Rufus T. Firefly: «La psicodelia es una herramienta para llegar al fondo de nosotros mismos»
Víctor Cabezuelo, teclista y voz en Rufus T. Firefly, recuerda su niñez y bucea en nostalgias ochenteras para hablar de cine, series, nebulosas y otros cosmos personales
RAQUEL ELICES / Fotos: A. MAKEDA y MON ARÉVALO
Decía el astrónomo Carl Sagan que si nos perdemos en la imaginación podemos correr el riesgo de acabar en mundos que no existen. Pero eso siempre es mejor que no ir a ningún lado. La música también tiene ese poder. Escucharla no puede cambiarnos de escenario físico, pero puede hacernos viajar lejos. Víctor Cabezuelo, uno de los más brillantes músicos españoles de su generación, tiene la capacidad de plasmar el cosmos de su imaginación en todo cuanto hace. Quizá por eso, puede llegar a cualquier parte. Tras su melena alborotada y su carácter introvertido, se esconde una personalidad de trato afable, con sentido del humor y con una mente poderosamente creativa. Exhausto por la intensa jornada de promoción de su nuevo disco, Loto (Lago Naranja Records, 2018), Víctor no lo duda ni un segundo: «Una cerveza, por favor». Esta es su séptima entrevista, así que agradece poder tomar, aparte de cerveza, un poco de aire en El Retiro de Madrid. Julia Martín, su compañera en la batería, no está hoy. Tampoco hay flores, ni magnolios. Queda la imaginación.
Más allá de las series, el universo cinematográfico salpica por todos lados a Rufus T. Firefly, para empezar el nombre…
Nos gusta mucho el cine. Aunque en realidad el nombre de Rufus lo planteamos como algo provisional para el que fue nuestro primer concierto con 21 años. Era dentro de un concurso. Llevábamos un par de meses tocando en el local y ensayando para ese día, pero no teníamos nombre. La misma semana del concurso, nos pusimos a ver películas en el local de ensayo. Una fue “Sopa de Ganso” de los hermanos Marx. El personaje de Rufus T. Firefly nos impresionó mucho. Cuando después ganamos el concurso, ya no había vuelta atrás. Además pensamos que nos dio suerte. Ahora nos encanta el nombre y me parece bonito llevar el nombre del mejor político de todos los tiempos.
¡Quién viviera en Libertonia!
Sí.
De aquella época Los invisibles. Fue vuestra primera maqueta. ¿Qué recuerdas de todo aquello?
Puff, (risas). Mira, te diré que la grabamos viendo vídeos en Youtube. Necesitábamos ver cómo había que colocar los micros para grabar. Lo que pasa que los micrófonos que nosotros teníamos eran muchísimos más malos. De hecho, no eran ni nuestros, eran del otro grupo con el que compartíamos local. El método de grabación fue además un poco “prueba y error”. Grabábamos alguna pista y luego íbamos escuchando a ver qué salía de ahí. Evidentemente, no teníamos ni idea de sonido. Pero ahora, después de doce años, lo escucho y me pregunto cómo narices conseguimos ese sonido cuando, en realidad, el material que teníamos era muy malo. Aprendimos mucho y fue muy bonito haber grabado esa maqueta por eso. La pena es que el nivel era justito y ahora me da vergüenza enseñársela a la gente.
Cuando echas la vista atrás recordando todo aquello y lo comparas con el punto en el que estáis ahora mismo, ¿qué sientes?
Es como una especie de nube. Todos los recuerdos con Rufus, toda la trayectoria que tenemos a nuestras espaldas la recuerdo así. Si miro atrás, tengo la sensación de no saber muy bien dónde estoy ahora. Es una sensación constante, me ha pasado hasta en el último concierto que he dado en Palencia.
En ese directo estuvo diluviando, ¿no?
