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Supersubmarina y el quinto beatle

Sonorama 2024 concedió en su pasada edición el reconocimiento eterno a la banda baezana

 

MIGUEL F. BAUTISTA

Las historias más interesantes, emocionantes, sorprendentes y conmovedoras que se puedan vivir surgen dentro del ámbito de la música. Aquellas que te remueven por dentro, te desbocan el corazón y enriquecen tu alma. Nadie me va a bajar de ese burro. Este relato que reseño a continuación alcanza la categoría de momento cumbre de la cultura española y así debe ser recordado.

El viernes 9 de agosto a la una de la tarde, dentro del ciclo «Sonorama También se Escribe«, organizado en colaboración con Escuela de Escritores, nos citamos en el Museo de Arte Sacro de Aranda de Duero con el periodista y crítico musical Fernando Navarro, (Madrid, 1981), autor del libro «Algo que sirva como luz» (Ed.Aguilar, 2024), junto a los miembros de la banda Supersubmarina Jose «Chino» y Jaime para disfrutar de una charla coloquio acerca de los sucesos acontecidos a partir de ese fatídico catorce de agosto de dos mil dieciséis, fecha a la que los chicos están a punto de dar su carpetazo definitivo.

He asistido a unas cuantas presentaciones de este libro. Cuando uno acude a un acto de estas características, lo correcto y formal es dar un aplauso a los protagonistas al inicio del mismo. Es algo normativo y una muestra de respeto a los ponentes.

Sin embargo, las veces que he estado en la misma sala con ellos, he constatado que ese aplauso inicial no pertenece a esa categoría formal. Es la ovación que quedó interrumpida aquel nefasto día de agosto. A sus seguidores hasta ahora, los brazos se les habían quedado trabados en un gesto inacabado, no habían terminado de corresponder a su banda con el aplauso más grande del mundo, aquel que se llevaban cuando se bajaba el telón en cada uno de sus conciertos y su público volvía a casa con un corazón henchido de felicidad.

La ovación inicial en los actos de Supersubmarina se prolonga durante varios minutos, nadie quiere parar, todos anhelan recuperar el tiempo arrebatado por el destino, ninguna muestra de cariño es suficiente, ni lo será. Impresiona ver los gestos de los asistentes: unos intercambian miradas con emoción indescriptible, otros se aferran fuertemente el ejemplar del libro que ocupa sus manos. La conmoción y el entusiasmo se apoderan del vetusto espacio artístico.

“Algo que sirva como luz” es la mejor historia del mundo de la cultura española jamás contada. Aúna amor, sufrimiento, superación, confianza, dedicación, firmeza…y música. No es una anécdota, es la vida con mayúsculas»

Hasta el año 2020, las vidas de Fernando y los baezanos discurrían de forma tangencial. Se movían en el mismo ámbito cultural, el de la música, pero nunca habían cruzado sus caminos. Ocurrido el accidente en 2016, manager, familiares y allegados, sabiamente, levantaron un muro de privacidad en torno a los chicos. Las consecuencias del accidente eran espantosas y la recuperación de sus vidas era prioritaria. Posteriormente, hemos conocido las infinitas, dolorosas y, en demasiados casos, desalentadoras sesiones de cirugía y rehabilitación.

Desalmadamente incrustado en todo ello, el dolor más insoportable e incapacitador conocido por la especie humana: la desconexión entre personas que hasta entonces y desde la más tierna infancia eran uno. Y no lo digo yo, me lo han cantado ellos: «Que como te echo de menos, no hay en el mundo un castigo«. Precisamente el afrontamiento de ese dolor no había recibido aún la atención adecuada.

A Fernando, dylanita irredento, reciente «dua-lipiense» converso, madridista (exacto, el chaval no es perfecto) y, ya en serio, referente cultural en música norteamericana y sus raíces, un día un ángel le susurró al oído: «¿conoces a Supersubmarina, has oído sus discos?». Aunque no le venía muy bien en ese momento, tuvo que reconocer que no. No obstante, como profesional del periodismo musical y al igual que otros muchos colegas de profesión, pulsaba periódicamente la actualidad en torno de la banda a través de la comunicación con su manager Ernesto. La respuesta era siempre la misma: la banda no está preparada.

Como él mismo cuenta, en plena pandemia, recibió una llamada de Ernesto, citándolo para un encuentro en Baeza. Sorteando restricciones entre comunidades, cruzó las llanuras centrales manchegas y el Paso de Despeñaperros y se plantó en el histórico municipio jienense sin ser consciente de qué se iba a encontrar. Era el principio de la mejor historia jamás contada. El resto…en el libro.

Fernando, persona escéptica en las lides terapéuticas, se convirtió en el catalizador de la recuperación de la relación entre los músicos. Ante él se abrieron como nunca después del accidente lo habían hecho y liberaron sus miedos, inquietudes y deseos. Pensaron, dudaron, soñaron, lloraron, rieron: volvieron a sentirse músicos. Se miraron a las caras, se confesaron su mutuo amor eterno, reconocieron que eran los putos amos del panorama musical, escucharon juntos sus discos: «Esta es sensacional, vaya tela con esta lo flojita que quedó, aquella la bordamos en aquel festival, en esta última te perdiste…» todo bajo la atenta mirada de Fernando y su bloc de notas.

