Las bandas que surgieron en los primeros 2000 recuperaron la actitud y el espíritu del rock and roll que dio paso al punk y el garaje

ÁLVARO GONZÁLEZ

Siempre que se habla de música, se habla de movimientos y grupos del siglo pasado que han trascendido y que se tienen en sus no tan pequeños altares que poco a poco han ido ganando. Toda la nueva generación de bandas y músicos haciendo rock a partir de los 2000 reavivó la llama que se estaba terminando de apagar tras el boom del britpop y el grunge. Grupos jóvenes como The Strokes, o The White Stripes desempolvaron el gamberrismo con la publicación de discos ahora imprescindibles en la estantería de cualquier melómano como son el Is This It y el White Blood Cells que nos dieron himnos rápidos y crudos como ‘Last Nite’ o ‘Fell in Love With a Girl’ que consiguieron colarse en las los puestos altos de las listas “mainstream”.

El resurgimiento del sonido garajero puso en marcha el mecanismo de la fábrica de himnos y se llenó la industria de bandas que presentaban riffs frenéticos en temas que secuestran el cerebro. En Estados Unidos, además de The Strokes y The White Stripes, aparecieron con su álbum B.R.M.C Black Rebel Motorcycle Club, Black Lips con su debut homónimo y The Yeah Yeah Yeahs con Fever To Tell; grupos que, a su vez, estaban sentando las bases para lo que a partir de entonces se llamaría rock alternativo y que, por causas ajenas a la organización, un puñado de coolturetas empezó a llamar indie, cagando totalmente fuera del tiesto.

Como respuesta, y como suele pasar, en las islas británicas no quisieron ser menos y contraatacaron -en el mejor de los sentidos, por supuesto la música no es una competición- con la formación de grupos como The Libertines o Arctic Monkeys, que supieron aprovechar el tirón de las primeras redes sociales como MySpace, sobre todo los Arctic, para hacer circular su música a velocidades nunca vistas. Todo esto ocurría mientras The Hellacopters y The Hives también se hacían su hueco fuera de Suecia y The Vines salían de Australia para colocarse a la altura de las bandas anteriores e iniciar así el nuevo milenio con buen pie y buenos guitarrazos.

Con el paso de los años, y con el desgaste que supone la rock and roll life, plagada de drogas y dinero, el núcleo duro del garage rock de los 2000 se fue desintegrando. The White Stripes se separaron, The Strokes degeneraron hasta el punto de llegar a editar un disco como Angles, The Yeah Yeah Yeahs comenzaron a introducir sintetizadores, The Libertines optaron por separarse antes de matarse entre ellos y Arctic Monkeys derivaron hacia un rock más cercano al stoner en Humbug que al garage de los dos primeros discos.

Pero no todo está perdido, a pesar de haberse difuminado la magia de los primeros años y el interés del público, ahora más mayor y con la vida un poco más encarrilada, el rock nunca ha muerto. Todas las anteriores bandas junto con Jack White en solitario o en cualquiera de sus facetas o Ty Segall años más adelante, dejaron el camino asfaltado para que pudieran surgir bandas como Jet, Blood Red Shoes, Wavves, Thee Oh Sees, Car Seat Headrest, FIDLAR, The Orwells, The Garden o Royal Republic, que mantienen la llama del garage rock hasta que llegue la próxima hornada de nuevos talentos que sepan relanzarlo al punto que se llegó en los primeros 2000. Sacad las guitarras y exprimidles el alma en vuestra cochera, niños, os necesitamos.