Fue increíble. Alguna vez habíamos dado algún concierto con lluvia, chispeando quizá, pero lo de Palencia fue una movida. Yo nunca había visto llover así de fuerte, pero fue muy bonito. La gente no se iba. Yo pensaba que con la que estaba cayendo, cuando todo se embarrase, la gente empezaría a irse, pero no se fueron y llegaban más incluso. Recuerdo que estábamos empapados, había tomas de sonido mojadas y pensé que podría ser peligroso, pero me decía «si ellos no se van, nosotros tampoco». Mire a mis compañeros de grupo y todos coincidimos en que había que seguir. Por suerte no nos electrocutamos y seguimos aquí (ríe).
Imagino que conciertos como ese se quedan guardados para siempre. En estos doce años de carrera, ¿cuál es el concierto más especial para vosotros?
Ha habido muchos, pero creo que el más especial fue la presentación de Magnolia en el 8 y Medio de Madrid. Aquel fue un concierto en el que, por primera vez, sentimos que todo salía como queríamos y eso es muy difícil que pase. Además, a partir de ese día la gente empezó a vernos como una banda de verdad y a tomarnos en serio. Todo el mundo hablaba muy bien de nosotros, pero ese día lo cambió todo. Recuerdo pensar «lo hemos conseguido chicos».
Además en aquella presentación de Magnolia veníais de su superar haber perdido a dos componentes del grupo, que deciden salir de Rufus…
La salida de Alberto y Sara fue algo que personalmente me afectó mucho. Éramos cinco amigos con un proyecto juntos, con una ilusión en común y de repente que ellos no estuvieran más se cargaba esa idea. A mí me entraron dudas sobre si debíamos seguir tocando o si me apetecía que Rufus siguiera sin ellos. Me resultaba extraño que no estuvieran. Pero habíamos compuesto la mitad del disco y sentíamos que aún teníamos cosas que contar. Entonces, hablando con Julia y Charly, nos dimos cuenta de que además teníamos una deuda con toda la gente que nos había seguido desde el principio y con los que habían invertido su dinero en el crowfunding. Así que pensamos, “bueno hagamos nuestras últimas canciones”.
«Habíamos cambiado seres queridos por seres queridos. Me di cuenta de que la esencia seguía ahí, decidimos seguir adelante y aquí estamos.»
O sea que Magnolia era realmente un disco de despedida…
Sí. No sabíamos cómo seguir adelante con el proyecto sin el conjunto del grupo. Además no teníamos componentes en la banda para los directos y yo pensaba que nadie iba a saber entender bien el concepto de Rufus y que nadie iba a querer entrar en un grupo que no daba dinero. Así que dijimos, hagamos una bonita despedida con una flor con la que decir «gracias por todo, hasta aquí hemos llegado».
Pero entonces aparecen Rodrigo Cominero de Sonograma y Miguel de Lucas de The Sunday Drivers…
Sí, además con ellos también tocaba en Mucho. Para mí, Miguel (de Lucas) es uno de los mejores bajistas del país y le pedí el favor de que tocara los bajos en la grabación del álbum. Cuando terminamos el disco me dijo que le había flipado y que le molaría tocar con nosotros. Con Rodrigo pasó lo mismo. Después de grabar le gustó el proyecto y entonces, sin saber por qué, el grupo se reformuló de una manera mágica, por la conexión que había y nos convertimos de nuevo en un grupo. Habíamos cambiado seres queridos por seres queridos. Me di cuenta de que la esencia seguía ahí, decidimos seguir adelante y aquí estamos.
¿Cuándo empiezas a tocar con Mucho?
Empecé en el 2012. Estaba Fausto, que también fue parte de The Sunday Drivers. Y cuando él lo dejó Martí (Perarnau), que era amigo mío, me propuso entrar. Desde entonces siempre hemos intentado compaginar ambos proyectos, pero siempre he estado muy centrado en Rufus.
Ahora mismo Martí Perarnau está grabando nuevo material.
