TOP

Skip James, la voz olvidada del blues

Repasamos la figura de uno de los máximos exponentes del Delta blues 

 

 

PABLO VÁZQUEZ

En ocasiones, da la sensación de que la lista de artistas olvidados es incluso mayor que la de las estrellas. En este desafortunado grupo podemos encontrar a músicos que, sea por el motivo que sea, han permanecido siempre en un segundo plano para el gran público, a pesar de que sus aportaciones artísticas estén fuera de toda duda: Sister Rosetta Tharpe, J.J. Cale, Townes Van Zandt, Vic Chesnutt o Jason Molina son solo algunos de ellos. Y, por supuesto, Skip James.

Nacido como Nehemiah Curtis James en el verano de 1902 en un pequeño pueblo al norte de Jackson, Mississippi, es uno de los pioneros y máximos exponentes del conocido como Delta blues. Su voz, delicada y quejumbrosa, junto con su estilo único de fingerpicking a la guitarra, lograron influenciar a generaciones venideras, incluyendo al mismísimo Robert Johnson, nueve años más joven que él. De hecho, la particular forma de tocar la guitarra de Johnson bebe más de Skip que de cualquier pacto que haya podido hacer con el diablo.

Su infancia no fue sencilla, al igual que el resto de su vida. Su padre se dedicaba al contrabando ilegal de alcohol durante la Ley Seca, aunque finalmente se recondujo como predicador protestante. Algo de la mala vida le debió quedar a Skip, quien tras trabajar en la construcción de diques y carreteras (experiencias que recoge en su canción Illinois Blues), siguió los pasos de su progenitor en el contrabando de licores e incluso en el proxenetismo. Hasta se comenta que mató a un hombre a tiros por un lío de faldas, ya que solía ir acompañado por una pistola y una navaja que manejaba con gran habilidad. Sea como fuere, nunca vio en la música una verdadera salida profesional, ya que ésta era mucho menos rentable que el estraperlo. 

James no solo destacó como un brillante guitarrista y un sentido cantante, sino que también dominaba el piano con soltura y aportó una visión más poética (y en ocasiones notablemente misógina) a sus letras. Hay quien dice que su guitarra estaba fabricada de una manera especial para poder producir semejantes sonidos. Lo que sí es cierto es que utilizaba una afinación abierta en re menor, la cual maridaba a la perfección con unos delicados lamentos en falsete que parecen tener su eco en artistas posteriores como Robert Plant, Nick Drake o Jeff Buckley.

 

 

Afortunadamente para él y para el devenir de la música popular, es a finales de la década de los 20 cuando decide dejar de lado sus quehaceres criminosos y centrarse en el aspecto musical. Tras rechazar la oferta de un cazatalentos en 1927, finalmente en 1931 entra a grabar por primera vez en un estudio, en una sesión de lo más fructífera: 26 canciones, de las cuales 18 salen al mercado. Sus temas no acaban de cuajar entre el público, quizá por lo sombrío de sus letras en una época tan aciaga como la Gran Depresión. Su canción más famosa, Devil got my woman, está inspirada en la infidelidad cometida por su mujer con un veterano de la Primera Guerra Mundial.

Hundido debido al fracaso de su primera incursión en el mundo del espectáculo, decide guardar la guitarra y desaparecer de la vida pública para dedicarse a predicar. Las décadas pasan y es a finales de los 50 y principios de los 60 cuando surge un interés genuino en la música de raíz norteamericana, especialmente en los orígenes de géneros como el blues o el jazz. El rock and roll está de moda gracias a Elvis Presley, Little Richard o Chuck Berry y el apogeo del folk ya se hace notar en la Costa Este, por lo que muchos son los que comienzan a indagar en los orígenes de estas músicas. Y al igual que un jovencísimo Bob Dylan fue a visitar al hospital a su ídolo Woody Guthrie, ya moribundo, dos guitarristas y arqueólogos musicales llamados John Fahey y Ed Denson consiguieron localizar a Skip James. Su carácter seguía siendo impredecible, quizá más arisco si cabe debido al paso de los años y a los estragos del cáncer, pero igualmente acabó accediendo a grabar de nuevo para Takoma Records, Melodeon Records y Vanguard Records, e incluso a participar en el Festival de Newport de 1964. 

La desgana y tantos años sin tocar habían hecho mella en él, por lo que sus nuevas grabaciones carecen del brillo y de la frescura de las primeras. De hecho, su vuelta a la música se debía más a motivos económicos que artísticos. Con todo, esta segunda etapa nos muestra a un artista maduro en el ocaso de su vida y, consciente de ello, nos regala algunas canciones y filmaciones realmente emocionantes, con sabor a despedida. Y lo más importante, consiguió rescatar su nombre del olvido, ese pozo en el que una vez se entra es muy complicado salir. Moriría en 1969 convertido en un artista de culto, a medio camino entre el reconocimiento histórico y el ostracismo popular.