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Jóvenes, negras, lesbianas, raperas y más punks que los punks

El documental Das Wassup es una de las propuestas más sorprendentes del festival In-Edit, una muestra de la vida salvaje del grupo Yo Majesty

TONI CASTANARDO

Hay que ser valiente para dejarse ocho años de vida en un proyecto que te consume por dentro y por fuera. Eso pensé tras ver el documental que más me ha sorprendido de la reciente edición del festival In-Edit. Se trata de Das Wassup, el retrato que el director Johannes Schaff hizo sobre Yo Majesty.

Es una proyección casi clandestina, sin purpurina y en blanco y negro y por la que Schaff casi tiene aura de héroe ante el material inflamable que maneja. El grupo en cuestión lo forman tres chicas negras y lesbianas de Florida con un carácter volcánico. A las tres se les ocurre que la primera estrategia comercial y de marketing es montar unos altavoces gigantes en un descapotable y pasear por las calles de Miami sonando su música a modo de promoción, una fórmula divertida para darse a conocer. Practican un hip-hop callejero y libre, que graban en todo tipo de lugares: habitaciones de hotel, salas de espera… Y el método es sencillo: allá donde les pilla inspiradas, sacan un micro y lo registran. Son tan punks como el que más, peleándose entre ellas, recorriendo Europa de cabo a rabo y llegando a hacer un trayecto de 26 horas seguidas en una furgoneta.

«Rimas punzantes y una conexión con el público que termina en provocación llevada al límite, enseñando las tetas o el culo»

Hay imágenes concluyentes al respecto para ver su actitud salvaje: cuando llegan a su destino, rompen todo lo que tienen por delante en el hotel (ríete tú de las estrellas del rock en los setenta). En otras escenas, se las ve amenazando con no actuar ante el pánico de su manager o consiguen que un chico blanco que les hace de DJ acabe delirando, como si se comiese un LSD pero sin necesidad de hacerlo ante el desfase emocional que le ocasiona la situación de estar con la banda. De hecho, una de ellas entra en prisión, aunque no es la primera vez.

Las integrantes del grupo hacen las entrevistas por separado, no se dirigen la palabra y se tiran dardos envenenados, pero cuando se suben a un escenario todo queda entre bambalinas. Ahí el derroche es máximo: actitud y mala baba, rimas punzantes y una conexión con el público que termina en provocación llevada al límite, enseñando las tetas o el culo.

Nada que quizás no hayamos visto antes, si bien el truco en esta cinta está en la manera de mostrar, los recursos que se usan, lo directo de cada puñetazo en pantalla, el carisma a veces invisible de quienes pasean por allí… Y, sobre todo, la cara distorsionada y amarga de un negocio que devora a los seres humanos como si fueran serpientes.