Fin del Mundo: «somos parte de un todo»
Hablamos con la cantante y guitarrista Lucía Masnatta sobre el nuevo disco de la banda argentina
ANDRÉS ESTEBAN GONZÁLEZ
“Una tormenta amenaza mi vida hoy, si no consigo un refugio me voy a desvanecer”, cantaban The Rolling Stones en ‘Gimme Shelter’. Refugio es lo que cualquier melómano ha encontrado siempre en la música. Un albergue simbólico en el que protegerse de las inclemencias de la vida. Y ese cobijo es el que ofrecen Fin del Mundo en Hicimos crecer un bosque (Spinda Records, 2024), el nuevo disco de la banda argentina en el que reivindican la fuerza de lo colectivo frente al individualismo y la precariedad. Para la cantante y guitarrista Lucía Masnatta las nuevas canciones buscan construir “refugios propios y conjuntos para tomar fuerza y poder seguir adelante”. Junto con sus compañeras, la guitarrista Julieta Heredia, la bajista Yanina Silva y la baterista Julieta Limia, han hecho crecer su propio bosque de conexiones personales y musicales.
“Quisimos hacer énfasis en lo colectivo y hacer crecer la sensación de que somos red, que nadie se salva solo”
Esta joven formación afincada en Buenos Aires se originó en 2019 y tuvo su gran impulso a raíz de la aparición en las sesiones en directo que la radio norteamericana KEXP organizó en la ciudad bonaerense en 2022. Desde entonces han viajado por medio mundo presentando su post-rock elegante y bucólico, incluidas varias visitas a España. “Lo estamos viviendo con mucha alegría porque todas las cosas que nos están pasando son cosas que alguna vez soñamos”, reconoce Lucía, que no oculta las ganas de volver a salir a la carretera a presentar el nuevo trabajo. Tras Todo va hacia el mar (Spinda Records, 2023) que recopila las canciones de sus dos primeros EPs, Hicimos crecer un bosque es el primer álbum de la banda con material original. Bajo la batuta técnica de Estanislao López en la grabación y Nicolás Aimo en las mezclas, la propia banda produce este trabajo, una apuesta arriesgada: “es muy difícil pagar un estudio acá, es una inversión muy grande y es una apuesta y un acto de fe”. Esta necesidad de sobreponerse al desolador panorama económico pero también político y climático, está en el corazón del disco: “quisimos hacer énfasis en lo colectivo y hacer crecer la sensación de que somos parte de un todo, que somos red, que nadie se salva solo, que todos nos necesitamos entre todos y que todos tenemos algo para dar”. Un bosque cuyos árboles son unas canciones que persiguen, en palabras de Masnatta, “hacer crecer aquello que uno quiere y conectar con aquellos que están en la misma situación”.
El post-rock, descrito a veces como la banda sonora del fin del mundo es, efectivamente, la música que practican estas cuatro chicas, que también toman su nombre de otro fin del mundo, el geográfico, ya que la mitad de ellas proceden del sur de Argentina. Esta música tiende a huir de las melodías tarareables y construirse en torno a las texturas y a los atmósferas musicales, y es en muchos casos instrumental. Pero las influencias de la banda también incluyen la escena indie argentina, el punk, el dream pop y algunas más que fusionan en una música evocadora, a veces onírica, que huye de las estructuras clásicas de la música comercial y transcurre con placidez siempre buscando nuevas formas: “somos personas que se aburren fácilmente y necesitamos estar todo el tiempo experimentando”, explica Lucía. Guitarras que remiten a Explosions in the Sky o a los Maybeshewill más ambientales pero también a los platenses Él Mató a un Policía Motorizado mecen las canciones en paisajes hipnóticos. Aún así, en el nuevo material asoman algunos recursos más clásicos: “hasta este disco siento que pensábamos todo como algo que arrancaba y seguía con distintas formas y ahora estamos haciendo que algo se repita”. Es el caso de ‘El día de las flores’, la colaboración con sus compatriotas Eterna Inocencia, lo más parecido a un single que la banda ha hecho hasta ahora. También se aprecia una mayor intensidad en algunos pasajes que aporta más variedad al conjunto.
Si las canciones son el bosque, la voz es el río, que aparece de forma ocasional para guiar con palabras el discurso musical: “no trato de forzar meter una letra o una palabra, quiero que sea orgánico con lo que dice lo instrumental”, explica Lucía. Sus letras sugieren imágenes de nostalgia y sentimiento: “me gusta que sean bastante abiertas para que no condicionen el imaginario, que cada uno pueda tomarlas como quiera”. Apoyadas por continuas referencias a la naturaleza —viento, mareas, inviernos…— abogan por la búsqueda de ese ansia de cobijo que inspira el álbum: “todos buscan su lugar bajo la tormenta” cantan en ‘Vivimos lejos’, “junta tus cosas y vámonos lejos de este ruido absurdo” en ‘Cuando todo termine’ e incluso en el único tema instrumental, llamado, precisamente, ‘Refugio’. La nota de esperanza final la aporta ‘Vendrá la calma’: “será que algo mejor nos va a pasar” son las últimas y quizás proféticas palabras del nuevo álbum de Fin del Mundo, un disco en el que resguardarse y descubrir que, parafraseando a Jean-Paul Sartre, el refugio son los demás.