Sí, está trabajando en un disco que está grabando él solo. Digamos que él tiene muchas “maquinitas” y mil cosas con las que quiere experimentar sonidos nuevos. Ahora mismo está trabajando las últimas mezclas.
¿Has podido escuchar ese nuevo material?
Sí y solo puedo decir que quiero seguir tocando con él en directo. Me flipa su manera de entender la música, lo freak que es en ese sentido y es un honor poder subir a los escenarios juntos. Es verdad que habrá conciertos que no pueda estar con él si me coincide con bolos de Rufus, pero entiendo que hay muchas formas de llevar una banda.
Martí y tú os habéis retroalimentado mucho. Su presencia en Loto ahora es clara, pero en realidad él siempre ha estado ahí de una manera u otra.
Sí, Martí es una pieza importante en Rufus, aunque no sea de manera directa, siempre ha estado ahí. En Magnolia hizo gran parte del trabajo de sintes, pero mi relación con Martí siempre ha sido muy estrecha. Me ha enseñado un montón de cosas y creo que yo a él también. Todo eso se refleja en Rufus, es inevitable. En especial, el descubrimiento que me hizo Martí con los sintes ochenteros me ha influido muchísimo a la hora de componer para Rufus.
Una de las claves de vuestra música es que creáis un caleidoscopio musical lleno de matices y colores diversos, como un cuadro lleno de capas, pero sin caer en el barroquismo. ¿Cuándo sabes que tienes que parar y dejar de sumar elementos?
Es muy difícil. Siempre quieres volver a revisar cosas, retocar sonidos, letras. Normalmente lo que hacemos es ponernos plazos y así es como funcionamos. Si no, creo que no terminaríamos nunca, estaría añadiendo y cambiando cosas todo el rato y tampoco es bueno porque pierdes un poco el norte y la perspectiva. También es verdad que, en ese sentido, Manu Cabezalí nos ayuda mucho. Él es capaz de decirnos cuáles son las cosas que funcionan y, sobre todo, si no mola, algo que es muy importante en un productor y que no siempre pasa. Estamos muy contentos de poder trabajar con Manu.
Además de tu productor, es amigo y compañero de escenarios. Hace poco hicisteis un concierto conjunto con su banda, Havalina. Un proyecto al que llamásteis ‘Bandada’ ¿Saldrá algo grabado de ahí?
No, el encanto de todo eso tiene que ver con que solo iba a pasar en ese momento y en ese lugar. El poder de lo efímero. Como sabíamos que esto solo iba a pasar una sola vez, teníamos la sensación, al mismo tiempo, de estar creando algo que nace y muere a la vez. Fue un concierto muy emocionante y ha sido uno de los pocos conciertos de mi vida, si no el único, en el que desde la primera canción he estado disfrutando por completo, sin pensar en nada más. Era muy raro porque era como ser público y artista a la vez. Toqué todo el concierto de lado porque quería ver a Manu tocando. Admiro mucho a Havalina y aunque han pasado ya muchos años desde que empezamos a trabajar juntos, esa admiración sigue ahí. Tocar con Manu me impone mucho, por el respeto que le tengo y porque es muchísimo mejor guitarrista que yo. Que él me vea como un igual para mí sigue siendo muy raro.
¿Qué se le pasa a una banda como la vuestra, que ha crecido recorriéndose todos los rincones de España, acumulando bolos en salas, concursos, autoproduciéndose, tirando de crowfunding y obteniendo el reconocimiento profesional a base de trabajo duro, cuando Amaia de OT entra a formar parte de un festival como el Primavera Sound?
Creo que el recorrido que ella hace y el que hace el resto de bandas es completamente diferente. No llego ni a relacionarlo. Me parece que el fenómeno OT tiene mucho más que ver con el marketing y el espectáculo que con la música, que para mí es algo sentimental, algo íntimo. Es como comparar un partido de fútbol con una partida de ajedrez.
¿Y se puede valorar igual a un artista que llega ahí a través de esas vías de marketing televisivo?
