Terry Pollard, la gran diva del jazz
GUILLERMO GARCÍA-VALDECASAS
Fue jazzista, multi-instrumentista, mujer y, casualmente, sin la voz entre sus credenciales. Con este perfil, la pianista y vibrafonista Terry Pollard se desenvolvió en un entorno donde las únicas divas que sobresalían en el jazz eran cantantes como Billie Holiday o Ella Fitzgerald. En un período fugaz que apenas llega a la década, Pollard desarrolló una intensa carrera durante los 50 apegada al Be Bop promovido por Charlie Parker, Dizzy Gillespie y Bud Powell.
Terry Jean Pollard nació en 1931 en Detroit, centro neurálgico de una importante generación de jazzistas que precedió el sonido Motown, como el pianista Tommy Flanagan o el guitarrista Kenny Burrell. Impulsada por su padre, pronto empezó a tocar el piano y se formó lejos de las escuelas de música. Esta travesía autodidacta fue realizada por Pollard sin dominar la lectura de partituras ni la escritura musical, pero contando con un arma intuitivo-deductiva singular: un oído absoluto que le permitía interpretar las grabaciones de jazz que escuchaba y que le ayudó a desarrollar su propio sonido. Su carrera profesional comenzó a los 17 años, trabajando con diferentes grupos de la escena local de Detroit. En ese período coincidió con el vibrafonista Milt Jackson, que supuso su inspiración para iniciarse al vibráfono.
A mediados de 1953, tras colaborar con el grupo del saxofonista Billy Mitchell, se produce un punto de inflexión en la carrera de Pollard. Terry Gibbs, un vibrafonista con puntos de showman, vio en Pollard un talento tan extraordinario al piano y el vibráfono que le ofreció un lugar de oro en su banda. El resultado fue un tándem tan compenetrado musicalmente que Pollard rechazaba participar en proyectos de figuras destacadas como John Coltrane e incluso Charlie Parker. La mejor prueba de esta unión se encuentra en el único documento audiovisual a día de hoy que evidencia la versatilidad instrumental de Pollard. Se trata de dos temas interpretados para el programa de televisión The Tonight Show, presentado por Steve Allen, con un entrañable duelo de ambos al vibráfono.
Durante su estancia en la banda de Gibbs, Pollard participó en varios discos del vibrafonista. En temas lentos como Lonely dreams, donde la melodía galopa surcada con olas de arpegios, Pollard demuestra dotes para resaltar la expresividad de cada recurso que emplea. También hay hueco para composiciones más enérgicas como Nutty Notes, una interacción melódica entre el piano de Pollard y el vibráfono de Gibbs, con un solo de Pollard lleno de genio a través de dejes bluseros.
El periodo que compartió con la banda Gibbs le sirvió a Pollard para liderar algunos proyectos. Por un lado está el álbum Cats vs Chicks- A Jazz Battle of the Sexes (Gatos contra polluelas- una batalla “jazzera” de sexos) de 1954, que enfrenta a un grupo de hombres liderados por el trompetista Clark Terry frente a la banda de mujeres comandada por Pollard al vibráfono a través de cuatro temas, cada cual con su estilo y arreglos. La contraportada recoge varias reseñas que puntúan a cada equipo, dictan sus veredictos y donde se puede leer “¿Cuál es tu veredicto?” Fichajes tan sugestivos como la arpista Corky Hecht en el grupo de Pollard sugieren apostar en la quiniela a favor de estas féminas del jazz.
El otro proyecto es el disco homónimo de Pollard, único trabajo discográfico llevado íntegramente por ella en 1955, en esta ocasión al piano. Con una sección rítmica compuesta por Herman Wright al bajo, Frank DeVito a la batería y la suma de Howard Roberts a la guitarra y Don Fagerquist a la trompeta, Pollard lidera un quinteto con el que grabó ocho temas. Cabe destacar la aportación de Pollard con su composición Fedj, un término jocoso de ella y Terry Gibbs, que muestra un gran dominio del Be Bop canónico con una extensa melodía sobre fluctuantes progresiones de acordes. Una vez más, Pollard hace uso de sus dotes magistrales en los ritmos lentos a través de la obra Laura, donde el lirismo melódico es dibujado con trazos delicados y armonías oníricas.
En 1957 Pollard tomó la decisión de abandonar el grupo de Terry Gibbs, con el que mantuvo su amistad, y al mismo tiempo su carrera discográfica. La razón residía en querer pasar más tiempo con el hijo que tuvo a principios de década para, según dijo en una entrevista, “darle una madre”. Esta decisión supuso el ocaso de una carrera que solo acababa de despuntar. Desde entonces su actividad profesional se concentró exclusivamente en la escena local de su Detroit natal y ya apenas participó en otros álbumes. En 1978 la tragedia sucumbió a Pollard al sufrir un derrame que casi acaba con su vida y que le paralizó su brazo izquierdo, dejándola fuera de juego para la música. Al año siguiente recibió un cariñoso homenaje con un concierto organizado por sus amigos más cercanos, entre ellos Terry Gibbs, y a partir de las décadas siguientes no consta más actividad por su parte. Sólo unos pocos colegas, como el pianista y maestro Barry Harris, han procurado subrayar en entrevistas esa valía y talento tan singular de Pollard que la hacía deslumbrar por encima de los de su generación. En 2018 el sello barcelonés Fresh Sound Records recopiló buena parte de las grabaciones de lo discos aquí expuestos en la colección A Detroit Jazz Legend.
Terry Pollard falleció en 2009 y el único reconocimiento mediático que recibió en vida fue en 1956 por parte de la revista especializada de jazz Down Beat como “la mejor vibrafonista del año”. La década escasa que permaneció activa fue suficiente para crear un legado que sin duda merece un lugar privilegiado en la liga de las estrellas del Be Bop, junto a sus coetáneos varones. Tomando prestado el título de la autobiografía de Dizzy Gillespie To Be or not… to Bop podemos resumir la categoría de Terry Pollard en dos palabras: She Bop.