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Jump Blues

Louis Jordan, la estrella del rock antes del rock

La época en la que la corona del rock and roll no lucía sobre la cabeza de Elvis

 

MIGUEL CANALDA

Si hubiera que comprimir la esencia del rock and roll en 15 segundos bastaría con elegir el arranque de ‘Johnny B. Goode’, pero entonces el egocéntrico Chuck Berry se vería obligado a compartir ese mérito con Louis Jordan y Carl Hogan: prácticamente cada nota de la primera parte del icónico riff está copiada de la guitarra con la que Hogan abre ‘Ain’t That Just Like a Woman’, grabada por Jordan y sus Tympany Five exactamente 12 años antes que el éxito de Berry.

Musicalmente, hay decenas de canciones de la primera mitad del siglo XX que presentan elementos característicos del rock and roll, pero si hay alguien que hizo más por su gestación, que abrió más caminos desde múltiples niveles y a quien más ingratamente ha tratado la historia, ese es Louis Jordan. No es que unos pocos segundos de guitarra en una de sus canciones lo sitúen entre los pioneros, es que la prensa lo tildó como rey del jump blues, género inmediatamente precursor al rock and roll, y su actitud excesiva sobre el escenario marcó la pauta a la posterior generación formada por Elvis Presley, Chuck Berry, Little Richard o Jerry Lee Lewis.

“Somos músicos, no payasos”

Jordan quería éxito, quería ser una estrella, y no tenía reparos en alejarse de la ortodoxia si eso suponía más ventas y una mayor recaudación. Su primer acierto fue reducir, a finales de los años 30, el concepto de big band que tanto triunfó durante la era del swing para pasar de la quincena de músicos a su quinteto, los Tympany Five, liderados por el saxo y la voz de Jordan. Pero la idea que lo catapultaría llegó allá por 1941, cuando le comentó a Berle Adams, su posterior manager, que no entendía por qué la gente se quedaba plantada mirando a los músicos. Adams le sugirió que probara con algún novelty, un tipo de canción cómica muy popular en la época, y el todavía incorrupto Jordan contestó: “Somos músicos, no payasos”.

Esa dignidad le duró poco, pues pronto empezó a darle humor al asunto, y su éxito fue meteórico. La revista Billboard mencionaba a principios de 1943 que la de Jordan era la banda incipiente que más dinero estaba generando y remarcaba que el público no paraba de saltar durante sus movidos conciertos. En julio de ese mismo año ya se anunciaba en la prensa como “La Estrella Musical Más Asombrosa de Estados Unidos” y el día de Navidad ganó por KO a Louis Armstrong. Ambos coincidieron en Houston y, mientras el afamado trompetista vendió tan sólo 360 entradas en el Coliseum, cuatro manzanas más allá el saxofonista llenó las 3710 butacas del Auditorium.

Sus conciertos no eran cómo los de los demás. No se ceñía a un guion y cambiaba las letras de sus canciones, como también mudaba de vestuario durante la actuación. Podía empezar con una chaqueta amarilla y pantalones con estampados de orquídeas para luego pasar al frac y el sombrero de copa, pero dándole el toque excéntrico gracias a sus llamativas y redondas gafas de pasta blanca que potenciaban todavía más sus grandes y expresivos ojos.

Nadie se movía como él sobre el escenario y la gente enloquecía. Una reseña de un concierto en el Cafe Zanzibar de Nueva York durante el otoño del 45 destaca la fervorosa reacción del público cuando sonaba ‘Caldonia’, uno de sus mayores éxitos y la primera canción de la historia descrita como rock and roll en la prensa musical (aunque en la versión que grabó Erskine Hawkins durante ese mismo año). Compuesta por Jordan, ‘Caldonia’ era el tema ideal para brillar en directo con su poderoso ritmo y el as que se guardaba para el estribillo: a cada palabra le acompañaba un fuerte golpe de batería y Jordan alzaba las piernas como si le quemara el suelo.

“Baila casi tan bien como toca su instrumento”, señalaba el cronista de un concierto que dio en el Oriental de Chicago en mayo del 46. “Louis emplea su faceta de showman para transformar incluso las canciones que creías haber escuchado demasiadas veces”. Cuando compartía cartel con otras bandas, lo habitual era que la suya tocase la última porque ninguna osaba salir al escenario después de él. Le gustaba cerrar con las favoritas del público para marcharse en el apogeo y escuchar cómo la gente imploraba más espectáculo.

Negros y blancos, adultos y adolescentes

Otra clave de su éxito que allanaría el camino hacia el rock and roll fue la capacidad para quitarle al blues su pátina de lamento. Los mismos temas que antes salían de las entrañas del sufrimiento ancestral del hombre negro se convertían en historietas cómicas del día a día que podían englobar a toda la población. Así coló un total de 18 canciones en el número 1 de la lista de raza, el término empleado entonces para el posterior rhythm and blues, y pudo entrar también en la lista pop –diminutivo de popular entre los blancos–. Gracias también al cuidado que puso en suavizar el acento sureño de su Arkansas natal para hacerlo más neutral, Jordan logró llenar conciertos incluso cuando la entrada de los negros estaba vetada.

