Lo nuevo de The Still Corners o cómo vagar por el inconsciente
París, Texas y carreteras perdidas, así es The Last Exit, lo último del dúo synth-pop de Greg Hughes y Tessa Murray
AYESA L. RUBIO
“Nunca he estado tan lejos de casa / Te llevo en el pensamiento / He estado conduciendo en la oscuridad/ No tengo un destino en mente”. Estos son los primeros versos con los que arranca The Last Exit (Wrecking Light Records, 2021), el último trabajo de The Still Corners. Podría decirse que con estas primeras cuatro frases, se resume el espíritu de del album: un vagar por el inconsciente, sin poder recordar si iniciaste la travesía en busca de respuestas. El quinto disco de la banda, nos sumerge en un viaje de carretera entre el sueño y la vigilia, a través de un desierto capaz de confundir y moldear los pensamientos de quien lo cruza. Una carretera cuyo único rumbo es aquel que solo nos revela el otro lado del espejo y que el dúo británico-americano, esta dispuesto a cruzar.
La voz tiznada de humo de Murray, flota en el paisaje como un fantasma atrapado entre dos mundos. Una voz que por momentos se confunde con las guitarras claras y metálicas de Hughes, acompañadas de sintetizadores cubiertos de polvo amarillo, pelusas del desierto y el aullido del coyote. Acordes que en ocasiones evocan escenas de un western de Morricone, cuyas notas se deforman a través de una cortina de calor a cámara lenta. Parte de su grabación tuvo lugar durante la cuarentena del COVID-19, el duo explica que la situación les inspiró para reescribir varias canciones, ahondando en esa soledad, reflejando esa atmósfera densa y desoladora, por momentos apocalíptica. A pesar de que algunos de los temas bien podrían mimetizarse entre sí, la sutileza instrumental de Hughes consigue mantener esa atmósfera de misterio, sin que se vuelva repetitiva, dando a cada tema un toque de personalidad distintivo.
Musicalidad deset noir
The Still Corners regresa con un álbum que ellos mismos han definido como Desert Noir, estilo que ya les acompañaba en discos anteriores, pero que a lo largo de estas once canciones, cobra una nueva dimensión. Tormentas eléctricas y goterones calientes que escurren por el parabrisas en White Sands y caen sobre la arena radioactiva de Nuevo México. Esa voz como el ulular del viento en Bad Town, intentando advertir a viajeros distraídos; aquella otra confundida por la neblina mágica de It’s Voodoo, o el acto voluntario de rendición ante ese viaje sin destino ni escapatoria, que nos revela A Kiss Before Dying. A lo largo de 43 minutos este disco nos hace dudar si quien conduce quiere escapar de ese desierto, o es alguien que se perdió en él y vaga encadenado a la memoria y sus demonios para siempre.
El dúo formado por Tessa Murray y Greg Hughes, nos ofrece una recolección de instantáneas de un paisaje solitario, cuya línea de tiempo ha pasado por la tijera para convertirse un relato de purgatorio, donde lo real y lo imaginario se mezclan en un ciclo infinito. Un ciclo en el que nos invitan a perdernos en nuestro propio viaje, través de la inquietante noche del desierto o en la luminosidad de sus espejismos.