Vera Fauna: combatir desde la plazuela
Hablamos con la banda sevillana sobre Los Años Mejores, un nuevo trabajo que saca el brillo a lo cotidiano mientras retrata a una generación asfixiada por la precariedad
MARÍA CANET / JORGE OCAÑA
Precariedad laboral, subida de los alquileres, relaciones cada vez más fugaces. Una década, la veintena, que se deja atrás sin atisbar la estabilidad económica y personal. La ansiedad de mirarse en el espejo paterno y ver lo que, según la sociedad, se debería tener a los 30 años. Una nevera vacía de expectativas en la que la voluntad por disfrutar esa juventud que no volverá resiste como una litrona de cerveza, con la esperanza de que se conserve fría, intacta, para compartirla con los colegas. “Al final eres joven y todavía te están pasando muchas cosas por primera vez”. A esa generación cansada de perder trenes, la suya propia, cantan Vera Fauna en Los Años Mejores (Ernie Records, 2023), su segundo disco.
Desidia e ilusión conviven en las nuevas letras y melodías de los sevillanos, que han logrado un sonido más depurado, que bebe del ADN psicodélico que ha inundado la capital hispalense en los últimos años con proyectos como Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, Pony Bravo o Riverboy. Para lograrlo, Kike Suárez (voz y guitarra), Javi Blanco (guitarra), Juanlu Romero (batería), Jaime Sobrino (bajo y voz) y, el último fichaje, Alejandro Fernández ( vientos y teclados) han vuelto a contar con Raúl Pérez (La Mina) en la producción: “Llegamos con una idea bastante clara y Raúl fue traduciendo. Es capaz de entender tu lenguaje, tus referencias, desde el principio. Igual llegas con tu vicio auditivo y te dice: “si lo que estás buscando es esto, por ahí no es”. Mejora lo que tú haces”, cuentan desde la tienda de vinilos Marilians Records, recién llegados de Sevilla.
“Hemos pasado de hablar de la calle, el barrio, de lo que te rodea, a hablar de nuestra casa. Hemos decidido subrayar aún más los elementos de lo doméstico»
Una dirección sonora marcada por la improvisación y por el espacio que se da en el grueso del elepé a los pasajes instrumentales (solos de guitarra, bajo, batería) que permite derribar barreras estilísticas. El pop etéreo que conforma la base de la mayoría de temas convive con la crudeza grunge en los bajos de ‘Peso Pluma’ o las guitarras de ‘Tres Primaveras’; los guiños al ska y al country-blues de ‘Casa Carreras’; el funk setentero en ‘Voy Temblando’; rumba, melodías orientales y electrónica de ‘No Quiero Nada’ o el reggae en ‘Mira Lo Que Tengo’. Un resultado fruto, recalcan, de la manera de trabajar en el local: “Componemos la música entre todos, nos dejamos llevar, como si fuera una jam. Luego grabamos en esa onda, lo revisitamos y nos quedamos con los temas que más nos convencen”, explica Alejandro. La banda ha encontrado «una manera propia» de componer al partir de la “autohipnosis” que genera Kike al improvisar con la voz: “Nos da una flexibilidad tremenda. Va soltando pautas vocales que luego trasladamos a las bases rítmicas. La mayoría de temas nacen así: consensuamos la estructura y el armazón melódico y, después, con más sosiego, viene el ejercicio intelectual de meterle contenido. Para eso recuperamos las 4 palabras que se reconocen del balbuceo de Kike (o las desechamos), y tiramos del hilo”, precisa Juanlu.
