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Suicide: La verdadera esencia del punk

Repasamos el primer disco de Suicide en un nuevo ‘A Fondo’

 

ALBERT JANÉS

La auténtica revolución es aquella que primero, aniquila lo existente para, una vez destruido y arrasado cualquier vestigio remanente, construye encima de las ruinas la esencia de lo nuevo, para catapultarse a lo largo y ancho del mundo. Esto es lo que hicieron Suicide con su álbum debut homónimo.

En medio de la crisis y la depresión que afectaba a la ciudad de Nueva York a finales de los años setenta, y bien alejados del foco más brillante del glamour de la escena disco y de clubs como Studio 54, Suicide emergieron para dar voz a este clima depresivo y nihilista, generando junto con otras bandas de la ciudad una corriente muy efímera y sin gran repercusión mediática en su momento llamada No Wave, pero que sería enormemente influyente para escenas independientes que saldrían años después, como el Noise Rock, o incluso el Grunge.

La banda estuvo formada por el vocalista Alan Vega y el instrumentalista Martin Rev, y estuvieron activos de forma intermitente entre el 1970 y el 2016. En el año 1977, sacaron a la luz su álbum debut, un disco que elimina por completo los instrumentos convencionales del rock y del punk rock – la guitarra, el bajo y la batería- y, en su lugar, utiliza teclados y sintetizadores para crear una serie de riffs minimalistas, acompañados por patrones rítmicos pulsantes y repetitivos generados por una caja de ritmos, y acompañado todo ello por la voz murmurante, trastornada e hipnótica de Alan.

La música puede describirse como una densa pesadilla de la cual, una vez has caído en su interior, no puedes escapar.  A veces sofocante, a veces desquiciante, visualiza una especie de paisaje industrial devastado, un futuro distópico como el que describe la película Brazil de Terry Gilliam. La tríada que conforma las bases comúnmente aceptadas de la música (las melodías, el ritmo y las armonías) ha sido sustituida por texturas de corte experimental, atonal y avant-garde, como ya hicieron antes artistas vanguardistas como John Cage, Stockhausen, Pierre Schaeffer, o los grupos más experimentales del Krautrock.

‘Ghost Rider’ abre el disco con una especie de composición pseudo rockabilly, la cual narra la historia del héroe de cómic Ghost Rider. ‘Rocket USA’  es un loop rítmico infinito sobre el que Alan va susurrando las letras. ‘Cheree’ y ‘Girl’ son quizá las piezas más accesibles del disco, ya que en su interior albergan un espíritu proto synthpop, sobre todo ‘Cheree’, aunque camuflado por la instrumentación y los ritmos minimalistas. ‘Johnny’ en cambio muestra a un Elvis Presley en pleno esplendor del rock&roll intentando emerger en medio de la opresión electrónica, que lo atrapa y engulle de nuevo en las terroríficas composiciones de Suicide.

‘Frankie Teardrop’ es seguramente la mejor pieza del disco (también la más extensa), aunque también es la más perturbadora. Narra el declive de un trabajador en una fábrica el cual, en medio de una crisis de locura inducida por la presión a la que se ve sometido, asesina a su mujer y a su hijo y, finalmente, se quita la vida. Los aterradores alaridos de Alan confieren una capa aún más inquietante a la ya de por sí angustiosa narración musical. Esta canción está muy cerca de las creaciones de los grupos pioneros de la escena Industrial, como Throbbing Gristle o Cabaret Voltaire, que justamente empezaban a dar sus primeros pasos en el Reino Unido.

El debut homónimo de Suicide es un disco impenetrable e inquietante, pero también ha sido enormemente influyente para muchos músicos, desde Joy Division, pasando por Radiohead o Daft Punk y llegando hasta Bruce Springsteen. Aunque de escasa repercusión mediática cuando fue editado a finales de los setenta, la enorme influencia musical que ha tenido a las generaciones siguientes, es fruto no tanto de su calidad compositiva o de su perfección instrumental, si no de su extraordinaria rebelión contra los cánones considerados como pilares fundamentales de la mayor parte de la música popular hasta aquel momento. Cánones de los que ni siquiera Sex Pistols, Ramones, o The Clash consiguieron escapar.