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Jason Isbell: el retorno del narrador

REPASAMOS LA TRAYECTORIA DE JASON ISBELL, EL ALUMNO AVENTAJADO DE LA AMERICANA CONTEMPORÁNEA

 

ANDRÉS ESTEBAN GONZÁLEZ

“Son las canciones, estúpido”, parece decirnos la discografía de Jason Isbell. Revisitar Southeastern (Southeastern Records, 2013) en su décimo aniversario o descubrir Weathervanes (Southeastern Records, 2023), su último trabajo hasta la fecha, es reencontrarse con las posibilidades de la canción como medio para contar historias y adentrarse en una narrativa compleja en su alcance emocional pero sencilla en su lenguaje. Ampliamente reconocido como uno de los mejores escritores de su generación, el también músico John Mayer dijo de él en 2015 que “vive en un nivel en el que incluso grandes escritores solo pueden visitar”. Isbell se sabe custodio de una larga tradición. En el discurso de aceptación del Grammy a la mejor canción de americana en 2018 declaró: “solo intento mantener el espíritu de la canción vivo”.

Isbell, natural de Green Hill, una pequeña localidad del norte de Alabama, comenzó a labrarse un nombre en el mundo de la música en 2001, cuando se unió a la banda de rock sureño alternativo Drive-By Truckers como tercer guitarrista. Había conocido al líder del grupo, Patterson Hood, a través de su padre, David Hood, célebre músico local y uno de los responsables en la creación del “Muscle Shoals Sound”, una mezcla de rhythm and blues, soul y country que definió buena parte de la música norteamericana de los años sesenta y setenta y que vistió voces como las de Aretha Franklin, Wilson Pickett, Percy Sledge o Bob Dylan. Décadas después, Hood y varios de sus socios seguían actuando en los bares de Muscle Shoals, la ciudad que dio nombre al fenómeno, y fue allí donde un adolescente Isbell comenzó a frecuentar su círculo y a tocar con ellos en reuniones improvisadas y fiestas privadas en las que conoció, entre muchos otros, a Patterson. Durante su estancia en Drive-By Truckers, Isbell se convirtió en pieza fundamental de la banda y contribuyó con algunas de las mejores canciones de su repertorio, como ‘Goddamn Lonely Love’ o ‘Decoration Day’. En esta última, que narra la historia del enfrentamiento de dos familias durante generaciones, ya puede advertirse la fuerza de su estilo: “Y pretendo colocar una piedra sobre su tumba, pero qué diría él, ‘mantenerme enterrado, chico, no te mantendrá alejado’”.

“Sus letras no rehuyen el dolor y el trauma pero buscan aliviarlos a través de la conexión con los demás, la música y todo aquello que nos hace felices”

Pero la vida en la carretera supuso para Isbell la adopción de un estilo de vida de excesos, que le llevó a la expulsión de la banda en 2007, de la que salió con una adicción al alcohol de la que no se libró hasta cinco años después, cuando ya contaba con tres discos en solitario en su haber. 2013 es un año clave en la vida de Isbell. Ya sobrio, editó Souheastern, el álbum que le valió el aplauso unánime del público y de la escena americana, cuya Asociación le otorgó los premios de artista, canción y disco del año en sus premios anuales. Ese año también es el de su matrimonio con Amanda Shires, cantante, violinista y compositora que forma parte de la banda de Isbell de manera ocasional. Desde entonces, ha publicado otros cuatro discos de estudio y ha obtenido dos premios Grammy al mejor álbum de americana y otros dos a la mejor canción en la misma categoría.

La historia de Isbell es una de aciertos y errores, de pérdida y reencuentro. Sus canciones reflejan esta trayectoria vital y entroncan con la tradición narrativa del folklore norteamericano en la que la música sirve de vehículo para contar historias, a veces de otros, otras veces propias. Sus letras no rehuyen el dolor y el trauma pero buscan aliviarlos a través de la conexión con los demás, la música y todo aquello que nos hace felices. En ‘Cover Me Up’, canción que abre Southeastern y probablemente el corazón del repertorio de Isbell, no escatima referencias a su turbulento pasado: “Dejé la bebida, y renuncié a esas cosas para siempre esta vez”, pero tampoco a la salvación que encontró en su relación con Shires: “Y la vieja amante canta: ‘Pensé que sería yo quien le ayudaría a llegar a casa’. Pero el hogar era un sueño, uno que nunca había visto hasta que tú llegaste”. A partir de ese disco Isbell vuelve la mirada hacia dentro y se centra en una historia, la suya. Sus letras denotan una manera de mirar y de estar en el mundo, atenta, sensible a todo lo que le rodea, y se muestra más confiado para transmitir sus ideas, entre las que destaca el cuestionamiento de la masculinidad tradicional, tan presente en el sur rural del que proviene. En ‘Hope the High Road’, adopta una actitud enormemente política, la de reivindicar los afectos y huir del cinismo y el orgullo: “Escuché suficiente del blues del hombre blanco, he cantado suficiente sobre mí. Así que si estás buscando malas noticias, las puedes encontrar en otra parte”. En la también política ‘White Man’s World’ no oculta su preocupación pero se niega a aislarse en su propio pesimismo: “Aún tengo fe pero no sé por qué. Quizás sea el fuego en los ojos de mi pequeña”. Puede que el mejor ejemplo de esta honestidad emocional sea la imprescindible ‘If We Were Vampires’: “Si fuéramos vampiros y la muerte fuera una broma saldríamos a la acera y fumaríamos y nos reiríamos de todos los amantes y sus planes. No sentiría la necesidad de coger tu mano”. Son las canciones, siempre las canciones. Y mientras Jason Isbell las conjure, su espíritu seguirá vivo.