos giros que hago con la voz. En inglés es más fácil porque son palabras de una o dos sílabas, pero al final es mi idioma, es como mejor me expreso”, admite. Aunque reconoce haber estado “muy cómoda en mi cuarto cantando, no necesitaba que nadie me escuchara”, conocer a Álex Fernández (Vera Fauna), su mano derecha y productor del álbum, cuando ambos estudiaban Periodismo fue el detonante para empezar a mostrar sus composiciones: “él tenía una banda, Bittersweet, y me dijo ¿por qué no te vienes al local un día y producimos alguna de tus canciones? Fui sin pretensiones porque vi que podía aprender algo de producción y al final esas canciones se convirtieron en mi primer EP”. A partir de ese momento, Fernández se convirtió en “esa salsa que se pone a la carne o al pescado. El proyecto es de los dos. No me he planteado nunca que su visión no estuviera presente, es potenciadora de lo que yo hago”.

«Cogimos el Covid y, literalmente, nos encerramos en el sótano de mi casa. Mis padres nos dejaban la comida en la ventana. Estuvimos veintitantos días trabajando en el disco y viendo Breaking Bad»

Junto al músico se encerró, literalmente, en el sótano de la casa en la que creció en Benalup-Casasviejas, “es un sótano con camas y baño. Cogimos el Covid y nos encerramos allí. Mis padres nos dejaban la comida en la ventana”, recuerda. “Estuvimos veintitantos días trabajando en el disco y veíamos Breaking Bad”, añade Álex al incorporarse a la conversación. Además del lugar físico, ese sótano es también un lugar emocional. Manola se enfrentaba a emociones de las que huía. Las canciones, compuestas entre 2021 y 2022, nacieron “de manera cronológica. Empecé a componer para saber qué me estaba pasando porque no estaba bien y sólo con palabras no hubiera podido averiguarlo. Ha sido una vía de sanación”, reconoce.

La abertura, ‘Intro’, adelanta el resultado de ese viaje, “nunca imaginé que ese lugar fue mi hogar/estoy llegando al fin”, reza la letra —“se ve que estoy centrada en el objetivo”—, mientras que ‘Fin’, tema que cierra el elepé, evidencia el “estar todo el rato buscando un objetivo y en realidad no lo había: es el proceso”. Una narrativa circular que surgió “sin pensarlo, pero en realidad tiene todo el sentido”, a lo que Álex añade: “subconscientemente lo escribió en ese orden y se quedó ahí. Por eso es tan natural”.  ‘Me extraño’, tercer corte del disco, fue “el inicio de todo”. Un anhelo en un momento donde le costaba reconocerse: “la compuse después del segundo bolo con Rufus. Llegué a casa, al piso en el que vivía en Madrid y me puse a llorar. Estaba viviendo de la música al fin, acababa de empezar a tocar con una banda a la que admiraba, venía de tocar en un festi y, sin embargo, era incapaz de disfrutarlo. Era como, tía, ¿qué está pasando?”, reconoce. Un tema donde su teléfono sirvió como instrumento: “cuando empecé a componerla, no tenía nada en el piso y usé el teléfono. Me encantó el efecto e imitamos el sonido de mi altavoz que estaba roto”.

La intimidad a lo Alicia Keys de ‘Me extraño’ sigue a ‘Adicción’, porque “antes de darte cuenta de que estás en la mierda, seguramente te vayas de fiesta o abuses de algo porque no quieres afrontarlo”. Un corte urbano que remite al Nueva York de los años setenta y que en lo musical bebe especialmente del funk: “Ramiro Nieto, cuando grabó las baterías de este tema, me dijo que había una canción de Curtis Mayfield para una peli de Gordon Parks Jr, Superfly, cuyo videoclip parece el de mi canción”. El poso de los años setenta en su vertiente más disco se mantiene en ‘1977’, donde los coros en disonancia que anuncian “esto va a acabar mal”, actúan como voces de la consciencia: “lo planteo como mi voz interna. El 99% de los coros están hechos por mí, me respondo a mí misma”. Un tema donde incide en esa disyuntiva moral en la que se vio atrapada al entrar en Rufus T. Firefly: “me encontré con una situación que me gustaba, pero al final me provocaba dolor porque yo también quería estar ahí tocando mis canciones. Era una sensación agridulce, de querer disfrutar de eso pero, a la vez, seguir haciendo mi música. Al final, todo se pudo compaginar y acabó bien”, confirma con una sonrisa.

“No quiero tocar por tocar. Quiero dar al disco el valor que tiene y que se defienda bien”

Si ‘Rota’ corresponde al momento de tocar fondo, “el no querer ser una carga e intentar alejarte”, y el sentirse arrollada por la gran ciudad —“Madrid no es para mí. Siempre he tenido lo que llamo el trauma del rebaño, de no querer ser como el resto, y verme como una hormiguita ahí dentro, me causó una sensación enorme. Es curioso porque renegaba siempre: no me gusta el carnaval, la playa, no soy graciosa y al llegar aquí me di cuenta de que soy más andaluza que nada”—, ‘Hoy por mí’, es un oscuro blues en menores a lo Kiwanuka que ofrece la otra cara de la moneda, el “no me puedo alejar porque necesito a mi gente”. El final del disco evidencia el resurgir con ‘Estoy aquí’, donde la artista demuestra además su amplio registro vocal: “compongo sin pensarlo, me salen giros preciosos pero luego hay que trabajarlo para los directos. Aquí me creí Withney Houston”, confiesa entre risas. El productor Raúl Pérez (Pony Bravo), que trabajó junto a ellos en La Mina —“cuando nació su hijo nos dio las llaves del estudio para que pudiéramos terminarlo”— es la primera persona que, confiesa “me ha hecho valorarme como cantante. Hay una canción que se quedó fuera del disco y me decía que cantaba como una señora de cincuenta que lleva treinta años de carrera”.

‘I’m not looking back’, que posee la melodía más etérea, es la reafirmación, donde mezcla inglés y castellano, inspirándose de nuevo en Michael Kiwanuka: “traduje varias canciones suyas y vi que tenía cosas muy etéreas, así que fui por ahí. Lo de combinar español e inglés fue porque no cuadraba con versos en español y dije, así se queda. Es la canción que más disfruto tocando”. El esperanzador final es una muestra de la verdadera esencia de Manola, la balada ‘Fin’: “me parece un final súper bonito: ya te he expresado lo que tenía, así que voy a acabar así porque la balada es lo que soy” afirma con seguridad.

Aliviada tras la publicación del disco —“he atravesado muchas fases, incluso de dolor al pensar que no iba a salir. Cuando acepté eso, mis expectativas se fueron, así que ha sido un regalo sacarlo”— Manola prepara ya los directos. Su concierto de presentación en Madrid, previsto el 17 de octubre en Clamores ha tenido que cancelarse puesto que no “se han cumplido los requisitos mínimos técnicos y de producción que necesitábamos para presentar el álbum”. Rotunda, afirma: “no quiero tocar por tocar. Quiero dar al disco el valor que tiene y que se defienda bien”. Ese sótano de emociones es ahora un hogar.