Donde brote la hierba, habrá esperanza
El cantautor de Georgia acaba de publicar su cuarto trabajo
MARÍA CANET
El paisaje puede cambiar, pero el mar o las montañas llevan siglos en el mismo lugar. Bien lo sabe Jake Xerxes Fussell. Desde que debutara en 2015 con un álbum homónimo, este trovador de Georgia ha dedicado su carrera a actualizar la tradición. Aunque los sintetizadores estén presentes en su particular interpretación de los cánticos populares norteamericanos, aquellos que sus antepasados entonaron en el campo o en los muelles, el crujido folk es la esencia del trabajo de Xerxes Fussell. Un empeño similar al de Bonnie Prince Billy o Sierra Ferrell, quienes han sabido trasladar la tradición rural a una sonoridad actual. En Good And Green Again (Paradise Of Bachelor, 2022), su último disco, el gris industrial que teñía sus anteriores trabajos cede el protagonismo al verdor de las montañas. Una postal distinta para una esencia común: canciones en las que se reconocen las manos de labradores, carpinteros, estibadores o pescadores. Manos obreras que transforman rutinas tediosas en piezas de arte. Barro, hierba, trigo, astillas, adoquines húmedos. Brotes verdes que se abren paso entre el asfalto.
El álbum arranca con ‘Love Farewell’, tierna composición que ahonda en la búsqueda del amor verdadero, rústica como la madera y de cierto aura neilyoungniano gracias a los coros de Bonnie Prince Billy, que se abren paso entre sintetizadores y el pedal steel. Un equilibrista parece recorrer las tensas cuerdas de la guitarra en ‘Carriebelle’, donde los solemnes vientos brillan como buenos actores secundarios; la percusión es espesa como la niebla y la mandolina parece abrirse paso veloz y alegre, como arroyo que se desliza por una ladera. Intimidad, pero con grandilocuencia. Luminosa pero tímida, como luz colándose entre la frondosa vegetación de un bosque resulta ‘Breast Of Glass’; parece que, a cuentagotas, como esos arpegios de cuerda, el hielo se derrite y el paisaje empieza a florecer mientras los vientos anuncian la llegada de la primavera. El instrumental ‘Frolic’, una de las piezas más especiales del álbum, arranca con un suave baile de dedos sobre la guitarra. Poco a poco, los sintetizadores crean una nebulosa que parece atravesada por un tren en marcha cuyo motor es la disimulada (pero constante) percusión. Como ver la vida pasar desde la ventana del vagón.
De los raíles y el humo a los verdes prados. Es el caso de ‘Rolling Miles Are Burning Down’, cuyo estribillo repite a modo de mantra la penetrante voz del músico, a la vez que la crudeza acústica y las vivacidad de las teclas se encuentran. También ocurre en el instrumental (y una de las pocas composiciones originales de Fussel) ‘What Did the Hen Duck Say To The Drake?’, corte de bluegrass etéreo con reminiscencias al folclore irlandés a través de los fiddles. La dulce guitarra de ’The Golden Willow Tree’ acaricia como brisa veraniega, en una especie de epopeya marinera de casi 10 minutos que narra la historia de un barco que acabó por naufragar por la ambición desmesurada de su capitán. El tercer instrumental, ‘In Florida’ (también compuesta por el georgiano) posee esa calidez costera animada por guitarras traviesas y percusión casi tropical. La delicada ‘Washington’, dedicada al general del mismo apellido, entre vientos soul y tímidos teclados, es la encargada de cerrar el disco a modo de solemne despedida.
Introspectivo, crudo y lleno de sorpresas, Good And Green Again es como una caminata por la montaña en soledad. Una escapada necesaria para coger aire y recordar quiénes somos. Todos adaptamos la tradición a nuestro propio compás. Jake Xerxes Fussell ha sabido captar la esencia de esas montañas milenarias, fotografiarlas desde un ángulo distinto, personal. Cada año, la naturaleza sigue su mismo proceso, pero cada vez de manera distinta. Allí donde brote la hierba, habrá esperanza.