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Greta Van Fleet

Greta Van Fleet: a vueltas con el rock clásico de los 70

La banda de Michigan publica su segundo y esperado álbum

 

IVÁN GONZÁLEZ

Casi con la misma legión de seguidores como de haters, Greta Van Fleet publica su segundo elepé, The Battle At Garden’s Gate’ (Universal Music, 2021). Producido por Greg Kurstin (Paul McCartney, Foo Fighters), el disco sigue la senda de su anterior trabajo, Anthem of the Peaceful Army (Lava y Republic Records, 2018). La banda de los hermanos Kiszka, formada en 2012 en Frankenmuth, un pequeño pueblo de apenas 5.000 habitantes al norte de Detroit, es un cuarteto de rock clásico capitaneado por los gemelos, Josh (voz) y Jake (guitarra) y respaldado por el pequeño Sam (bajo y teclados) y Danny Wagner (batería), que ha generado mucha expectación y controversia desde la publicación de su primer EP en 2017.

Un Grammy tempranero como Mejor Álbum de Rock por su primer trabajo, From the Fires (Republic Records, 2017), un directo impactante y una multitud de comparaciones que los proclamaban como los nuevos Led Zeppelin, alimentadas en parte por el propio Robert Plant que llegó a decir que tenían “un pequeño gran cantante que había tomada prestada su voz de alguien que él conocía muy bien” fueron su detonante. Un cóctel perfecto capaz de proporcionar un atisbo de esperanza para los amantes del rock clásico, que siempre se encuentran ávidos por ver un renacimiento del género, como pasó a primeros de los noventa con la aparición de bandas como Black Crowes o Primal Scream.

Si bien es cierto que lo clásico nunca desaparece del todo, no parece a tenor de su último trabajo que GVF se convierta en el adalid de este esperado nuevo resurgir. El disco es correcto, pero baja varios enteros su proyección. La banda pierde su frescura y su sonido crudo y original, no hay tanta fuerza, ni destacan los acordes más poderosos ni los riffs característicos del género. Todo se diluye bajo una producción ostentosa y con un repertorio donde hay demasiadas baladas y canciones lentas; se genera un sonido que tiende más al rock sinfónico y a la creación de atmósferas que al contundente estilo de los primeros 70’s que les había caracterizado. Están muy lejos de la fuerza de su primer sencillo ‘Highway Tune’, sólo reconocible en canciones como ‘My Way Soon’ o ‘Built My Nations’, dónde se recupera el empuje y la crudeza de un cuarteto de rock clásico sin artificios.

‘Heat Above’ abriendo el disco es una canción para disfrutar, posiblemente una de las mejores composiciones con un hammond muy presente, guitarras muy trabajadas y un Josh que se luce como solista. Más allá, es un disco algo descafeinado pero disfrutable. Se adivinan muchas de sus influencias: desde Cream a Hendrix, sin olvidar a su idolatrado Jimmy Page en canciones como ‘Caravel’, ‘The Barbarians’ o ‘The Weight of Dreams’.

No hay duda de su valía y del talento para seguir entregando un directo arrollador, sólo cabe esperar que recuperen pronto su groove y su sonido más cañero, aquel que junto a su actitud altanera y el desparpajo, los llevó a convertirse en la nueva esperanza del rock.