No hay temporal que hunda a La Trinidad
El segundo álbum de los malagueños, bajo la producción de Carlangas, explora con sonidos ochenteros y el reggae, sin dejar de señalar realidades sociopolíticas a golpe de punk
MARÍA CANET
En agosto de 2022, La Trinidad se encontraba a la deriva sobre un hidropedal defectuoso en las aguas revueltas de El Palo (Málaga), cuando casi se estrellan contra las rocas que les separaban del chiringuito Sheriff Playa. La escena de aquella tarde estival sirve también como metáfora del momento que atravesaba el conjunto malagueño: falto de creatividad, sin saber “en qué momento estábamos como grupo. Llevábamos varios meses ensayando unos temas que no terminaban de coger forma”, cuentan Sixto (voz y guitarra), Jorge (bajo), Carlos (batería) y Chairlost (guitarra). Tras debutar con Los Edificios Que Se Derrumban (Sonido Muchacho, 2020), que les situó en la escena underground con su alma punk bajo la estela de Biznaga o Futuro Terror, y publicar en mayo de 2022 el EP ¡Qué asco de primavera! (Sonido Muchacho), un giro hacia el pop luminoso del cuarteto, su sentir era el de haber acabado una era. Aquella tarde en Sheriff Playa, no hubo que encomendarse a su santísima tocaya, sino a un gallego amante de la rumba, la cumbia, el rock y el punk, de visita con motivo de la feria de Málaga: Carlangas. Tras la disolución de Novedades Carminha, el músico cogió el timón de la producción y aquel chiringuito —a día de hoy cerrado—, cuyo nombre sonaba a “disco de los Clash”, acabó por dar origen (y nombre) al segundo larga duración de los malagueños. “Si no llega a ser por él, no hubiésemos publicado nada; él es el verdadero sheriff”, coinciden los cuatro integrantes del grupo. “Ya a finales de agosto tuvimos sesiones con Carlangas bastante distendidas en el local donde acotamos las demos, se fijaron nuevas normas y a partir de ahí empezamos a trabajar”, cuenta Carlos.
Sheriff Playa ( Sonido Muchacho, 2023) es un trabajo intenso y compacto; ese choque del mar contra las rocas a nivel lírico y melódico. Un proceso en el que han mantenido la rabia punk insignia de la banda, mientras han jugado con nuevas sonoridades y registros: “ha sido como darle pintura a un niño chico y que se pringue las manos”, comentan con una sonrisa en la cara. La contundencia de la base rítmica —“para nosotros era muy importante que el disco pudiese funcionar sólo con bajo y batería”—, las melodías aceleradas y su duración (25 minutos), reflejan el espíritu urgente —“desde que se empieza a idear hasta que sale a fábrica, no pasa ni medio año”— del elepé, que navega entre el pop ochentero (Radio Futura, Parálisis Permanente), el punk neoyorquino de la segunda mitad de los setenta con guitarras a lo Talking Heads y el reggae: “en cierto modo ha sido empezar de cero, por eso tiene ese punto tan primitivo y oscuro, pero a la vez tan monolítico”, señalan. El aura tribal de la influencia jamaicana, tras empaparse de artistas como “King Tubby, Peter Tosh, los propios Clash, Mano Negra o Gainsbourg con su versión de La Marsellesa, que fue el primero en irse para allá, luego ya fueron los Stones, los Clash, que casi los matan”, impregna el tempo de piezas como ‘La Vieja Europa’ o Más Rápido’, donde el pedal delay ha sido clave: “lo aplicamos a voces, guitarras, bateras… No hay nada más reggae que la libertad de jugar con un instrumento así, aplicando”, comenta Chairlost.
