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Reme

Reme: un refugio de psicodelia e ilusión

El cuarteto hispano-británico publicaba el pasado mes de mayo su primer disco

 

MARÍA F. CANET

Aunque en España el calor estival ya obliga a prescindir de cualquier tipo de abrigo, al otro lado de la pantalla, Daniel Ruiz, Albert Cabot y Sam Baltrop visten jersey y cazadora; en Londres el verano parece ser una ilusión. Casi tanto como las canciones de Reme. Los tres músicos beben animadamente una pinta en un pub del noroeste de la capital británica. En ocasiones, les cuesta encontrar las palabras en su lengua materna: “Ahora nos pasa como a Pantomima Full, que no sabemos decir cosas en castellano”, comenta Daniel entre risas. Como hiciera su propia madre en los 70’s buscándose la vida como aupair, el madrileño emigró a Londres hace ya 7 años. Precisamente, su madre es la que ha dado nombre al grupo que Daniel (voz, teclados y guitarra) ha formado en la capital inglesa, cuna de sus principales influencias, junto a dos españoles y un británico.

Nada más llegar conoció a Iñaki González (batería) a través de una web de música —”lo primero que quería era un batería y, sin haberlo buscado, me escribió para ver si quería probar las canciones con él”— y poco después, en un concierto de Cage The Elephant al que acudió solo, a Albert (teclados y sintetizadores): “Escuché a dos españoles hablar y como me acababa de mudar y no conocía a nadie, y me acerqué a hablar con ellos”. Sam, el único inglés del grupo, fue el último fichaje: “Fui a mear en un pub y a la salida me fijé en él; estaba con más tíos que tenían pinta de músicos. Le pregunté si tocaba el bajo, contestó que sí, y que si quería tener una banda. Dos semanas después estábamos ensayando y cinco mese más tarde llegó una pandemia mundial”, añade con ironía.

A finales de mayo, el cuarteto hispano-británico publicaba su primer disco (homónimo) grabado en 2019 a caballo entre El Lado Izquierdo (Madrid) y Doghouse Studios (Londres), sumándose a la escena psicodélica nacional, cada vez más prolífera con bandas como Rufus T. Firefly, Los Estanques o Celistia: “parece que la música española está saliendo del garage y del indie”, dicen con alegría. Un álbum para el que han contado con dos importantes figuras del panorama nacional en la producción: Manuel Cabezalí (Havalina, Christina Rosenvinge, Zahara) y Víctor Cabezuelo (Rufus T. Firefly). “Pensé en Manu porque su rango es muy amplio. Le escribí sin mucha fe antes de irme de vacaciones a un sitio sin internet porque no quería estar pendiente. Finalmente, no podía aguantar más y vi el mail de Manu diciendo que le gustaba y que sería muy buena idea meter a Víctor de Rufus”. Los nervios afloraron en los primeros ensayos en los locales de Rufus T. Firefly en Aranjuez, pero pronto todo fluyó entre productores y banda: “Estaba acojonado; enseñar tus canciones a alguien que admiras impone. En la primera parada para comer vi que todo era tan fácil con ellos que me relajé y terminamos con mucha más confianza en las canciones”, señala Daniel.

Con la psicodelia como base —desde la portada del disco, colorida y con toques de surrealismo—, las referencias al rock y al glam de los 60’s y, especialmente los 70’s, son evidentes.  Albert creció entre discos de Dylan y Springsteen —“mi padre estaba obsesionado con él”— y Daniel destaca a Steely Dan, Creedence Clearwater Revival o Cream: “Los 70’s es la década musical que más me gusta”. Algo que también reflejan su vestimenta retro y su alborotada melena. Pero sin duda, el “pegamento” de la banda son los Beatles (juntos, pero también sus carreras en solitario): “Es lo que nos une a todos”. Algo que se percibe en cortes como ‘Gaga’, con un slide muy harrisoniano: “Es el primer disco en el que toco la guitarra, mi instrumento son los teclados, y me estaba descubriendo como guitarrista. Me gusta mucho Harrison: cómo hace los slides, esa forma de tocar suave”, explica Daniel. Otros como ‘The Joys’ o ‘David Livingstone’ remiten al McCartney de Wings: “Define muy bien al grupo con esa estructura de canción en la que no tiene sentido nada pero a la vez lo tiene”, indica Albert mientras da un sorbo a su pinta. Con la figura de este explorador, la letra aborda “ese momento en que te tienes que atrever a hacer cosas que hace tiempo que no hacías. La compuse en un momento en el que acababa de terminar una relación muy larga”, cuenta Daniel. ‘Saint Marvellous’ rezuma aura Bowie, mientras ‘Alvy In Annie Hall’, claro guiño cinéfilo, habla de la dualidad del ser humano y de “esa voz en off en tu cabeza”, tan habitual en el cine de Woody Allen: “”En la película Alvy se pasa la vida planteándose su existencia, creyendo tener razón y luego se da cuenta de que no”.

Más allá de las influencias sesenteras y setenteras, el britpop o la música negra aparecen en piezas como la oscura ‘By Magic’ —“la empecé a componer pensando en Kiwanuka”, comenta Daniel— o ‘Royal Cape’, tema que abre el álbum, concebida como un musical, en la que se reconocen a Oasis o Arctic Monkeys, especialmente por la forma de cantar de Daniel: “A Albert le dije que tenía que ser la alarma anti Alex Turner, me flipan Arctic Monkeys, y, como los Beatles, según van avanzando me gustan mucho más”. Por su parte, ‘Until I Land’, muy Elton John, y ‘Mackerel Sky’, que traslada a un mundo fantasía a través de los sintetizadores, son una muestra del laborioso trabajo instrumental que poseen los temas, con vibrantes cambios de ritmo e infinitas capas que desmenuzar para descubrir nuevas sonoridades: “Son canciones que pasan por mil sitios, empiezan a piano y voz y acaban por todo lo alto, como si fuera un musical o una obra de teatro”. Las melodías, complejas y cambiantes, se llevan todo el protagonismo en las canciones del cuarteto, creando un universo particular y único, algo que, admiten, no siempre resulta sencillo para el público : “Si uno piensa en hacer canciones más digeribles para los oyentes no las hubiésemos hecho. En nuestros temas, la mayoría de estribillos son instrumentales. No sé si no sé hacerlos con letra, o no me atrevo”, reconoce Daniel.

La banda comienza ya a planear conciertos en Londres, donde la escena musical, señalan, se ha mantenido fuerte incluso durante la pandemia: “Lo bueno es que no tienes que alquilar una sala para tocar, hay más oportunidades, pero la competencia es mayor. Queremos dar un primer concierto aquí en noviembre, pero estamos intentando aguantar para cuando se relajen las medidas. Imagino que te acostumbras a ver a la gente sentada, pero puede ser algo descorazonador”, explican. Con el deseo de presentar el disco en España antes de que termine el año en el aire —“queríamos ir en verano pero con PCR, billetes y tal, no nos sale a cuenta”— principios de 2022 es la fecha que barajan para volver a casa. Tiempos de espera, donde todo parece suspendido e incierto. Por suerte, canciones como las de Reme son un perfecto refugio de ilusión y fantasía que garantiza la evasión.