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Mi Capitán, a las órdenes del rock and roll

Hablamos con Gonçal Planas y Ferran Pontón sobre el tercer trabajo de la banda barcelonesa 

 

MARÍA CANET

Militar en las filas de Mi Capitán es creer y defender el rock and roll por encima de todo. Género que algunos se empeñan en enterrar, ha estrechado lazos entre culturas y es el vehículo idóneo para explorar la complejidad humana: “permite la sexualidad, la intimidad, la rabia… ¡hay tantos lugares emocionantes a los que ir!” cuentan Gonçal Planas y Ferran Pontón desde su local de ensayo en la ciudad condal. El conjunto barcelonés surgió hace una década tras horas de conversaciones meta musicales sobre “riffs, breaks, discos, esa estética determinada de lo que es un grupo de rock”. Un ADN que sus siete miembros —Planas (voz y guitarra), Pontón (bajo), Julián Saldarriaga (guitarra), Víctor Valiente (guitarra), Dani Ferrer (teclados), Ricky Lavado (percusiones) y Ricky Falkner (batería)— comparten y que han querido dejar aflorar en su tercer disco, Como Ladrones Sorprendidos (autoeditado, 2023). Un trabajo que llega cinco años después de su predecesor, Un tiro por la salud del imperio (Warner, 2017) debido al parón de la pandemia —”nos vino bien para dar mayor complejidad a los temas”—  y a la complejidad de cuadrar agendas al aprovechar los momentos en los que los diferentes proyectos de sus miembros (Egon Soda, Love of Lesbian, Sidonie) se encontraban en barbecho: “la gente tiene una idea estándar de lo que tiene que ser un grupo: sacar disco, girar. No todos los grupos son así, nosotros apretujar nuestra vida para poder hacer esto. También lo haces con una intención y un cariño que hace que todo sea mucho más intenso”, comenta Ferran. 

El proyecto es, en palabras de Gonçal, “una plataforma donde cumplir tus sueños” desde la que explorar otras facetas musicales, “jugamos a cambiar de lugar para no repetir sonoridades de esas bandas hermanas”. Algo que ha permitido a sus componentes volver a conectar con la razón por la cual empezaron en la música: “si llevas 25 años con un instrumento, la guitarra, como es mi caso, desarrollas un camino y olvidas un poco esos motivos ”, añade Ferran. Pontón, que lleva el peso de las composiciones en Egon Soda, destaca la “forma que tenemos de trabajar entre todos, la capacidad de ayudarnos”. Un sentimiento de hermandad que se intensificó tras romper con Warner, —”no eran los compañeros de viaje adecuados”— sello bajo el que publicaron sus dos primeros discos: “empezamos a repartir responsabilidades y a componer más juntos”.

 

Si bien Planas fue el autor de la mayoría de composiciones en sus anteriores trabajos, esta vez la colaboración de Ferran y Julián han permitido dar mayor profundidad a los temas: “yo suelo ser muy obvio; con ellos hay un pequeño giro, una pequeña parada, pequeños detalles que otorgan al disco una dimensión sofisticada”, explica. Una simbiosis intensa —“a veces nos cuesta diferenciar quién ha escrito un verso y eso es algo muy bonito”— con la que han logrado mayor honestidad: “tenía la sensación de estar perdiendo oportunidades de decir algo más allá que estados de ánimo a los que respondieran los riffs de guitarras. Reflejar sin exhibición, sólo compartiendo, algo que he logrado con la ayuda de Ferran. El sexo y la cocaína se agotan enseguida y tengo cosas que explicar”. Aunque Ferran recalca  lírica  rock de Gonçal  —»cuando está ese riff y dice esa palabra, funciona”— el propio Planas reconoce haber logrado, por primera vez, que el contenido “te haga pensar”. El elepé se sostiene sobre tres pilares: “ataque al poder, a las corporaciones que nos exprimen, el desengaño con uno mismo y cómo volver a refundarse, esperanzarse”. La rabia y el inconformismo afloran en las furiosas guitarras que son ese dedo en la herida, incómodo pero necesario para volver a empezar, como ocurre con ‘Reacción en cadena’: “una de las cosas más bonitas de las letras de Gonçal es que es capaz de mirarse en un espejo, ver que esa imagen no le gusta y, en vez de venirse abajo, enfurecerse y ser capaz de cambiar. La llorera te deja en un sitio de autocomplacencia”, cuenta Ferran. 

«La gente tiene una idea estándar de lo que tiene que ser un grupo: sacar disco, girar. No todos los grupos son así, nosotros apretujar nuestra vida para poder hacer esto. También lo haces con una intención y un cariño que hace que todo sea mucho más intenso”

Un espíritu combativo —con uno mismo y con la sociedad— que también trasladan a las melodías. Guitarras sureñas y teclados son las armas siempre certeras para lograr una sonoridad más compacta de poso setentero con el objetivo de mostrar sin filtros su fe rockera: “en el segundo disco había más sintes, no tantas guitarras y nos dimos cuenta que disfrutamos mucho con el riff, con la euforia”.  Prueba de ello son los tres primeros temas, enlazados, donde se encuentran riffs a lo Lynyrd Skynyrd o Allman Brothers (‘Apuntando a tu sien’), rock épico (‘Todo Se pudre en el atardecer’) o funk (‘Tan Fácil’) que remite a Lenny Kravitz o Sly & The Family Stone, con esa “sexualidad tan evidente” que Gonçal desprende al cantar: “me ayuda mucho a coger seguridad con el bajo, porque él está cantando en un sitio que lleva a moverte y a sudar”, explica Ferran. Diferentes influencias  —”escuchamos música súper distinta, hay mucha búsqueda desde el respeto, pero siempre  nos llevamos esas influencias a nuestro terreno”— que pasan por el grunge en ‘El Remedio’  —”aquí he hecho lo que siempre he querido: grabar dos bajos como Simon Gallup en The Cure”, confiesa Ferrán— o el country blues que a lo Ry Cooder que cierra el disco gracias al slide protagonista en  ‘Bruce Lee’: ”esos colores le añade al disco una rotundidad y un sentimiento de caminos que se abren muy chulo. Quieres saber qué va a pasar después, como el último capítulo de la temporada”. No faltan tampoco las incursiones en la electrónica y la distorsión que conectan con la oscuridad (‘Pienso en cuando era posible’) o la dosis de rock and roll stoniana (‘La Voluntad’), para recuperar esa “despreocupación superficial” adolescente. El pop acústico y reposado de ‘En Mi Cabeza’, contrasta con su letra, en la que Planas escribe desde un estado “ de enajenación en el que estás a punto de no volver porque te superan las cosas. Me fui al lugar emocional desde el que escribí ‘Es Suave La Voz’, para volver a encontrar ese tipo de emoción. Aunque en el estribillo tiro de otra persona, es un intento de entenderme a mí mismo”. Si algo tiene Mi Capitán, coinciden ambos, es «resiliencia nivel diez». Un ingrediente imprescindible para garantizar la defensa del rock and roll, su único líder.