Quizá sí, pero eso es algo que una banda lleva internamente. No sé lo que pensará Amaia por tocar en el Primavera Sound, igual no le hace ni ilusión. Creo que cada uno debe saber valorar los pasos que ha ido dando y saber agradecer el momento que está viviendo. Más allá de todo esto, es verdad que cuando la he visto actuando he flipado y que hay demasiados prejuicios en la música. Eso me da mucha pereza. Para tocar como ella toca el piano, Amaia ha tenido que estudiar mucho, eso no sale solo y para cantar de esa manera tienes que echarle horas. Así que, a lo mejor no ha comido garitos, pero ha comido clases de piano muy duras y eso hay que valorarlo. Lo único que tengo en contra de Amaia es que haya pasado por ese concurso. Ese es el drama de su carrera, porque creo que no le hacía falta pasar por OT para llegar al mundo de la música. Aún así, la admiro, me parece increíble.
Vamos a saltarnos la norma de ‘No he venido a hablar de mi disco’ porque si hablamos de Magnolia, tenemos que hablar de Loto.
Sí porque es una continuación. Cuando grabamos Magnolia hicimos mogollón de maquetas y teníamos muchas ideas. De ahí ha salido la base de Loto, pero las canciones que componen este disco no eran temas que se hubiesen quedado fuera de Magnolia, no estaban hechas de antemano. La conexión viene de que todo el proceso de composición de Loto ha ido surgiendo a lo largo de la gira de Magnolia. Entre concierto y concierto iban surgiendo temas que íbamos registrando. De ahí salieron unos diez temas y nos dimos cuenta entonces que todavía tenían mucho que ver con el concepto de Magnolia por la sonoridad. Perfecto para cerrar esa etapa. En Loto hemos conseguido llegar a sitios que con Magnolia no habíamos conseguido. Magnolia es un disco muy redondito, pero también es un disco muy pop, a pesar de la psicodelia. Y con Loto, nos hemos dejado llevar mucho más, las estructuras son más experimentales, más raras y hay más libertad. Hemos conseguido llegar hasta dónde queríamos con la psicodelia. Y es hora de cerrar esa etapa.
¿Y cuál es el siguiente camino?
Vamos a parar un tiempo cuando terminemos la gira de Magnolia y Loto, a la que le quedan unos ocho meses. Para descansar, pero también para seguir investigando en nuevos sonidos y en nuevas formas de hacer música. Queremos cambiar otra vez el concepto de Rufus y para ello debe haber un espacio de tiempo entre este disco y el próximo, si no creo que nos repetiríamos. Por un lado, no me gusta que la gente pueda esperar algo de nosotros, que seamos predecibles. Por otro lado, me gusta que lo que vayamos a defender tenga una base muy sólida y esté basado en un concepto real, no algo que te inventas en dos días. Eso requiere tiempo. Tenemos que viajar, leer, investigar, escuchar otras músicas…
«Partíamos de pensar que Magnolia iba a ser lo último que íbamos a hacer como banda a, de repente, estar viviendo gracias a Magnolia»
Y ese cambio, ¿por qué ahora?
Creo que cada vez nos sentimos un poco más mayores y a lo mejor estamos un buscando una manera más elegante de hacer música a través de la sobriedad bien entendida. Creo que nuestro siguiente trabajo puede tirar un poco por ahí, pero de momento vamos a ver qué exploramos.
¿Algo que esté seguro en esa nueva línea de Rufus?
Que Manuel Cabezalí seguirá con nosotros, eso es seguro, pero lo más probable es que se incorporé algún otro productor.
Por el momento ahora estáis entre las flores, ¿por qué Loto y Magnolia?