«La gente no se está sabiendo significar por nada. El underground tiene que estar para preservar esos límites, y estamos sonando todos a todo ese tipo de indie que es muy fácil y cómodo de consumir para la derecha»
La entonación de Sixto, cercana al recital poético, busca interpelar directamente al oyente, a lo Patti Smith o Jim Morrison, y conforma otra de las principales novedades que ofrece el álbum. ‘Aprende a Gestionar Tu Fracaso Con Nosotros’ o ‘Convertidos en Estatuas’, que, originalmente, se concibió como poema, son prueba de ello: “después de hacer punk desde chaval, quería aprender a cantar, empezar a disfrutarlo. Supongo que también he dejado salir toda la influencia que tengo de la música francesa, el susurro, John Cooper Clarke recitando… Me he sentido mucho más cómodo”, confiesa. Si fundir elementos culturales (literatura, Historia, cine) con la música es una parte fundamental del discurso de La Trinidad, con este elepé, recalcan, han alcanzado una forma “más visual de entender las cosas. Es mucho más estético, hablamos de menos cosas pero creamos imágenes más sugerentes, antes era más narrativo”. La ya mencionada ‘Convertidos en estatuas’, que parece retratar una escena nocturna, nació a partir de “la lectura de La Rive Gauche (arte, pasión y el renacer de París 1940-1950) de Agnès Poirier y la película Les Visiteurs Du Soir (Marcel Carné, 1942), que está ambientada en la Francia medieval pero hace una alegoría sobre el régimen de Vichy; el corazón de Francia seguía latiendo pese a la ocupación nazi. Mi trabajo fue un poco camuflar todo eso para que no sonara a canción política, pero sí que me inspiré en imágenes que se daban en el margen izquierdo de París durante la II Guerra Mundial”. ‘Jardín de Cemento’, que interpretan junto a Antía Van Weill, inspirada en la película del mismo nombre (Andrew Birkin, 1993), es la encargada de cerrar el disco, con un ejercicio de improvisación que, originalmente, alcanzaba los 17 minutos: “Carlangas puso el ‘Sunday Morning’ de la Velvet Underground como referencia, nos apagó las luces del estudio, cogimos el rhodes e improvisamos sobre 4 acordes sonando en bucle. Cantamos los dos en un mismo micro, dejándonos llevar”.
La pluma incisiva de Sixto no ha dejado de subrayar la realidad sociopolítica. Los 10 temas reflejan esa dualidad en la que vive una juventud que pasa de estar carcomida por un trabajo precario de lunes a viernes, a desfogar, a altas horas de la madrugada (en ocasiones con la ayuda de diversas sustancias) la frustración en la pista de baile. Una realidad que ellos mismos viven —“esto no nos da de comer, tenemos que compaginarlo con otros trabajos”— que queda patente en ‘6’30’ —“es lo que yo cobraba la hora en un trabajo de mierda dando clases de español para extranjeros”— y la bailable ‘Muchos Principios y Muy Pocas Ganas’: “cuenta lo que me ocurrió a la semana de dejar el curro: me metí una pastilla que casi se me va la cabeza”.
La conciencia de clase, y no lo generacional, —“es una situación que también vivieron generaciones anteriores”— forma parte del ADN de la banda que ya abordó estas cuestiones en sus inicios (‘La Clase Media’ o ‘España Invertebrada’) cuando la falta de discurso imperaba: “entiendo que haya grupos que no quieran hablar de esos temas, porque contemplan la música como una forma de desconectar, pero hace falta gente que cuente las cosas, los grupos de toda esta vertiente súper feliz no tienen nada que decir ni en las canciones ni en entrevistas, igual porque su preocupación nunca ha sido llegar a fin de mes”, señala Jorge. Un problema que achacan a que la música underground está “comiendo mucho de toda esa estructura mainstream. La gente no se está sabiendo significar por nada. Es muy fácil ponerse una etiqueta de antifa, por ejemplo, pero si no eres capaz de colaborar, de ir a parar desahucios etc, te has comprado eso como si fuera merchandising”, incide Sixto. La Trinidad, recalca, no puede “sacar un disco pensando en los estribillos para singles. Que eso lo piense Tangana. A nosotros el estribillo no nos va a dar de comer. El underground tiene que estar para preservar esos límites, y estamos sonando todos a todo ese tipo de indie que es muy fácil y cómodo de consumir para la derecha; luego usan sus canciones para spots políticos, van a sus conciertos y se sorprenden. No hace falta que lleves el libro rojo de Mao en la mano, pero hay formas de involucrarse” concluyen Jorge y Sixto.
El compromiso político y social no impide, sin embargo, que, de vez en cuando su “yo” adolescente se recree en cortes de pop más luminoso a lo Libertines como ‘A Este Lado, Esta Orilla’ que, a pesar de ser la primera composición que Sixto esbozó para el disco, “ no me gustaba ni me gusta. La escribí una noche de insomnio, a modo de puente con el EP anterior”, o ‘Que Las Palabras Broten’. Dos temas que presentan escenarios que dan juego a la melancolía (vías de tren, orillas) y a palabras que quedan suspendidas en la garganta por miedo al rechazo amoroso: “es un tipo de canción que se nos da bien y creo que llega a la gente”.
Apuran sus cervezas con prisa para poner rumbo a la siguiente entrevista mientras, entre risas, recuerdan aquella tarde en la que tuvieron que ser rescatados por el chico de los hidropedales al grito de “¡os dije que hacía falta raza!”, e imaginaban titulares como “La Trinidad mata a Carlangas”. No hubo colisión final contra las rocas; tampoco naufragio. Con la ayuda necesaria para remar, supieron alcanzar tierra firme para redefinir su rumbo. No hay temporal que hunda a la Trinidad.