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Máquina de guerra, o la desterritorialización del sonido de Mohama Saz

Con su quinto álbum, la formación madrileña afianza su búsqueda por latitudes musicales alejadas de la tradición anglosajona

 

MARÍA JOSÉ SERRANO BENÍTEZ

“Las armas son afectos y los afectos son armas”, afirmó Gilles Deleuze en referencia a la noción de “Máquina de Guerra”, concepto filosófico que bautiza el quinto álbum de la banda Mohama Saz. Tres años después de la publicación de su anterior trabajo, Quemar las naves (Humo Internacional, Mock Records, 2020), Mohama Saz regresa con un nuevo elepé, Máquina de Guerra (Yai Yai Records, 2024), con el que consolida su búsqueda musical hacia distintos territorios etnográficos. El trío madrileño, compuesto por los hermanos Sergio y Adrián Ceballos, y Javier Alonso, despliega la potente y variada artillería sonora que ya fraguaron en sus cuatro álbumes anteriores, explorando horizontes musicales alejados de la tradición anglosajona. Un caleidoscopio musical en el que convergen el legado del anatolian rock con el folclore andaluz, el krautrock alemán y la psicodelia más vanguardista, sin olvidar el influjo de las raíces mediterráneas y la música andina.

“Máquina de Guerra se compone de siete temas que recrean una atmósfera evocadora, casi espiritual, marcadamente ideológica y nunca escapista”

Como en trabajos previos, el disco ha sido producido por Carlos Díez junto con Mohama Saz, además de grabado, mezclado y masterizado en Estudios Santa María del Páramo (Granada). El resultado es un álbum con un sonido orgánico que integra con coherencia las heterogéneas influencias étnicas de la banda. Máquina de Guerra se ha publicado en formato digital y también en vinilo, cuya edición está limitada a trescientas copias. En su portada, donde ya se atisba la concepción filosófica de la banda, unos pájaros negros planean acechantes bajo un sol rojizo. La ilustración es obra del pintor Óscar Rey, con quien la banda había contado para la cubierta de su anterior trabajo, Quemar las naves.

Máquina de Guerra se compone de siete temas que recrean una atmósfera evocadora, casi espiritual, marcadamente ideológica y nunca escapista. Para este álbum, la banda ha prescindido de los vientos en la instrumentación, mientras mantiene el característico baglama saz eléctrico de Javier Alonso como eje vertebrador de las melodías. La técnica instrumental, pulida y orgánica, va acompañada de ritmos cíclicos y primitivos que despliegan una hipnótica espiral musical.

El proyecto de Mohama Saz se presenta también como un artefacto político. El título del álbum es toda una declaración de la actitud combativa de la formación, que concibe su música como un arma de resistencia artística. Canciones como ‘Stereorrata’ o ‘Ursus’ se encuentran cargadas de denuncia política. No en balde, esta última alberga en su letra referencias al célebre y musicalizado poema ‘Galope’ de Rafael Alberti: “Al heredero de sangre, al socialista cobarde, al escribano que miente, al pueblo que no defiende, hay que enterrarlos en el mar”.

La confluencia de la música de raíces se constata desde la primera descarga del álbum, ‘Yayai’, que conjuga la herencia directa del rock andaluz con la ascendencia de los sonidos de Europa del Este. Las voces corales atraviesan el disco de principio a fin, especialmente en temas como ‘Baris’, ‘Amulatu’ o ‘Jara y sedal’, y confieren un halo mítico que se aproxima a la psicodelia más sugestiva. En su arsenal sonoro, Mohama Saz no olvida incorporar sintetizadores herederos de Tangerine Dream o Neu!, con los que profundizan en el ala más cósmica de su sonido. Para cerrar el álbum, el último cartucho, ‘Arbolito’, aglutina ritmos andinos contagiosos, voces ancestrales y melodías con resonancias magrebíes que invitan a un baile iniciático.

Con este disco, la banda se aleja de convencionalismos y ofrece una apuesta exigente pero madura. Máquina de Guerra es un proyectil musical que enfrenta resonancias del este del Mediterráneo con músicas arraigadas en distintas latitudes geográficas. Se trata de un trabajo ambicioso que trasciende lo sonoro y representa un postulado emocional y político. “La máquina es tu corazón”, recita la banda. Mohama Saz hace así suyas las palabras de Deleuze: “Una máquina de guerra puede ser mucho más artística y revolucionaria que bélica”.