Lo que pasó con Magnolia es que queríamos un disco muy sencillo, pero que a la vez tuviera un valor simbólico muy grande. Una flor es algo que, a priori puede pasar desapercibido, pero si te paras a observarla, ves su complejidad. Nosotros queríamos hacer un disco así, un disco que fuera una flor, con todas sus capas. Un trabajo que te permitiera adentrarte en las canciones y ver sus diferentes aristas, con todo un universo de matices y colores. Loto, es una magnolia más pequeñita. Además el loto simboliza la paz espiritual, cuando te encuentras contigo mismo, cuando encuentras tu camino o cierras una etapa que es exactamente lo que significa este disco para nosotros.
¿Qué cosas ocurre en el año y medio que separa ambos discos?
Cosas inexplicables, la verdad. Para empezar, no sigo siendo la misma persona que antes de Magnolia. Personalmente, es un poco difícil de asimilar, porque partíamos de pensar que Magnolia iba a ser lo último que íbamos a hacer como banda a, de repente, estar viviendo gracias a Magnolia. Durante ese tiempo hemos tocado sin parar, ahora vamos a incorporar un show de luces al concierto. Son cosas que nunca se me hubieran pasado por la cabeza. Es muy raro. Siento una responsabilidad, un agradecimiento enorme a la gente que ha hecho que esto sea posible. En este tiempo hemos tratado de seguir haciendo buenas canciones para no defraudar a nadie, que es una cosa que me afecta mucho.
Siempre habrá quien se queje…
Sí, es verdad. Pero si ese alguien es de los que siempre ha estado ahí, me joderá de verdad. Si alguien de los que ha estado apoyándonos desde el principio piensa, “este disco es una mierda”, me va a doler.
Y ¿no os asusta, ahora que os planteáis un cambio de rumbo, que esto pueda suceder?
No, porque creo que la gente que nos conoce y que nos quiere sabe que lo mejor es que cambiemos. Aunque puede pasar que muchos fans que se hayan incorporado ahora, con Magnolia, puedan no entender nada y se pregunten “¿por qué hacen esto?”. Pero es que si no fuera por esa mentalidad de experimentación continua nunca hubiéramos llegado hasta aquí.
‘Druyan & Sagan’ abre el disco como toda una declaración de intenciones…
Sí. Primero porque todo el disco es muy cósmico y muy freak. Un homenaje a referentes setenteros y ochenteros que nos han marcado mucho. Pero, sobre todo, porque hay una historia de fondo que es que Ann Druyan y Carl Sagan fueron pareja y aquel proyecto de la serie Cosmos surgió por eso, su origen fue el amor. Fue una idea muy bella que tuvieron como pareja. Es la idea de que todo surge del amor…
Como Rufus…
Eso mismo. Rufus T. Firefly fue el proyecto que creamos Julia y yo, que en un principio éramos pareja. Decidimos hacer una banda y de ahí surgió todo. Es muy simbólico en ese sentido.
¿Te marcó la serie? A muchos les pasa…
Fue una revelación absoluta. Cosmos es una de esas cosas que ves y te cambian un poco la vida. Y justo la vi en el momento en el que Alberto y Sara nos dijeron que se marchaban de Rufus y empezaba todo este proceso nuevo. Esa manera tan bonita de explicar lo inexplicable y acercarlo a la gente. También me marcó a la hora de hacer las canciones. Yo tenía muchas ideas locas en la cabeza, pero quería que la gente las entendiera. Y esa también fue un poco la idea de Magnolia, ¿no? Usar la psicodelia con sonidos y experimentaciones raras, pero llegando a todos, que la gente pudiera disfrutarla. Es una idea que, en realidad viene de Cosmos.
Sois la psicodelia divulgativa…
Es algo que nos dicen mucho. En plan, “les estáis metiendo un Pink Floyd a la gente y ni se enteran”.
¿Por qué crees que la psicodelia ha vuelto a cobrar relevancia ahora?
Yo creo que nunca ha dejado de estar ahí de alguna manera, lo que pasa es que a veces ha cambiado la manera de verla y la manera de sonorizarla, pero siempre ha habido grupos psicodélicos en todas las décadas, desde que surgió.
