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La oda a la amistad leonina de Repion

El power dúo formado por las hermanas Iñesta regresa con un EP que ensalza la amistad femenina y disecciona el paso del tiempo

 

MARÍA CANET

Las manos que sostienen cuando las fuerza flaquean, que alivian la angustia y que celebran junto a nosotras son las de las amigas. Bien lo saben Repion, que con su último EP, Entre Todas Lo Arreglamos (Mushroom Pillow, 2024) rinde un homenaje a la amistad entre mujeres, a ese amor leonino, protector pero sincero, que es capaz de lamer heridas y de rugir ante cualquier amenaza que pueda cernirse sobre su manada.

Las hermanas Marina (voz y guitarra) y Teresa Iñesta (voz y batería) regresan apenas un año después de publicar su tercer disco (homónimo, Mushroom Pillow, 2023) con cuatro nuevas canciones que ensalzan la amistad, pero que, a la vez, diseccionan el paso del tiempo cuando el cadáver emocional de las relaciones aún está fresco.

La ansiedad existencial que provoca el frenético ritmo de vida se plasma en ‘El día no me da’, tema que abre una densa capa de riffs de guitarra que atrapan, como el nebuloso bucle de la rutina, que impide ver y sentir: “¿en qué punto estás? / apaga la luz quiero descansar/el día no me da”. La irrupción de la batería acelera el pulso, como el despertar de un letargo, entre la desorientación y la tristeza que provocan las decepciones amorosas y amistosas: “me duele el corazón/ya es primavera/¿dónde se han metido todos mis amigos?/ahora que os necesito/no estáis aquí conmigo”. La culpa golpea — “me siento culpable con facilidad” — al llegar al estribillo, donde Marina canta con la rabia de quien se sabe perdedora y purgar tormentos internos. Por suerte, las amigas, siempre acuden al rescate: “me preguntas qué me pasa/y me cuentas tu semana/entre todas lo arreglamos”.

“cuatro canciones que ensalzan la amistad, pero que, a la vez, diseccionan el paso del tiempo cuando el cadáver emocional de las relaciones aún está fresco”

Cuando los obstáculos del día a día se sortean, llega ‘Viernes’, un crudo medio tiempo que refleja, en la tensión de la base rítmica, la angustia que generan las pérdidas a través de la celeridad del cántico —“no quiero hacer la cena porque tú no estás para hacerla conmigo” — mientras soledad, desencanto y tristeza se mezclan, como ropa sucia amontonada en la lavadora, a punto de iniciar el centrifugado: “ya no quiero estar más triste, porque no es lo que me toca”.

Las guitarras urgentes de ‘Qué hay de ti?’, se desbordan como el dolor al inundar de impotencia unos ojos que ven una vieja amistad romperse: “no quiero aceptarlo/los recuerdos se están borrando”. El final basado en arpegios acústicos, incide en esa atmósfera melancólica.

Un regreso a las pandillas y a los eternos veranos de infancia y primera juventud, dónde todo parecía eterno e inquebrantable, se produce al escuchar ‘Vienen de pasárselo bien’, con aroma a cloro —“vienen con el pelo mojado, vienen de pasárselo bien”—, y ausencia de problemas. Una bella pieza de folk oscuro a dos voces, donde arpegios tan delicados como ásperos echan un pulso que concede a las cántabras un halo a las Vainica Doble, en una versión más grunge.

El nudo de la intensidad y de la angustia se deshace con los últimos acordes. Se estrecha ese amor leonino que, entre rugidos y lametones, ayuda a encarar la vida. Al calor de nuestra particular manada de leonas, todo duele un poco menos. Entre todas, siempre, acabamos por arreglarlo.