Si su anterior trabajo, Dudas y Flores (Ernie Records, 2020), poseía una lírica “mucho más metafórica”, fruto de tratar de interpretar vivencias con la inmediatez del suceso —“tú intuyes lo que está pasando, las sensaciones internas, pero no puedes ponerles contexto”, señala Kike— las letras de Los Años Mejores ganan en precisión al abordar situaciones que se han “depurado bien gracias a que ha pasado un tiempo suficiente, has tomado distancia”, añade Juanlu. “En realidad, la criatura que está cantando es un Kike de 2019/2020, que ya ha vivido con toda esa carga e intenta proteger su identidad”, reconoce el vocalista. Un proceso intencionado que no sólo se palpa en las emociones, sino también en los escenarios que capta el álbum: “Hemos pasado de hablar de la calle, el barrio, de lo que te rodea, a hablar desde nuestra casa. Hemos detectado esos elementos comunes de lo doméstico y hemos decidido subrayarlo más todavía. Construir literalmente la imagen de la nevera, ponerlo en el centro de la conversación”, señalan Juanlu y Alejandro. Reflejo de esa intimidad es la acústica ‘Estrella de Papel’, tema que divide el disco a modo de bossa nova casera y urgente: “es una recreación de una grabación que hice el 1 de enero, con la cabeza con la resaca de fin de año. Empiezo en el salón y me voy cantando a la cocina, me pongo a cortar cebolla… La original duraba unos 8 minutos”, explica Kike.
Sin dejar que se caliente la litrona, Los Años Mejores rescata ese espíritu de barrio mediante un sonido que rezuma fraternidad, con reflexiones que podrían haber salido del banquito de la plazoleta mientras se trata de arreglar el mundo. Con un lenguaje coloquial y directo, salen a relucir, en un dificilísimo ejercicio de naturalidad y sencillez, temas tan ingratos como el sistema de producción impuesto por el capitalismo y sus asfixiantes jornadas laborales en ‘Casa Carreras’, la gentrificación, como ya hicieron en su anterior elepé con ‘Candelaria’ —“en 2019 teníamos una visión un poco más primitiva de lo que es todo el proceso; ahora lo entendemos en un sentido amplio. Tenemos que ver a qué modelo de organización social queremos aspirar”— o el debate de la delincuencia y los cuidados, tratado en ‘Tres Primaveras’: “La estadística de madres que están en prisión que han sido mulas de narcotráfico en vuelos de América Latina hacia Europa… Hay muchas historias de vida de esas personas que lo hacían por traer dinero a casa”. Además, Kike desvela de esta manera cuánto hay detrás del elepé: “la relación con el dolor, la idea de la muerte asomando porque se te van amigos y familiares que se refleja en ‘Espuma’”; la desesperanza de ‘Peso Pluma’; el desamor de ‘Te veo bien’, “el último aliento de una relación que tuve”, o la presión social de alcanzar los 30 con los bolsillos y el corazón vacíos que refleja ‘Mira Lo que Tengo’.
Para arreglar el mundo y bajar la litrona, la banda se ha rodeado de buenos amigos. El chileno Sebastián Orellana (afincado en Sevilla) y Paloma Angulo colaboran con ricos arreglos, mientras la gaditana Carmen Xía, aporta el deje urbano a ‘No Quiero Nada’, que con guiños a la rumba y la cadencia oriental con ecos a Califato ¾ o los bajos de Pony Bravo conforma “una foto de lo que nos rodea musicalmente en Sevilla”. Discípulos de Kiko Veneno en el arte de ponerle poesía a lo cotidiano, con emoción hablan de su implicación con ellos. Además de prestar su voz en ‘Martes’, con Kiko han formado “una nueva banda” para celebrar por los escenarios españoles (primero en el Alhambra Monkey Week, ahora en Madrid dentro del ciclo Momentos Alhambra) los 30 años del mítico Échate Un Cantecito. Una figura de la que destacan su potencial creativo,—”no para; llega y te empieza a hablar de música desde el minuto uno, de cómo se puede mejorar una canción”— , su constancia y su ímpetu por entender e interpretar la actualidad: “no vive del pasado. Tiene un discurso muy coherente y muy claro. Nos ha inculcado que sin trabajo no hay recompensa”.
Vera Fauna defiende su derecho a la ilusión. Esa misma que enciende los ojos de Kike al hablar de un proyecto que, como explica Juanlu, “es consecuencia de la reflexión de querer disfrutar de la vida”. Al final, como recuerda la letra de ‘Al Dolor’, “estar vivo para mí es razón final pa’ beberme esa tarde”. Entre camaradas, han hecho de ese banquito en la plazuela el centro del mundo. Una trinchera desde la que combatir las adversidades de la vida mientras se vacía alguna litrona cuando el cielo se torna color coral.
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