¿Qué tiene este género que no tengan otros?
Yo creo que es muy agradecida a la hora de hacer canciones y puedes hacer una toma de 10 minutos y si dices psicodelia ya no pasa nada (risas).
Y luego está ese poder melódico que tiene, ¿no?
Justamente, es un género con el que puedes ver cosas literalmente y eso es muy bonito. Es una herramienta que decidimos utilizar para llegar al fondo de nosotros mismos.
«El día que llegue a casa con un casete de Ibiza Mix y se la enseñé a mi padre hubo un silencio increíble. Así entendí que ese no era el camino.»
¿Qué grupos te han marcado el camino hasta aquí?
Probablemente todos los que he escuchado, pero puedo nombrarte a Radiohead, Pink Floyd, Flaming Lips, Nirvana… Tame Impala.
¿Estáis cansados de que os comparen con Tame Impala?
No, a mí me flipa. Sería ridículo que dijera que no. Además nos gusta mucho Tame Impala y han ayudado a hacer la psicodelia accesible. Si me compararán con Camela, quizá me preocupaba, pero no con Tame Impala
¿Tienes algún vicio musical inconfesable?
La verdad es que no. Tuve la suerte de que tanto mi padre como mi hermano siempre me ponían música increíble. Eran ellos los que traían los discos a casa y ellos mandaban. No sé, ¿qué es lo más estándar que he podido escuchar? Los Rodríguez, a lo mejor, y son increíbles. En ese sentido, siempre he tenido mucha suerte. De hecho, creo que fue un drama en mi familia el día que me dejaron en el colegio una cinta de casete de Ibiza Mix. Cuando llegue a casa con ella y la enseñé hubo un silencio increíble. Así entendí que ese no era el camino.
¿Has rayado algún disco de tanto escucharlo?
OK Computer de Radiohead. Me lo he tenido que comprar ya tres veces porque se me ha rayado una y otra vez. Es, sin lugar a dudas, el disco que más he escuchado en la vida. Lo curioso es que cada vez que lo escucho, me parece diferente y me doy cuenta de matices que hasta entonces no había oído. Es como si cada año lo grabaran de nuevo.
Siguiendo la línea ochentera, aunque cambiando en este caso la ciencia por la ficción… el primer adelanto que escuchamos de Loto fue ‘Demogorgon’, vuestro particular homenaje a Stranger Things. ¿Te gustó la segunda temporada?
Me ha gustado un poquito menos, pero me gusta. Es la típica serie que sabes perfectamente qué va a pasar todo el rato, pero cuando pasa te da gustito. Sabes quién son los buenos, quién son los malos y ahí no hay movidas.
Dicen que es la serie de los nostálgicos… ¿Eres muy nostálgico?
Sí, pero intento serlo cada vez menos porque me emociono mucho y me quita mucha energía. Pierdo mucho tiempo recordando y a veces creo que no tengo ese tiempo para perderlo. Intento mantenerme activo para no ser nostálgico.
Haciendo un esfuerzo, ponte nostálgico. ¿Cómo eras de niño?
Era muy friki. Todo el mundo flipaba conmigo porque tenía mucha imaginación y mucha capacidad para abstráeme, nunca estaba ahí. Siempre estaba pensando en otras cosas, hablaba solo, jugaba solo. No necesitaba absolutamente nada más que ese mundo interior para estar feliz. Es algo que me decían mucho.
Es comprensible entonces que de pequeño fueras más de Final Fantasy que de FIFA.
Sí, de hecho me los he pasado todos. Me flipaban sus historias. Creo que es el videojuego, especialmente la séptima parte, que más ha dignificado el mundo de los videojuegos y con el que se ha abierto el camino a todo lo que vemos hoy en ese sector. Es cultura. Una historia alucinante. Aún así, me gustaba mucho el fútbol de pequeño, jugaba en el Aranjuez, y también he jugado al FIFA. Antes era del Atleti, pero ya no me gusta ese mundo futbolero, para mí ha dejado de ser algo romántico.
