María de la Flor, una voz para apagar incendios
La joven artista madrileña presenta TEMPLE, su primer EP
MARÍA F. CANET
En pintura, la armonía y la buena disposición de los colores se denomina templanza. Este nombre femenino también tiene que ver con la moderación, la sobriedad y la continencia, algo heredado del cristianismo, donde era considerada como una de las cuatro virtudes cardinales. Todo ello se encuentra en la música de María de la Flor (Madrid, 1993). Esta joven compositora, cantante y violinista madrileña, acaba de publicar TEMPLE, un EP de cuatro temas producido por Diego Galaz (Fetén Fetén) y mezclado por Toni Brunet (Carmen Boza, Quique González, Rebeca Jiménez), que ahonda en el folclore. Una apuesta en la línea de artistas como Silvia Pérez Cruz, María Rodés, Los Hermanos Cubero, Izaro o María Arnal i Marcel Bagès, ciertamente arriesgada en un momento donde lo urbano impera, especialmente entre la generación millenial, a la que pertenece.
En TEMPLE, cada canción es un lienzo con diferentes colores pero una misma textura: un sonido orgánico, con olor a tierra, a raíces, a esa sencillez abrumadora que emana lo rural. En las composiciones de María, que creció en el madrileño barrio de Carabanchel, se percibe ese amor por el hogar y por los paisajes de infancia; la casa de los abuelos en el pueblo o la playa de los veranos.
‘Vidrieritas’ es un tema delicado, entre cuerdas de guitarra acústica y un sutil violín, que desprende la luz que se cuela, tímida pero brillante, en una habitación una mañana de primavera. ‘Silla Vacía’, con sus rústicas guitarras, es un homenaje a los que ya no están y a su presencia continua, que cruje como la madera del salón de una vieja casa de pueblo —»arde que arde la hoguera de leña de viejos andares»—, canta María, para echar la mirada sobre tradiciones cotidianas: «prepara con delicadeza café sabroso hervido en agua del pozo». ‘Naves’ transporta a un paisaje de costa con un bucólico acordeón y trae recuerdos de los estíos de niñez, para recordarnos: «no pierdas tu luz en cualquier apagón/siempre hay vida en algún rincón». ‘Deseo’ tiene algo de triste y luminoso a la vez, como esa atmósfera de los días donde el sol y la lluvia son intermitentes, mientras la voz de la cantante calma al oyente. Una voz que es como la caricia de una madre o una abuela, capaz de curar y de aportar sosiego, de apagar los incendios internos. TEMPLE, un delicado cuadro sonoro lleno de colores y matices en el que perderse para hallar esa paz y ese equilibrio que tanto ansiamos.