Al tiempo que intentaba baldear el segregacionismo de la época, el músico se erigió en visionario al fijar su atención en los más jóvenes. En febrero de 1944 se le ocurrió dar un concierto gratis en un teen-age club para ganarse nuevos adeptos. Estos clubes de adolescentes estaban surgiendo como setas con el fin de barrer los bares de adolescentes con demasiado tiempo libre y concentrarlos, así, en espacios concretos para reducir lo que se consideraba como delincuencia juvenil. El éxito de Jordan fue tan abrumador que Coca-Cola empezó a patrocinar conciertos gratuitos en ese tipo de clubes, lo que llevó a la industria musical a prestar atención a los deseos de los adolescentes, quienes desde entonces han marcado la pauta de todas las grandes modas que han triunfado en la música popular.

Jordan B. Goode

Aparte de ser un súper ventas, del humor y las letras desenfadadas con temas urbanos, de su éxito entre los adolescentes, de los contoneos y su personalidad arrolladora sobre el escenario… ¿qué más hizo Jordan por el advenimiento del rock and roll? La guitarra del ‘Ain’t That Just Like a Woman’ copiada por Chuck Berry es el ejemplo más claro de su influencia en lo estrictamente musical, pero ni mucho menos el único. Pese al perenne protagonismo de los vientos en sus canciones, la banda de Jordan regala otros pioneros solos de guitarra como los de ‘It’s a Great, Great Pleasure’ o ‘Reet, Petite and Gone’, grabada el 10 de octubre del 46 y cuya reseña en Billboard describía como una canción que “rocks and rolls” (aquí, usado como verbo).

A nivel vocal, el agudo chillido al nombrar a Caldonia en su canción homónima, esa con la que arrasaba en los conciertos, conduce inevitablemente a Little Richard. La asociación de estilos es todavía más evidente en los onomatopéyicos gritos del ‘Barnyard Boogie’ de Jordan, si bien no tan poderosos como el a-wop-bop-a-loo-bop, a-lop-bam-boom de Richard, todavía hoy insuperable, cuentan con el mérito de haber sido grabados ocho años antes.

Entre otros ejemplos de proto-rocanrol destaca ‘Choo Choo Ch’Boogie’, con un solo de piano que no habría desentonado una década después. Esta canción fue su mayor éxito en ventas, con la que alcanzó en 1947 el millón de copias vendidas para mantenerla en lo más alto de la lista de raza durante 18 semanas. Ninguna canción superó esa cifra hasta que ‘Old Town Road’ de Lil Nas X estuvo 20 semanas durante 2019 en la ahora llamada lista Hot R&B/Hip-Hop.

Jordan fue encadenando un éxito con otro durante toda la segunda mitad de los 40. Su banda fue la que más discos de música negra registró en las juke boxes de todo Estados Unidos durante tres años consecutivos y la revista Cash Box lo nombró mejor artista masculino de jazz y blues de 1948.

La extinción del dinosaurio

Pero llegó la siguiente década y fue como si el diablo se cobrase el alma que Jordan le hubiera vendido por arrasar durante los 40. Después de diez años sin parar de grabar y girar, Jordan estaba exhausto y llegó a anunciar su retirada para 1951. Aunque finalmente no dejó la música, sí dio un giro y por primera vez su instinto para el show business lo llevó hacia el camino equivocado: decidió acabar con los Tympany Five para expandir su banda a 15 miembros, sin contar las bailarinas. Diez años después de contribuir al ocaso de las big bands de la era del swing, Jordan recuperó ese viejo sonido cuando el rock and roll empezaba a coger su forma definitiva.

El descenso de ventas no se tradujo en falta de trabajo. Jordan siguió dando conciertos y habitualmente compartía cartel con otras figuras de renombre como Nat King Cole o Ella Fitzgerald, pero el saxofonista no terminó de conformarse con esa condición de vieja gloria e intentó revitalizar su carrera. Zanjó su larga asociación con Decca para fichar por Aladdin y su sonido se modernizó, como demuestra la guitarra de ‘Yeah, Yeah Baby’ grabada en febrero de 1954, dos meses antes del ‘Rock Around the Clock’ de Bill Haley & His Comets que la versión simplista de la historia suele tildar de primer rock and roll oficial.

¿El problema de Jordan? Cómo un señor de 46 años iba a atraer la atención de la nueva generación, la de un Elvis que no había cumplido los 20 cuando entró al Sun Studio de Memphis por primera vez durante el verano de ese mismo año. El rock and roll fue un meteorito que borró del mapa al jump blues, pero la corona de El Rey ya había lucido antes sobre la cabeza de Louis Jordan.