The Jayhawks: Cartas desde el último verano
Un regreso al verano de la mano de la banda de Minnesota con XOXO su último disco de estudio
JAVI TEJERO
El pasado julio de 2020 se publicó XOXO, el undécimo álbum de estudio de The Jayhawks (Sham). Un disco en el que la composición y la voz cantante está más repartida que nunca entre los miembros del grupo, generando una colección heterogénea y preciosista de canciones.
El comienzo del nuevo disco es intachable, This Forgotten Town es una de esas composiciones de Gary Louris (en este caso junto a Tim O’Reagan) en las que no falta ni sobra nada, todo fluye y todo está en su sitio. La magia de la sencillez trabajada con maestría. Suyas son también la elegante Living in a Bubble (llevada en volandas por un excelso piano), Homecoming (country-pop luminoso con un estribillo hipnótico) o la oscura y sorprendente Little Victories, también mano a mano con O’Reagan. Louris, en este nuevo LP, cede mucho primer plano a sus compañeros.
De la cuenta de Tim O’Reagan hay varios temas sobresalientes. Ya en el trabajo anterior se destacó como compositor y cantante. Suyo es el segundo corte, Dogtown Days, una descarga rockera contundente con letra nostálgica, un trallazo perfecto para escuchar después de terminar el trabajo un viernes por la tarde. Nos ofrece también Society Pages, un tema de pop solvente con ritmo decidido y atmósfera envolvente.
De Karen Grotberg ya conocíamos su maestría al piano y su voz dulce y cercana. Aquí además se destapa como compositora de buenas canciones como Ruby, una sombra que flota en el último día de verano y que hace contener la respiración en su inicio, o Across my field, de una belleza sencilla y melancólica.
Entre los tres nos ofrecen otras dos composiciones destacables. Illuminate es la gran tapada del disco, una canción psicodélica e intimista a partes iguales que gana con cada escucha y no deja indiferente. Bitter Pill es una historia de gente corriente que pelea por sobrevivir, con estribillo infalible y aliñada con arreglos sureños a los que contribuye la guitarra omnipresente de Stephen McCarthy.
Una vez más reconocemos las señas de identidad de los de Minnesota, como la maestría en los coros, que en algunos puntos llegan a cotas insospechadas de excelencia, y la claridad y elegancia de los arreglos musicales. No es el mejor disco de los Jayhawks, pero es una obra notable que brinda momentos de gran calidad musical. Tan injusto es compararlo con las joyas de la corona de su discografía como el castigo que se le ha dado a este trabajo por los riesgos que han asumido en las composiciones. Son músicos veteranos esforzándose en ofrecernos nuevas creaciones hechas con mimo. En las letras abundan las referencias nostálgicas, es una carta que nos escriben desde el último día de verano; de ese verano que era la vida anterior a la pandemia, cuando éramos felices y no lo sabíamos.