Tanto en ‘Demogorgon’, como en el resto del disco hay muchas referencias a la infancia y a ese difícil proceso de pasar de fase. ¿Cuesta entrar en el mundo adulto?
Sí, en esta canción por ejemplo hablamos de la amistad. Digamos que queremos atarnos a ellos y a esa infancia, no aceptar en ningún momento que los hemos perdido. Es un poco lo que pasa en la serie: “No sé dónde estás, pero te voy a encontrar”. Además, precisamente esa canción habla de lo contrario a querer hacerse adulto, es como no aceptar la realidad… Es algo que veo mucho en la gente de mi generación. Siempre estamos pensando que antes todo era mejor.
Le pasa un poco a todas las generaciones.
En realidad sí.
Otra serie, Black Mirror. Entiendo que tu capitulo favorito es ‘San Junipero’.
Sin duda, es el único que acaba bien o con el que, al menos, no te vas llorando a la cama, o si lo haces es de emoción. Recuerdo que lo vimos a la vez todos los Rufus, cada uno en su casa, y al día siguiente, todos coincidíamos.
¿Es entonces cuando surge la canción?
No. Lo vimos hace tiempo, pero quisimos homenajearlo ahora. ‘San Junipero’ surge de un encuentro con el grupo Ambre. Ellos son muy amigos, además Antonio, el cantante, es de Aranjuez. Un día quedamos con ellos en el local y empezamos a improvisar. Yo lo grabé todo con el móvil y de aquella forma natural sale esta canción. Después llamamos a Julián Maeso, encargado de crear la base. Se puso a hacer solos de Hammond increíbles. La cosa es que, toda la parte instrumental de esa canción es improvisada por él y es una movida, porque no sé cómo trasladará eso al directo. Luego con Ambre, la idea es que ellos hagan también una canción con el mismo inicio que ‘San Junipero’ en su próximo disco.
Lo cierto es que vuestras letras son muy Black Mirror, al menos en ellas siempre se cuelan ideas y ambientes futuristas o preocupaciones de un mundo demasiado acelerado como para entenderlo, ¿cómo ves el futuro?
Me asusta un poco. Es inevitable que pensar en el futuro no te asuste. Me da miedo que el planeta no pueda con todo esto y creo que ya estamos viendo que no puede. Intento no pensar mucho en ello porque me pongo muy nervioso, me amargo y pienso que no querré tener nunca hijos, lo veo jodido. Me imagino teniendo un hijo y teniéndole que decir: “No sé lo que te vamos a dejar”.
En ‘Final Fantasy’ dices: “Todo va tan rápido que me olvidé de la verdad”
Sí, creo que todo va aceleradísimo. Solo tienes que ver Twitter. El mayor escándalo del mundo a los dos días ya está totalmente olvidado o viene otro que lo ha superado y ya nadie se acuerda de Esperanza Aguirre. Pasa lo mismo con la música, un disco que tiene tres meses ya parece viejo. Pasa con los móviles. No puedo con este ritmo. Lo odio y creo que lo mejor es parar y enfrentarnos a lo verdaderamente valioso de la vida.
Nos falta atender la vida, observar en vez de mirar, escuchar en vez de oír… ¿qué piensas cuando hay gente en un concierto que ni siquiera le presta atención?
Me molesta mucho cuando soy parte del público. Me parece una falta de respeto total, ya no a la música, si no a ellos mismos. Me dan ganas de decirles “concéntrate en la vida”. Me da rabia. Desde el escenario nunca lo he notado, puede ser porque estamos muy metidos en la música.
‘Lucy in the sky with Diamonds’, todo un referente para el género de la psicodelia. ¿Cómo se acaba colando esta versión de los Beatles en Loto?