Pero, ¿por qué Fernando? Solo la banda y Ernesto lo saben, pero el que suscribe tiene su propia teoría: A este chico del distrito madrileño de Arganzuela profesionalmente no lo vamos a descubrir ahora. Periodista de raza (un momento que me limpio la caspa y seguimos), con una dilatada experiencia en la divulgación musical en el panorama cultural español es también el chiquillo de Carmen. Ella le inculcó con todo su amor y cariño, preciosos valores como la libertad, el respeto y la defensa de la igualdad y las diferencias e insistió en cultivar un alto grado de sensibilidad, compromiso, humildad, empatía y la dosis necesaria de utopía.

Por eso, como persona y también como profesional y docente, a Fernando se le transparentan el alma y el corazón, no puede evitarlo: es la herencia de su madre, la que le llevó de la mano a comprar su primer disco de Elvis, su referente y su guía en la vida.

Los Supersubmarina echaron un vistazo de soslayo a esas transparencias y concluyeron acertadamente que era la persona ideal para culminar ese proceso de vuelta a la vida que anhelaban. Eran días en los que comenzábamos a salir de una de los períodos más extraños e inverosímiles de nuestra historia como humanidad. Las calles comenzaban a llenarse, encarábamos con ilusión y determinación la superación de una pandemia que también se había permitido el cruel lujo de arrebatarnos a personas queridas. Ellos decidieron que ese era el momento, justo ahora que habían armado el equipo perfecto incorporando al quinto beatle en su formación.

En el libro, Fernando da en el clavo al correlacionar la historia de Supersubmarina con la de los Fab Four. Y no se equivoca. Esas son las «cosillas» de Fernando. A ninguno se nos escapa que si los jienenses hubieran residido en cualquiera de las grandes capitales españolas tendrían aún mayor reconocimiento y si hubieran sido aglosajones, estarían ahora mismo sentados en la puta cima del mundo y los hermanos Gallagher suplicando por descargarles los bártulos de la furgoneta. Esto es así.

En solitario, juntos, por parejas, con familiares, degustando un plato de la madre de Jaime, en definitiva de mil maneras distintas, desnudaron sus corazones, aceptaron, confesaron, reflexionaron, perdonaron y fueron perdonados, en definitiva, habían encontrado algo que les iba a servir como luz.

Me he roto un poco escribiendo este artículo, sí y todos aquellos que habéis leído el libro, como la chica cercana a su círculo, familiar, amiga, lo desconozco, que el día de la presentación en Aranda rememoró los duros momentos pasados pero en la que en su hilo de voz se revelaba la emoción de estar cerca de un final feliz para sus amados compañeros.

El malogrado chef Anthony Bourdain en cierta ocasión grabó un programa televisivo culinario en el desierto de Joshua con Josh Homme y la banda Eagles of the Death Metal en su estudio «Rancho de la Luna«. Conversaban sobre música, cocina y vida en el desierto mientras Bourdain les preparaba una rica cena. Los músicos le correspondieron permitiéndole participar en la grabación de un tema…tocando una única nota en un pequeño instrumento de percusión. Quizás sea el momento de que Supersubmarina se planteen dejar a Fernando añadir en alguna de esas maquetas que quedaron inconclusas, un acorde de Si menor o un toque de cencerro al más viejo estilo «Don’t Fear the Reaper» de Blue Oyster Cult. Todo ello en su recientemente estrenada condición de «quinto Beatle». Lo dejo a su sabia elección.

A Pope, Jaime, Juancar y Chino el destino les golpeó de forma despiadada, el azar los sentenció a transitar una tierra yerma, amarga e inerte. Sin embargo, otra vez juntos, han conseguido que florezca la flor más hermosa jamás contemplada por el ojo humano y han sublimado la historia de la música española.

Han necesitado sanar física y psicológicamente y lo han hecho de una forma ejemplar…junto al dichoso «quinto Beatle». Él acertadamente los define como «la banda sin escenario», porque efectivamente, la hermandad entre ellos está intacta y ahora, reconstruida y reforzada.

Por eso “Algo que sirva como luz” es la mejor historia del mundo de la cultura española jamás contada. Porque aúna amor, sufrimiento, superación, confianza, dedicación, firmeza…y música. Porque jamás debe ser olvidada, ninguneada o relativizada. No es una anécdota, es la vida con mayúsculas. Es nuestra obligación incorporarla a nuestro conocimiento, transmitirla y contarla a quien la desconozca y de paso, cumpliremos la máxima de Robe: ensancharemos el alma.

Es el relato de personas de verdad, de carne y hueso que bajaron a los infiernos y ahora están de vuelta con la ayuda de sus allegados, de la sanidad pública, por supuesto y de aquel al que el destino también le tenía preparado en esta historia el papel más hermoso jamás escrito.