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J: “Pausa Plena”. Hechizos mágicos.

Conectando Donostia con Granada, atravesando Nueva York

 

PABLO CALVACHE | @elhijodelcamina

El John Hammond de esta historia se llama Josetxo Cerdán. Es en su cabeza que cobra sentido la aleación relativista entre Iván Zulueta (Juan Ricardo Miguel Zulueta, San Sebastián 1943 – San Sebastián 2009) y J (Juan Ramón Rodríguez Cervilla. Granada 1969) para prescindir de las coincidencias espacio-temporales y habilitar el marco de creación de Pausa Plena. Trabajo que supone la musicalización de unos archivos de imagen del cineasta e ilustrador vasco que en 2021 adquirió el Ministerio de Cultura y Deporte.

Esa conexión entre el donostiarra y el granadino surge de un lugar común, vivido como experiencia personal por el primero a mitad de los sesenta en su estancia en la Gran Manzana como estudiante de diseño e ilustración, y como referencia cultural de juventud y fuente de inspiración por el segundo 30 años más tarde (cuando Kurt Ralske se lleva a su estudio a Los Planetas): la Factory de Andy Warhol, The Velvet Underground y, más en concreto, Lou Reed, con los <<hechizos mágicos>> que, según J, derrama cuando declama. Un Reed que ya sonaba en algunos de los cortos que le pasan al cantante de Los Planetas, evidenciando el impacto que tuvo en Zulueta ese sonido. J se deja descender en tobogán por la distorsión lisa y brillante que los pioneros inyectaron en sus más ilustres seguidores, de Sonic Youth a The Jesus and Mary Chain para conseguir la paleta de sonidos con que presenta el conjunto, su primer trabajo en solitario. Unas canciones más directas de lo que podría esperarse en un principio. Que aportan una naturalidad agradecida al resultado final. Una accesibilidad musical que, en contrapartida, viene presentada en un curioso modelo donde tan sólo cuatro de los diez temas serán accesibles en plataformas de streaming quedando el resto al alcance de aquel que se acerque al formato físico. Un guiño al amante de la letra pequeña con incierta, de momento, capacidad de propagación y contagio.

Diez temas para los que el granadino (en guitarras, teclados y voz) se rodea de un inesperado círculo de colaboradores. Comenzando por Natalia Drago (de la escena de La Plata, sello Laptra, 107 Faunos, con quienes se grabaron dos de los temas, ‘Natalia dice’ y ‘Y la nave va’, antes de que volvieran a Argentina) a las guitarras y voz, Roberto Escudero a la batería (que toca con Natalia en su formación “española”: Srta Trueno Negro), Miguel Martín a los teclados, las colaboraciones especiales a las seis cuerdas de David Rodríguez y, como suena, el gran Jaime Stinus. Con un espacio en la plantilla planetaria para el bajista Miguel López.

El resultado final rebosa el espacio que ocupa. Catorce archivos de imagen acompañados por diecisiete temas (en el material al que se ha tenido acceso). Imágenes de video del archivo privado familiar (con ‘Y la nave va’ o ‘Tormenta eléctrica’ de fondo). Escenas de mirón acodado en el balcón sobre una Plaza de España donde todo ocurre, desde el rescate de una suicida hasta la preparación de un set exterior de la televisión de los años 70 (con dos temas consecutivos en un video etiquetado como “Hotel”. Enorme el primer tema, podría haberse alargado los más de quince minutos de metraje, homenaje final incluido al “churup-churup” Reediniano del “Walk On the Wild Side”). Hipnótico plano del letrero-fachada del hotel. El uso de Zulueta del zoom, el fundido y el contraluz con el repetitivo canturreo de base en el montaje final. Historias diminutas de extraños irrumpiendo en casas, con una entrada en percusión selvática y un desasosegante toque árabe para iluminar la persecución de un niño por un adulto envuelto en uno de esos abrigos que deja el frío dentro. ‘Soleares del loco’ se titula la canción que te empuja. El guiño a ‘Un buen día’ con que ‘Arrebato’ describe las imágenes del video “Cine Álbum Kodak 3”, un remanso de hedonismo en la secuencia del conjunto. Una punzada de envidia y deseo encorvando los parpados para enfocar, tras la puerta, el universo Zulueta de interior, tarde, invierno. Con esa llamada directa a Reed y esa declaración de amor desnuda calificando sus discursos como hechizos mágicos. Una delicia. Hasta una versión de Javier Solís (‘Échame a mí la culpa’) en el Cine Álbum Kodak marcado como 5. Un conjunto que acaba de la mejor manera. La secuencia del despegue desde la ventanilla de un avión hacia ninguna parte. O hacia ese país de Nunca Jamás al que Jota apunta en ‘Mi Ego está en Babia’, frase que aparece en uno de los sobres que esconde en su interior el falso libro brillante donde el porvenir sedimenta en papel su mensaje.

Atemporal. Para elevar un muro y quedarse atrapado dentro. Un trabajo de conjunto como un microverso autónomo provocado dentro de una enorme garrafa de vidrio transparente, donde observar cómo las hojas secas que caen cuando terminan las canciones alimentan las notas con que arranca el corte que sigue. Como ese retiro al que se encomendó el vasco. Como ese desvío del foco que Jota alienta.