Julio Ruiz hizo un programa especial de Discopolis para celebrar el medio siglo del Sgt. Pepper’s. Él nos lanzó el reto de hacer una versión del disco por el aniversario. Elegimos esta canción porque creímos que tenía mucho que ver con todo el concepto que tenía Magnolia. Empezamos a tocarla en los directos y, en uno de ellos, quisimos ir un poco más allá de la canción original. Así surge la parte final que ahora se incluye en Loto. Además, nos parecía muy bonito dejar registrado en el disco esta pequeña conexión con los Beatles.
¿Con cuál de los cuatro de Liverpool te quedarías?
Con los cuatro, pero el orden sería: Lennon, Harrison, Ringo y McCartney. Ringo me flipa mucho, porque me gusta mucho la batería y me encantaría saber tocarla bien, pero me cuesta un montón. Me flipa sacar sonido a las baterías y afinarlas. A veces, si quiero algo concreto o raro para experimentar en la grabación, cojo la batería y le voy diciendo a Julia que tire por ahí o por allá.
¿Reivindicas a Ringo, entonces?
Es un genio. Quizá, como batería no era el mejor, pero a lo mejor es que ni si quiera era batería. Aún así, lo que consiguió hacer es increíble, el sonido y el carácter que le dio a todas las canciones de los Beatles es inmejorable. Creo que un batería propiamente hablando, no lo hubiera podido conseguir. Eso me fascina.
En vuestras letras abundan también muchas referencias a la literatura: Raymond Carver, Miguel Hernández, vuestro adorado Walt Whitman… ¿qué libro te estás leyendo ahora mismo?
Estoy con Carne de Cañón de Enric Montefusco. El libro recoge todas sus letras y a partir de cada una escribe un relato. Yo era muy fan de StanStill y de Enric Montefusco y lo estoy disfrutando mucho.
«De pequeño quería ser el Príncipe de Bel-Air»
Eres un gran admirador de la poesía de Gatta Catana y entre las muchas referencias musicales que se cuelan también en tus canciones aparece ella. ¿Cómo ves el movimiento trap y las músicas urbanas?
Me gustan. Aunque el trap me cuesta, he de confesar que me gusta más de lo que debería. En la intimidad me pongo mucho más trap del que reconozco y me mola. No sé lo que va durar este movimiento, pero objetivamente, me parece que se ha comido la industria y lo ha hecho porque ahí hay algo de auténtico. Es verdad que estéticamente puede ser un poco feo, pero también parecía feo el grunge cuando salió y es la hostia. Yo trato con respeto todos estos movimientos urbanos. De hecho, el hip-hop me flipa, yo de pequeño todo el rato quería ser el Príncipe de Bel-Air, y dentro de nada vamos a hacer una colaboración con Rayden.
Bueno, ¿a lo mejor el próximo disco de Rufus hasta es de hip-hop?
No. No creo, (risas). Me encantaría saber escribir así, pero creo que hay que tener mucho nivel.
El formato en el que habéis sacado con el CD de Loto es precioso. ¿Ese es el camino para reivindicar el formato físico?
Yo creo que sí, hay que hacerlo bonito. Es verdad que la mayoría de la gente escucha música digital, pero también hay mucha gente que le gusta el formato físico, el ritual de comprarse un disco, un vinilo y esa gente también merece una edición cuidada.
¿Qué se pierde la gente cuando no compra el disco?
La importancia del objeto. De poder dejarle físicamente a alguien una parte de ti mismo. Es algo muy simbólico, yo se lo dejo y me lo tiene que cuidar. Cuando veo mi colección de vinilos, me emociona lo que he conseguido aunar. Eso tiene un componente muy romántico. Además, confieso que tengo miedo a que se me borre toda la música del móvil y no sé qué haría si la pierdo. Por eso es mejor que puedas tocarla.
¿Cuál es el último disco que te has comprado?
God’s Favorite Customer de Father John Misty. Me falta verle en directo. Nunca he podido ir a uno de sus conciertos, pero creo que es uno de los músicos que va a cambiar la historia de la música.