La música es nuestra única verdad
Bruce Springsteen afirma en el prólogo de sus memorias, publicadas en septiembre del año pasado, que los artistas son tipos que mienten al servicio de la verdad. Habitualmente estoy de acuerdo con lo que dice el Boss, pero cuando leí aquella línea supe que era una verdad irrefutable. ¿A quién demonios le importa que las canciones no sean vivencias y experiencias reales si salen desde el corazón, desde las entrañas?
Una canción es un ente inmensurable, incalculable. Podemos acotar su duración, su registro e incluso su calidad, pero su poder es inabarcable. Quienes piensen que las canciones son fórmulas matemáticas resultado de la suma de varios componentes sonoros, no creen en la música. Hace más de cuarenta años, cuando era impensable que una composición excediese los tres minutos, llegó Dylan con “Like A Rolling Stone” y les cerró la boca a aquellos supuestos expertos. Este es sólo uno de tantos ejemplos en los que el significado de una canción echa por tierra cualquier teoría musical al respecto. No creo que nadie tenga el derecho o el poder de sentar cátedra acerca de lo que nos emociona y nos mueve por dentro; nos puede tocar la fibra de igual manera un tema de dos minutos y medio y otro que dure un cuarto de hora.
Las canciones están por encima del músico o de la banda que las crea, es un hecho. Una canción viaja a través de la mente, del corazón y de las manos de una o varias personas hasta los instrumentos que la interpretan y, desde ahí, vuelan en busca de oyentes que se sientan identificados con ese sonido y esa lírica. En el momento en que la canción sale del nido, es tan propia del músico que la ha compuesto como de la persona que se emociona cuando la escucha en la primera fila de un concierto; ahí reside el verdadero poder de la música.
Las religiones surgieron para dar explicación a aquellos fenómenos naturales que no se podían entender sin conocimientos científicos. La música, por su parte, surgió para que comprendiésemos nuestras propias emociones, o al menos supiésemos que otras personas sentían lo mismo. Si alguna vez creímos estar solos o que nadie podía entender cómo nos sentimos, seguro que llegó una canción con la que sentirnos identificados. Nunca dejará de sorprenderme ese vínculo que se crea a raíz de la música, ese puente que tienden las canciones y nos acerca geográfica y temporalmente a una persona que, hace décadas y quizás a miles de kilómetros, escribió una letra que parece hecha a medida para nosotros. Esa conexión espiritual es real, existe y se da todos los días en conciertos y cuando ponemos a girar nuestros discos favoritos. Y además eso denota valentía y mérito por parte del creador de la canción; él o ella ha tenido agallas para decir que se sentía como una mierda y ha conseguido conectar contigo o conmigo.
A veces nadie te entenderá mejor que una canción. Hablarás con tu familia y con tus amigos en busca de consejo, pero cuando llegues a tu habitación y te pongas esa canción de ese disco que te ha acompañado en los momentos cruciales de tu vida encontrarás la verdadera ayuda. Puede que te tachen de bicho raro o de friki, pero si de verdad sientes todo esto que cuento, entonces eres un verdadero creyente de la música y del rock’n’roll.